Detrás de la máscara

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Capítulo ciento cuarenta y tres

Carmen había venido a verme a la oficina. Normalmente, le decía a mi secretaria que le pidiera que se marchara. Pero después del desplante que me había hecho Alondra en casa, y de cómo había tenido que descargarme al irse, necesitaba vengarme. Hasta ahora no había necesitado masturb*arme en más de diez años, desde que me había iniciado en el sex*. Sin embargo, esta mujer se atrevía a entrar en mi casa, ponerme su cul* en la cara, dejar que la besara. Incluso tuvo el descaro de permitirme disfrutar del manjar que eran sus preciosos pech*s para después decirme que no había sido nada.

Yo era un hombre deseable, incluso para mujeres como Carmen que tenían a todos a sus pies. Y Alondra, me mostraba que, aun así, me veía como un ser insignificante. Observé su reacción cuando Carmen entró y me coqueteó. Estaba especialmente feliz porque la había atendido y trataba de convencerme de salir a almorzar con ella y mi madre. Algo que no era de interés para mí, sin embargo, dejé que se acercara. Así, Alondra entendería que, aunque me despreciara, aún había mujeres interesadas en mí. Sin embargo, no reaccionó, incluso trató de dejarnos a solas escapando de la oficina mientras Carmen trataba de besarme.

—Alondra espera —dije y se detuvo.

—¿Sí? —preguntó ella con esa cara de póker que me enloquecía.

—Dile a mi secretaria que no me interrumpa. Y por el resto del día no regreses. —Estaba furioso con ella.

—Ala, no te reconocí —dijo Carmen acercándose a ella.

—Hola. —Maldita mujer. A Carmen le sonrió.

—Disculpa haber sido tan descortés, estoy queriendo convencer a Rafa para que salga a almorzar, pero en muchas ocasiones dice que tiene mucho trabajo.

Mi plan por poner a Alondra celosa había fallado rotundamente. Carmen había empezado a parlotear con ella.

—Tengo una idea. ¿Por qué no vienes tú con nosotras? —dijo mi despistada y atolondrada prometida, y abrí grande los ojos. No iba a dejar a Alondra en manos de mi madre. Si bien no creía que fuera capaz de asesinar a nadie, mi madre seguía siendo una serpiente. De todas maneras, por la expresión de Alondra seguramente no aceptaría.

—Me encantará aceptar. Además, ya estoy desobligada —dijo la maldita mujer y tuve que ponerme de pie para acompañarlas. Si mi madre se enteraba de que Alondra era la prima de Melanie, e hija adoptiva de mi padre, sería capaz de armar un escándalo.

—Carmen, avísale a mi madre que me haré lugar para comer con ustedes. Por lo menos unos minutos —dije poniéndome de pie—. Alondra, ¿podemos hablar? Es urgente.

—Claro, será genial —dijo Carmen y salió de mi oficina.

—¿Qué carajo estás haciendo? Pensé que odiabas a los ricos mimados —dije molesto.

—Solo acepté la invitación de una amiga.

—Sabes que mi madre aborrece a tu familia. Si ella se entera de que tú eres la hija adoptiva de mi padre... —dije, pero ella me interrumpió.

—¿Me mandará a asesinar? ¿Así como tu familia se encargó de mi hermana Cielo? —preguntó ella y suspiré con fuerza y maldije en silencio.

—No vengas al almuerzo —le pedí.

—No crees que tu familia es la responsable de la muerte de mi hermana, pero no quieres que me acerque a tu madre. Dices que es capaz de mucho. Quiero ver con mis propios ojos a que se atreve esa mujer —dijo ella dispuesta a salir de la oficina. Sin embargo, la retuve.

—No juegues con fuego. Mi madre no es una persona fácil —le aseguré.

—Yo tampoco —dijo ella y se apartó.

Alondra y yo bajamos en el ascensor sin hablar. Cuando llegamos a recepción mi madre y Carmen nos esperaban. Mi prometida sonrió y le presentó a mi madre y esta la escaneó completa.

—Me encanta tu camisa —dijo mi madre sonando simpática y cuando me acerqué besó mi mejilla—. Hijo, no sabía que tenías una nueva asistente. Carmen dice que Ala es su amiga.

—Ella no trabaja para nosotros. Es la abogada de Melanie, te dije que trataríamos de llegar a un acuerdo para que pueda heredar la parte de la empresa de Miguel —le expliqué mientras entrábamos a la limusina.

—Cariño, ¿así que conoces a Melanie? Qué sorpresa más agradable. ¿De dónde la conoces? O solo te contrató por recomendación de los Pirca.

—De hecho, también llevo las cuentas de la señorita Brown con la familia Pirca. Ella está pidiendo que se evalúen sus dos herencias, tanto la de su abuelo paterno como la de su padre —dijo hábilmente Alondra, sin decir de donde conocía a Melanie.

—Es interesante, ¿y cómo te está yendo con los Pirca? Sé que no estamos a su altura, pero lo intentamos —dijo mi madre tratando de sonar agradable con Alondra.

Alondra había resultado ser muy buena actuando, después de lo que mi padre le dijo a Leonardo, esperaba que ella no quisiera acercarse a mi familia. Sin embargo, o era muy lista o demasiado ingenua. Una vez que mi madre y Carmen descendieron, no pude evitar tratar de ponerla nerviosa, necesitaba saber qué era lo que estaba planeando, ver detrás de su máscara.

—¿Cómo haces para verte hermosa incluso cuando estás nerviosa? —pregunté, como un tonto, pero no se inmutó.

—No te pases de listo, tu prometida y tu madre podrían escuchar —dijo descaradamente y luego salió del coche pasándome su cul* por la cara. Recordé el hilo que me había dejado ver la noche anterior y me odié por haberla provocado.

Durante el almuerzo, mi madre se comportó como lo hacía siempre con alguien a quien trataba de agradar. Le recomendó un vino para beber, pero Alondra se negó a probarlo. Su excusa fue el trabajo. Sin embargo, parecía que esta chica no se rendiría y seguiría fingiendo con mi madre. Era demasiado incómodo, y aunque mi madre notó mi insatisfacción la relacionó con la presencia de Carmen.

—Deberías darme una de tus tarjetas, se necesita sangre joven en la empresa de los Dinamo —dijo mi madre y me di cuenta de que deseaba averiguar más de Alondra. Ya que esta no le había dicho su apellido y era descortés preguntárselo. ¿Cómo se salvaría después de una jugada tan meticulosa?

—Lo siento, firmé un contrato con la señorita Melanie Brown por un año. No puedo representar a nadie más hasta que no terminemos de colaborar —dijo Alondra y me pregunté si ella tenía suerte o estaba mintiendo—. Mi clienta me pidió que le diera esto.

—No trabajemos ahora —dijo mi madre, pero miró el sobre.

—Disculpe, pero no pretendía quedarme a almorzar con ustedes. Solo estoy haciendo mi trabajo —dijo Alondra y se puso de pie.

—Esto es una locura —reprochó mi madre molesta. 

Autora: Osaku

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