Ni con una mierda

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Capítulo veintiocho

Mi cuerpo se acostumbró a él con más facilidad que el día anterior, aunque terminé más cansada. Ya que no solo fue en la cama donde lo hicimos.

—Basta —le dije al notar que trataba de volver a hacérmelo en la ducha—. Mis manos están arrugadas, hace más de una hora que estamos tratando de limpiarnos.

—Tú me lo pediste. ¿Y ahora no lo quieres? —dijo como si fuera un niño caprichoso.

¿Cómo era posible que este hombre sensual y temerario se comportara así conmigo?

—Nunca me sentí tan libre con una mujer, y quiero tenerte a diario —dijo y me besó el cuello.

—No me dejes marcas —le pedí y se tensó.

—¿Quién va a verlas? Las hago en lugares íntimos —dijo tratando de despreocuparse.

—Mañana tengo mi clase y uno de mis compañeros debe desnudarse. El profesor me tiene entre ceja y ceja por lo que puede ser que me toque a mí —indiqué y se prendió a mi pecho como si deseara sacar algo de él—. ¿No me escuchaste?

—Hay una maya que se usa cuando no quieres mostrar tu cuerpo —¿cómo lo sabía?

—Voy a posar desnuda, no voy a cubrirme —dije y me miró molesto.

—No lo harás —me aseguró con una expresión tensa.

—¿Por qué no lo haría? Es parte de mi calificación, demostraré que me tomo en serio el curso —aún no sabía si lo iba a hacer, pero me molestaba que quisiera prohibirme algo.

—¿Qué pasa si alguien toma una foto? —me preguntó y sonreí mientras salía de la ducha.

—El profesor se asegura de que nadie tenga su móvil encima —dije y me tomó por la espalda y me abrazó.

—Pero, no quiero que lo hagas —esta vez lo dijo a modo de súplica.

—¿Cómo te gustaría que te lo compensase? Puedes pedir lo que sea —dije a modo de juego.

—¿Lo que sea? —preguntó sonriendo—. Ven a vivir conmigo.

—Algo posible, no me voy a ir a vivir con alguien que me cela tanto.

—Trabaja para mí —todas sus propuestas tenían que ver con el control.

—Eso lo hablamos antes, no haré tal cosa. Sería un problema si nos peleamos —dije y bajé colocándome de rodillas ante él—. ¿Qué tal si me pides algo más fácil?

—Está bien, estarás desnuda en mi casa, no puedes usar ropa en ningún momento —dijo y me hizo poner de pie. Yo pensé que iba a querer que se la lamiera como a una paleta, pero no. ¿No sería lo suficientemente buena haciéndoselo?

—¿Hasta cuándo? —pregunté.

—Hasta que se me pase el enojo —dijo y salimos del cuarto de baño, ya era de día y aún no habíamos dormido nada—. Averigüé lo que me pediste. Ahora entiendo por qué Lena no quiere decir donde vive. Caín la está buscando

—¿A qué te refieres? ¿Quién es Caín? —pregunté preocupada por Lena.

—Es el tipo que maneja a las chicas que son acompañantes en la ciudad, él que se encarga de darles clientes. Al parecer quería que Lena volviera a trabajar y ella se negó —un dolor en el pecho me atravesó. Lena estaba siendo amenazada—. Por lo menos es lo que mis contactos averiguaron hasta ahora. Mel...

Parecía preocupado, tanto o más que yo.

—Sé que no quieres decir que estamos juntos, pero si lo hacemos él no tocará a Lena o a ti. Me preocupa que al saber que tú eres su amiga trate de molestarte para llegar a ella —dijo y me abrazó—. Él es un tipo peligroso, no se meterá conmigo, pero...

—Debes proteger a Lena, por favor Pablo —dije más nerviosa que antes.

—Mientras ella esté recuperándose no habrá problema, seguramente sabe que la están buscando y por eso te pidió que no le dijeras a nadie. Lo único que puedo hacer por ella si lo desea, pero tiene que estar de acuerdo, es sacarla del país hasta que las cosas se calmen. Aunque Caín no se meta conmigo, yo tampoco puedo meterme con él —lo que decía Pablo me preocupaba mucho, tenía que hablar con Lena, apenas llegara a casa—. No importa como lo resolveré. Solo quiero que te calmes, ¿sí?

—Si —dije aún preocupada por ella.

—¿Quieres que te lleve con Lena? —me preguntó al notar que no podía calmarme.

—Solo la llamaré y me aseguraré de que está bien —dije y él fue a preparar algo para que comiéramos.

Una vez que estuve segura de que Lena estaba en casa pintando me quedé un poco más tranquila. Aun así, me preocupaba que no me contara la verdad. Recorrí el departamento de Pablo y entré a su estudio. Había una pintura de la mona lisa, ya nada me sorprendía en ese sitio. Él me llamó y me choqué con una silla y un portarretrato se cayó, al levantarlo me sorprendí con lo que vi. Era yo, estaba en una foto con un Pablo mucho más joven, aunque esa chica se parecía demasiado a mí, ella tenía un lunar al lado de su ojo. Al ver mejor la fotografía noté que Leonel también estaba en ella al igual que la chica de la tienda. ¿De dónde se conocían y porque había alguien tan parecida a mí con ellos?

—¿Estás lista para cenar? —preguntó y sonreí. Dejé el portarretrato sin que se diera cuenta y lo seguí.

—Lo siento, estoy muy preocupada por Lena. ¿Te molesta mucho si después de cenar vuelvo a casa? —pregunté y me abrazó para después decirme que no había problema.

¿Por qué me dolía tanto saber que alguien en su vida se parecía a mí? ¿A caso yo solo venía a reemplazarla a ella? ¿Su verdadero cielo sería esa chica?

Maldición, maldito bastardo. ¿Por qué tuve que empezar a sentir cosas por él? Fuimos hasta abajo a esperar el taxi y aunque pensó que estaba preocupada por Lena y trataba de consolarme, en el fondo empezaba a odiarlo. ¿Por qué no me había contado la historia de su amiga? ¿Por qué tenía que encontrármelo ese día? ¿Ahora como haría para olvidarme de él y dejarlo atrás? Él se había estado burlando de mí todo este tiempo, uno no tiene un cuadro de una amiga desnuda en su trabajo. Seguramente ella era mucho más importante para él de lo que me había reconocido.

El taxi llegó y nos despedimos con un abrazo y beso en la mejilla, que pareció molestarle. La realidad era que me importaba una mierda, deseaba no volverlo a ver nunca más. 

Autora: Osaku 

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