La estrategia de Caín

329 20 0
                                    

Capítulo sesenta y siete

—Señor Pirca, verlo aquí es un placer. Supongo que venir de la mano de mi hermano, es solo una de las tantas provocaciones que deseó manifestar en contra de la tiranía de mis padres —dijo como un discurso, el muchacho de risos alocados.

—Rafa, siempre con tus chistes —Leonardo se levantó y abrazó a su hermano menor.

—Suéltame —le pidió de mala gana, no quería que le arrugara el traje.

Leonardo siempre era demasiado efusivo y lo hacía sentirse como un niño. Pese a que solo se llevaban unos años. Al darse cuenta de que al lado de pablo había dos chicas que lo miraban, hizo una de sus tontas preguntas.

—¿Quiénes son estas preciosas señoritas que los acompañan? —Rafael había notado que Melanie se parecía a Cielo, pero decidió no recalcarlo.

Seguramente la muchacha salía con Pablo y eso podía molestarle. Aunque estaba claro que lo único que no compartían era el cabello, era igual a Cielo. Él solo la había visto un par de veces en la casa de su hermano y no le había caído bien. Ya que se notaba como Leonardo hacia todo por esa chica que era la prometida de su mejor amigo. Y una persona dispuesta a crear discordia entre ellos le parecía no tener valor, por lo menos a los ojos de Rafael.

—Somos Lena y Melanie —dijo Lena sonriendo a la versión más joven de Leonardo. Era muy parecido a él, por lo que claramente era otro adonis—. No me digas que tú eres el que está en una de las fotos desnudo.

Lena sabía cómo llamar la atención de los hombres cuando quería.

—Debo asegurarte que no suelo desnudarme en público, pero mi madre en ese momento pensaba que sería lindo ver a su hijo de dos años mostrando sus atributos. Aclarado esto, Lena, preciosa. Dime que no has venido como pareja de ninguno de estos dos —Rafael tenía un exceso de confianza con la chica de melena negra. ¿Sería por lo increíblemente encantador que era?

—Me trajo tu hermano mayor, pero tranquilo que no tengo tan mal gusto —dijo ella para molestar a Leonardo. El cual parecía inquietarse al ver que estos dos estaban jugueteando tan cómodos.

—Me parece genial, ¿por qué no te vienes conmigo un rato? —preguntó Rafael sentándose a su lado.

Pablo sonrió al notar como su amigo se ponía, al ver que su pequeño hermano encarara a su chica. Leonardo no lo había reconocido, pero a Pablo le parecía que Lena le estaba gustando más de lo que admitía.

Cuando Rafael era pequeño los seguía para todos lados, aun así, esa noche estaba tan confiado de sí mismo que sorprendió a los dos hombres. Sin embargo, Pablo agradeció que Rafael no mencionara que Melanie se parecía a Cielo. Estaba seguro de que su amigo lo había notado. Rafael era quien había hecho los cuadros que Pablo deseaba copiar, desde la muerte de Miguel, y era algo que mantenían en secreto. Si sus padres se enteraban eran capaces de desheredar al pobre muchacho.

—Mi madre está cerca y seguro les hará pasar un mal rato a estos dos. Mejor te llevo de aquí —le indicó Rafael a Lena, pero luego miró a Melanie—. Si me permites que te robe a tu amiga.

Ella sonrió y no dijo nada. No se entrometería en ese asunto. Estaba disfrutando del espectáculo.

—Mel, voy a estirar las piernas —dijo Lena y después de que esta se levantara y Rafael notara el yeso le dio la mano.

—Mala pata, deja que sea un caballero, para eso me criaron —este no dejaba pasar ni una situación.

Leonardo tomó la mano libre de Lena.

—¿Qué pasa Leo? No te preocupes que cuidaré de tu hermanito.

—Lo único que tengo chico es ese diminutivo —dijo el muchacho susurrando al oído de Lena y esta sonrió solo para molestar a Leonardo.

Los dos se fueron riendo, ambos estaban tratando de hacer explotar la cabeza de Leonardo.

—Sabes que solo lo hacen para cabrearte —le dijo Pablo a su amigo, intentando tranquilizarlo.

—No lo sé, mi hermano se comporta distinto desde lo de Miguel —la verdad era que Leonardo no podía decirle a Pablo, que tenía miedo que Lena le hiciera algo a Rafael. Porque estaría reconociendo que sabía cómo era ella y prefería evitar esa conversación. Ya que Pablo trataría de hacer que este se acercara a la amiga de Melanie y no era algo que le gustara.

La paz acabó en un instante, tras escuchar unos pasos de tacones.

—¿Cómo se atreven a venir a aquí ustedes dos? —la voz de una mujer de detrás de Leonardo se hizo sentir.

—Madre —Leonardo suspiró, antes de darse vuelta.

—No me llamas en meses y apareces aquí sin avisar. Encima traes a este tipo —la mujer miró con odio a Pablo. Nunca lo perdonaría por lo ocurrido con su hijo mayor.

—¿Vas a seguir con eso? Estamos en una cena benéfica. ¿No puedes guardarte tus acusaciones en este momento? —preguntó Leonardo sintiendo que se avecinaba un fuerte dolor de cabeza.

—Buenas noches —Pablo se tensó al escuchar esas palabras venir de Caín.

—Caín, querido. Qué bueno que viniste. ¿Puedes dejarles los números a las personas de esta mesa? —dijo la mujer apartándose sin siquiera mirar a Melanie. El simple hecho de ver a Pablo bastaba para querer irse.

—Por supuesto. Me encantará hacerme cargo —dijo Caín con un doble sentido que la mujer no entendió, pero los de la mesa si—. Leo, te toca el veinticinco. A ti preciosa, el quince, como dicen por ahí la niña bonita. Y para Pablo el diecisiete.

Caín sonrió después de darle ese número a su ex amigo. Sin embargo, Melanie le quitaría la sonrisa antes de poder irse.

—Disculpa, te faltó una. Mi amiga Lena vino con nosotros. ¿La recuerdas? Uno de tus hombres le rompió una pierna —dijo Melanie sonriendo, pero con la mirada fija. Ella sabía lo que había tratado de hacer.

—Por supuesto que la recuerdo —dijo Caín mientras buscaba un número, no le gustaba que ella le hablara así—. Sabes Mel, puede que tú te parezcas físicamente a Cielo. Sin embargo, estoy seguro de que ninguno de estos dos te dijo cuanto se parece Lena a ella.

—Caín —Leonardo sabía lo que este estaba por decir.

—Leo lo notaste, ¿verdad? —Caín sonrió de nuevo—. Cielo se parecía mucho a Lena al hablar, incluso su personalidad. Una mujer que estaba dispuesta a todo. Supongo que Pablo quiere estar cerca de las dos, por eso, una tiene el cuerpo y la mente.

—El único que vive en el pasado eres tú —dijo Pablo poniéndose de pie, no seguiría soportando sus estupideces.

—Tal vez vivo en el pasado porque ahí mi amiga estaba viva —Caín y Pablo se miraban con un odio profundo.

—¿El seis lo guardaste para ti? —preguntó Leonardo, quien estaba mirando la bolsa con los números. Digo, porque pareces un perro faldero de mi madre.

Estaba por decir algo, pero la mujer volvió a acercarse a ellos. 

Autora: Osaku

Ponle la firmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora