Un Cielo tormentoso - Parte I

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Capítulo noventa y dos 

Melanie había pasado una noche horrible después de que su madre la abandonara en manos de su padrastro. Él la había obligado a verlo mast*rbarse mientras se burlaba de ella después de haberla golpeado. Sin embargo, Melanie no tenía a quién acudir. No había familia, amigos, ni nadie que pudiera creerle. En el colegio no se llevaba bien con sus compañeras, había un grupo en particular que se la pasaba molestándola. Por lo que ese tampoco era lugar como para ir después de lo que le había ocurrido.

Al día siguiente su padrastro se fue temprano a trabajar, la saludó como si nada hubiera pasado. Melanie había leído mucho en la biblioteca pública. Por lo que recordó haber sacado por accidente un libro que hablaba sobre las conductas de las personas, y en una parte decía que muchas veces los sujetos usaban el alcohol o las drogas para mostrar una parte de sí mismos, que no se atrevían a hacerlo frente a la sociedad estando lúcidos. Ella estaba segura de que él argumentaría que lo que había pasado solo era producto de su borrachera. Ya lo había escuchado pedirle disculpas a su madre después de haberla golpeado.

Ese día faltó al colegio, necesitaba pensar. Aún era pequeña, por lo que no tenía demasiada idea de cómo manejarse en la vida. Se quedó bajo la lluvia a un par de cuadras de donde estudiaba. Su mente estaba en blanco, cuando de repente una mujer se le acercó.

—Niña, debes irte de aquí —dijo la mujer, pero Melanie no la escuchó—. Niña, no puedes estar aquí.

—¿Disculpe? —Melanie tenía el labio partido e hinchado por la golpiza que su padrastro le había dado.

—Dije que te vayas, si viene mi jefe se enojará —dijo la mujer mientras prendía un cigarrillo.

Hacía frío, pero su vestido era muy corto. Se había maquillado mucho para ser que era de día y se notaba que no iba a una fiesta. Llevaba un paraguas del mismo color que sus tacones, rojo eléctrico.

—No puedo ir a la escuela y no quiero volver a casa. Quiero estar aquí —dijo Melanie temblando. Le molestaba que no la dejaran sufrir en paz.

—¿Tus padres te golpean? —preguntó la mujer, pero no esperó la respuesta—. Deberían morir todos los que les pegan a los niños.

—Estoy de acuerdo —dijo Melanie sin mirarla, cuando un hombre grande se acercó.

—¿Qué haces hablando? Ve a trabajar —le dijo a la mujer que estaba cubriéndose de la lluvia.

—No hay coches, ¿cómo quieres que haga? —dijo está molesta mientras empujaba a Melanie para que se fuera.

En ese momento la joven se molestó, no había entendido la razón por la que la mujer la echaba. Sin embargo, al escuchar cómo el hombre le daba un golpe en la cara entendió que solo la estaba protegiendo. Era la primera persona que lo hacía desde que había nacido. Melanie se escondió tras escuchar otro golpe, solo salió cuando el tipo se fue. Trató de acercarse de nuevo a la mujer, pero un coche paró y después de que ella hablara con el conductor, se subió. Y el automóvil siguió camino. Una prostituta la había ayudado.

Pasaron unos cuantos días y la historia se repetía, su padrastro bebía, la golpeaba y después le pedía que lo viera mientras se tocaba. Después de una semana el engendro ese le pidió que abriera la boca y se vino sobre su rostro. Había aprendido a no golpearla en la cara, ya que habían llamado del colegio para preguntar por Melanie.

Ella dejó de trabajar en la tienda cerca de la escuela y regresó a la biblioteca, era el único lugar donde podía pensar tranquila. Tal vez podría envenenar a su padrastro. Pero eso solo la dejaría en la calle, tal vez en un reformatorio. Sabía que pronto él se animaría a más y su cuerpo lo padecería. Aunque lloraba cuando él la golpeaba. Melanie había aprendido a manipular su llanto. Se había dado cuenta de que cuando se quedaba sin aire él dejaba de golpearla, por lo que empezó a hacerlo cada vez más rápido. Mayormente, una niña sometida a ese tipo de cosas se sentiría aterrada. Por el contrario, Melanie solo quería soportar hasta que fuera el día del viaje escolar para después huir de casa. Entendía que no sería fácil, pero seguía reflexionando sobre de qué manera debía hacerlo. No era de las personas que se rendían.

Una tarde estaba pensando si era necesario volver a casa esa noche, ya que vendrían los compañeros de trabajo de su padrastro. Aunque si no lo hacía debía ser definitivo, porque volver en otro momento implicaba soportar una paliza más dura. La golpearía cuando la viera de nuevo.

Melanie se dio cuenta de que se encontraba completamente sola. No podía hablar con nadie de lo ocurrido. Pidiera donde pidiera ayuda, existía la posibilidad de que no le creyeran, como en el colegio cuando la molestaban. Cuando los profesores preguntaban quien había empezado la pelea, todos decían que había sido ella, aunque eso no fuera cierto. Su madre una vez había hecho una denuncia en la comisaria porque una de sus parejas la había golpeado y aunque lo arrestaron, lo dejaron ir. Habían tenido que huir en medio de la noche de la casa del tipo porque trató de lastimar a su madre. No solo era muy estúpida y se metía con los tipos incorrectos, sino que siempre eran unos malditos ebrios y golpeadores. 

Autora: Osaku

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