El origen de Melanie

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Capítulo ciento diez  

—¿Cómo me veo? —preguntó Cielo al salir del baño luciendo un bello albornoz trasparente. Nunca se había colocado esa clase de ropa hasta ahora.

—Para los hombres que van a ofertar por ti esta noche, ya que seas joven y virgen es todo. Solo deja que él sea el que decida. Aunque no le permitas que te dañe. —dijo Ema aún nerviosa por lo que iban a hacer. Era la primera vez que ofrecía a una chica en una de las subastas.

—¿Y si él tampoco tiene experiencia? —preguntó la adolescente.

—No estaría en esta subasta. Colócate la máscara y vamos —dijo la mujer y Melanie, ahora la señorita Cielo; y en este lugar, el artículo número 15.

Ella tuvo que esperar junto a varias chicas en un salón hasta que fueron llamadas.

Cielo, odiaba tener que hacer eso para poder pagar sus estudios, pero era la única manera en la que se alejaría del chico que amaba. Él no dejaba de buscarla todo el tiempo, y por momentos se había vuelto intenso. Obligándola a cambiarse de colegio, ya que él insistía en salir con ella, lo que hacía que Cielo estuviera en riesgo. Si el padre del chico se enteraba de que su nueva novia resultaba ser la hija de la mujer que había visitado en el pasado, corría el riesgo de ser reportada a la policía y devuelta a la casa de ese hombre. O terminar en una casa adoptiva como su compañera de escuela anterior. Aunque existen personas buenas, pocas de esas habían aparecido en la corta vida de esta adolescente. Hasta sus padres habían sido terribles.

Después de Cielo ser vendida por más de medio millón, de los cuales solo te tocaría una cuarta parte, fue enviada a una habitación. Donde el hombre que la había comprado la tomaría y se marcharía.

—Buenas noches —dijo ella al notar que la puerta se abría.

—Hola —la voz de un joven se escuchó, la habitación estaba casi a oscuras.

—Prenderé la luz —dijo ella con temor.

—No, prefiero que sea de este modo —se apresuró a decir él—. Mi abuelo dice que los hombres tienen su primera vez antes de los quince y por eso me trajo aquí. Se suponía que había chicas dispuestas a hacerlo conmigo y que no tuvieran experiencia. La verdad es que me molestaría tener mi primera vez con alguien que sepa más que yo. Lo siento, cuando estoy nervioso hablo mucho.

—Está bien. —Cielo sonrió—. Acércate, quiero ver tu rostro.

Ella se sintió un poco más confiada hasta que lo vio. No podía ser, este chico era muy parecido al que estaba enamorado de ella.

—¿Tienes hermanos? —preguntó Melanie tratando de entender la coincidencia.

—Tengo un hermano de nueve años y otro de cuatro. ¿Por qué lo preguntas?

El chico no podía ser hermano del muchacho que a Cielo le gustaba. Además, el otro no podría nunca comprar sus servicios a ese precio.

—Es que te pareces a alguien que conozco —dijo ella avergonzada.

—¿Y él te gusta? —preguntó quitándole la máscara. Los ojos de la jovencita frente a él le encantaron.

—Un poco —reconoció Cielo.

—Siento envidia de él, eres muy hermosa. —el joven se acercó más a ella y se quedaron viéndose a los ojos—. Si él te gusta, ¿Por qué no lo hiciste con él?

—No quiero que se me acerque. Nuestras familias no se llevan bien. —mintió Cielo, no le explicaría las cosas a un desconocido.

—Debo decirte que me gustas más de lo que pensé —reconoció el muchacho.

—Gracias —Cielo apartó la mirada.

—¿Puedo besarte? —preguntó él, se notaba que estaba nervioso.

—Puedes hacer lo que quieras —dijo ella con tristeza.

—No quiero que te sientas obligada a hacer nada. Puedo decirle a mi abuelo que lo hice y que la pasé bien. Solo hablemos hasta que te sientas en confianza.

Las palabras del joven frente a ella la dejaron impactada. ¿Quién sería capaz de gastar tanto dinero y no querer obtener la recompensa?

—¿Puedo saber tu nombre? —preguntó ella.

—Te lo diré cuando me vaya —jugó él.

—¿Y cómo te diré mientras estés aquí? —preguntó ella riendo.

—¿Qué tal si yo soy Romeo y tú eres Julieta? —preguntó él satisfecho, aunque se le acababa de ocurrir.

—Está bien, Romeo, ¿quieres besarme ahora? —preguntó ella y él se acercó. Su corazón latía con fuerza, tanta que temía que la chica a su lado se diera cuenta y se burlara de él.

Él acercó sus labios y se besaron con más entusiasmo del que ella esperaba.

—Este no es tu primer beso —ella se había dado cuenta.

—No, he tenido novia. Actualmente, me gusta una chica del colegio.

—¿Y por qué no estuviste con ella? —preguntó Cielo.

—Es que tengo miedo de lastimarla. Mis compañeros siempre dicen que el mío es mucho más grande que el de ellos.

—Déjame verlo —ordenó Cielo, aunque ella nos sabía con qué compararlo. Nunca había tenido uno en frente.

Ambos exploraron el cuerpo del otro esa noche, y poco a poco se fueron quitando la vergüenza. Sin embargo, cuando Romeo trataba de ponerse el condón, su amigo no respondía.

—Debes estar nervioso —dijo Cielo y después de sacárselo trató de hacer que volviera a ponerse duro y lo acomodó en su hendidura—. Tal vez podemos empezar así. Pero debe ser nuestro secreto.

—Eso sería genial —aseguró él bastante excitado.

Ella se subió sobre la erecci*n del muchacho y después de acomodarlo trató de bajar para que este entrara en ella. Sin embargo, parecía que no quería entrar.

—¿Será el tamaño? —preguntó él algo molesto.

—Relájate o harás que también me ponga nerviosa.

Después de varios intentos al fin ambos tuvieron su primera vez. Ninguno de los dos estaba enamorado del otro. Sin embargo, algo especial se apoderó de ellos esa noche. Cuando se cumplió el tiempo y él debió salir, le dejó su número de teléfono escrito en una tarjeta de presentación de la empresa de su familia.

—Me quedaré una semana con mi abuelo, él tiene negocios aquí. Lláma mañana a la noche y diles que eres Julieta, te pasarán conmigo —le aseguró él y después de vestirse salió por la puerta.

—¿Y tu nombre? —preguntó ella como si estuviera esperando aún.

—Ah, sí. Me llamo Miguel, Miguel Dinamo. 

Autora: Osaku

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