Un encuentro inesperado

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Capítulo nueve

Salí del restorán sintiéndome victoriosa. Era tan bello saber que no le debía nada a esa gente y solo me había costado que un tipo con dinero pensara que era una chica de la noche. Una vez que pudiera conseguir otro trabajo juntaría todo el dinero y se lo haría llegar. No era que a él le hiciera falta, pero a mí me molestaba sentir que había vendido mi cuerpo esa noche. Tonterías que la sociedad nos impone a las mujeres para degradarnos y mantenernos doblegadas. Las humilladas siempre eran las prostitutas y no los hombres que les pagaban por tener relaciones con ellas. Nunca hubo un nombre para quien consumiera ese servicio. Sin embargo, si uno iba a un restorán se volvía un comensal, si iba al teatro te volvías público, pero aquí solo eran tipos con dinero. En fin, estaba tan feliz que no me di cuenta de que Isaac me seguía.

—Harás que mi madre termine hospitalizada. Eres una maldita desagradecida —me acusó fuera del restorán, las personas nos miraban.

—Por favor, si tanto te preocupa tu madre vuelve con ella —dije mientras caminaba para alejarme de él.

—¿Quién te piensas que eres? —me preguntó y trató de agarrarme del cuello, pero alguien lo empujó.

—Aléjate de ella —dijo una voz conocida.

No podía ser cierto. Al mirar en la dirección de dónde provenía el melodioso sonido, me encontré con unos ojos negros en un rostro rabioso, parecía un lobo furioso.

—¿Y tú que haces aquí? —pregunté con las manos en alto para que dejara a Isaac sufrir tranquilo su caída después de que lo empujara.

—Estuve tratando de localizarte toda la mañana. Quiero que me expliques algo sobre lo que ocurrió anoche —dijo y todos se quedaron mirándonos.

—Vamos a otro lugar —dije y cuando trató de tocarme lo aparté—. No lo hagas.

—Ven a mi departamento, tengo el coche a una cuadra —dijo cuándo nos alejamos y sonreí.

—No, caminemos, hay una plaza cerca —no tengo la más mínima idea de donde salió tanta confianza.

Ese hombre era capaz de desnudarme en público y hacerme lo que quisiera si lo deseaba. Sin embargo, yo trataba de mostrar por todos los medios que no era así, que podía resistir sus encantos.

—¿Por qué ese idiota estaba tan enojado? —me preguntó mientras caminaba a mi lado.

—Ese es mi ex, supuso que porque no tengo dónde caer muerta volvería con él pese a engañarme y se molestó cuando lo mandé al diablo —dije algo preocupada. Me di cuenta de que si Pablo pedía que le devolviera el dinero que me había dado me faltaría un cuarto de la totalidad. Había usado eso para pagarle a esa gente.

—Entonces debí golpearlo y no empujarlo —dijo mirándose los nudillos.

—Señor Pablo, solo soy la chica con la que se pegó un revolcón anoche —dije y al visualizar la plaza me sentí algo más tranquila.

—¿Por qué me tratas distinto ahora? —preguntó como si le molestara que no lo viera a la cara—. Quiero saber que te dijo Lena sobre mí. ¿Por qué huiste de mi casa?

—Señor, no quiero vincularme con usted de ahora en adelante. Agradezco que me sacara de encima al pesado de mi ex, pero es todo.

— Llamé a la agencia y pregunté por ti. Me dijeron que no tenían a nadie con ese nombre. ¿Trabajas de manera particular? —su pregunta me descolocó.

Este tipo, en verdad, pensaba que yo me prostituía. Sonreí y no dije nada más. Seguimos caminando y volvió a preguntarme.

—¿Lo de anoche que fue? Dijiste que tenías novio y era la primera vez que hacías esto. ¿Por qué conmigo? ¿Me elegiste acaso?

Él creía que yo lo había buscado, cuando en realidad fue él quien me invitó a su piso. Lo miré a los ojos y por un instante supuse que caería en la trampa que ponía su tentador rostro, el cual empezaba a mostrar cierta preocupación. Sin embargo, recordé lo que Lena me había contado por lo que le pedí que me disculpara y me senté en un banco en medio del parque. Había poca gente a nuestro alrededor, pero me pareció que era la suficiente para que no me hiciera daño.

—La verdad es que sí, quise probar por despecho a mi novio. Pero fue solo una vez, y no tenía pensado que fuera con usted —mentí.

¿Por qué le había mentido? Podía haberle dicho que no, que yo no me dedicaba a eso. Aunque en ese caso corría el riesgo de que me pidiera que le devolviera el dinero, y justo en este momento no tendría el monto completo para hacerlo. Por lo que preferí que un tipo como él creyese; que sí era una mujer capaz de vender su cuerpo. Al final se cansaría de insistirme y buscaría a otra, como Lena decía que hacía.

—Entonces me gustaría que negociáramos —dijo sentándose a mi lado—. No estoy acostumbrado a hacer esta clase de tratos al aire libre, por lo que sí te parece mejor, podríamos ir a tomar algo algún lugar; ya que parece que no quieres quedarte a solas conmigo.

Era muy perspicaz, se daba cuenta de que lo había llevado a esa parte porque circulaban personas. Ahora el punto era conocer si era capaz de percibir que yo le tenía miedo.

¿Pensaba que era por mi seguridad que lo hacía? ¿Acaso ninguna parte de su persona se daba cuenta de lo que estar cerca de él me producía? No sé por qué, pero acepté y terminamos en un sitio que había frente al parque. Todas las miradas se posaban sobre él, un hombre de negocios en un pequeño restaurante que no tenía capacidad para más de treinta personas. 

Autora: Osaku 

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