La confesión de Lena

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Capítulo ciento ocho

Después de que Pablo se fuera, Lena tomó otro trago de agua ardiente.

—No hablemos de eso. Por favor —pidió Melanie, aunque sabía que su amiga no dejaría el tema tan pronto.

—¿Por qué nunca me dijiste que era así? Ni el de Leonardo se pone tan grande y eso que me cuesta metérmelo en la boca.

—Lena, no quiero saber eso —dijo Melanie sonrojada.

—Te digo, ese hombre morirá joven. ¿Hace suficiente ejercicio? No se le parará cuando sea viejo.

—Lena.

—¿Sí? —preguntó mientras se servía otra copa. Como si lo que dijera no tuviera que avergonzar a nadie.

—¿Podemos dejar de lado el pen* de Pablo? —Melanie estaba muy preocupada por ella—.

Dime que te pasó. ¿Por qué te fuiste como si estuvieras huyendo y no me hablaste en todo ese tiempo?

—Me enamoré de Leo —confesó Lena y Melanie la miró sorprendida.

—Por fin te das cuenta. —suspiró Melanie.

—Eso no quiere decir que vaya a salir con él —le aclaró su amiga.

—¿Por qué? —preguntó Melanie consternada. Leo quería a Lena, se notaba cuán preocupado había estado esos días. Casi no sonreía y siempre estaba pensativo.

—No puedo estar con alguien, vivo teniendo pesadillas sobre mi infancia. Mi padre abusaba de mi madre cada vez que volvía a casa, desde que tengo memoria. Ni siquiera sé si ella alguna vez lo amó o si no conocía otra cosa que terminaba eligiendo soportarlo. A veces la insultaba, otras veces la golpeaba, y hasta la... —Lena se puso tensa, sabía que Melanie entendía sin que lo dijera.

—Leo jamás te haría algo así —le aseguró Melanie.

—No lo entiendes Mel. Si vieras a mi padre, parece el hombre más dulce del mundo. Jamás creerías que ha sido un sádico con mi madre.

—Aun así, Leonardo no es tu padre. Y tú no eres tu madre, él no te lastimará.

—¿Y si quiero que lo haga? —preguntó Lena con tristeza.

—¿A qué te refieres? —Melanie se quedó mirándola con angustia.

—El sex*, no puedo hacerlo como otras personas. Necesito que me dominen, que me lastimen, incluso que me fuercen. Eso es lo que más me gusta —explicó Lena—. Y si luego me maltrata y lo acepto. Tengo pesadillas con mi padre golpeando a mi madre. A veces eso me hace mal, y otras ... Es molesto sentirme así cuando estoy con un hombre, como si necesitara que él me forzara para poder estar satisfecha. Después me quedo desconcertada, no sé si fue por mutuo acuerdo o si él abusó de mí.

—Necesitas ir a un psicólogo. No porque esté mal disfrutar del sex* rudo. Si no porque necesitas poner tu mente en orden. No es tu culpa que disfrutes eso, no es algo que elegimos conscientemente. Sin embargo, está en ti elegir tener una relación sana —le aconsejó Melanie mientras sostenía la mano de su amiga.

—Tengo miedo. Nunca salí con nadie.

—Es normal, yo estoy aterrada. —Melanie sonrió—. Nunca pensé en que podía enamorarme de un hombre como Pablo y que él me quisiera también. Ni que tuviéramos que enfrentar tantas cosas juntos en tan poco tiempo. Lo amo, y sería capaz de cualquier cosa por él. ¿Qué tan sano es eso? —le preguntó Melanie a su amiga.

—Supongo que sí, cuando quieres de la manera en la que tú lo haces... ¿Sabías que era de ese tamaño la primera vez que lo hiciste con él?

—¡Lena! —Melanie y Lena sonrieron, por fin esta última había logrado abrirse con alguien.

Sin embargo, cuando Melanie miró en dirección al ascensor, Leonardo estaba ahí. ¿Cuánto habría escuchado?

—Leo —Melanie se sorprendió.

—Mel, ¿podrías darnos unos minutos? Necesito hablar con Lena —dijo él de manera calmada y con una voz más suave que lo habitual.

—Sí, claro. —Melanie miró a Lena esperando que confirmara con la mirada que aceptaba quedarse a solas con él.

—Prometo comportarme —aclaró Leonardo y Melanie se marchó.

—¿Qué quieres? ¿Escuchaste lo que dijimos? —preguntó Lena como si estuviera molesta, y sin mirarlo.

Leonardo no dijo nada, solo la abrazó y se quedó con ella unos minutos en esa posición, su pech* contra la espalda de la mujer que amaba.

—¿Qué haces? —preguntó Lena confundida.

— Lena, te juro que jamás te pondré una mano encima a menos que ese sea tu deseo —indicó Leonardo—. Para mí también es extraño. Mi madre siempre fue muy autoritaria, mi padre se mostraba como un hombre fuerte ante los demás, pero solo complacía a esa mujer en todos sus caprichos y no tenía voz ni voto en casa. Nunca desee una relación con una mujer porque la de mis padres era horrible, aunque en público se mostraban amorosos, vivíamos una farsa.

—¿Por qué me lo cuentas? —preguntó Lena.

—Quiero ser honesto contigo. Si salimos, si me aceptas, deberé aprender a ser una buena pareja. Ya que solo conozco lo malo de las relaciones.

—¿Me estás queriendo decir que estamos igual de traumados? —preguntó Lena molesta.

—No, de solo pensar en que alguien es capaz de golpear a una niña me hierve la sangre.

—¿Por qué me miras así? —preguntó ella cuando se dio vuelta, tras notar que la expresión de Leonardo había cambiado en ese momento.

—Abrázame y no dejes que me vaya o buscaré y mataré al hombre que te ha hecho sufrir tanto —dijo Leonardo y Lena notó lo tenso que estaba.

—¿Serias capaz de hacer una tontería como esa por mí? —preguntó ella con una risa nerviosa. —No soporto saber que alguien te ha hecho daño, y menos tus padres.

—Vamos a tu cuarto —dijo ella notando que él empezaba a excitarse, aunque estaba furioso y triste. Él estar así con ella, sentir el aroma de su cabello y su piel mientras lo abrazaba había hecho que su cuerpo reaccionara.

—No, quiero hacer las cosas bien. Empecemos de cero. Conozcámonos como haría una pareja normal. Salgamos, tengamos citas y dejemos que el sex* sea solo una confirmación de lo que sentimos el uno por el otro. —Leonardo temía no poder ser la persona adecuada para Lena.

—No me gustaste porque eras como los demás. Si quisiera eso saldría con otra persona —dijo Lena dándole a entender que ya eran algo. 

Autora: Osaku

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