Soy toda suya

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Capítulo cincuenta y uno

—Te amo —las palabras de Pablo vinieron acompañadas de una expresión extraña. Era como si no hubiera querido decirme eso.

—Entonces no te detengas —le dije para que dejara de pensar.

Yo había sido la que lo provocó desde el principio. Tal vez él estaba cansado, preocupado por su trabajo o incluso atento a Caín. Y yo como una degenerada había venido a buscarlo para tener contacto físico. No había podido evitarlo, había estado todo el día deseándolo, incluso cuando fui a mi dormitorio. El que él había preparado con tanto esfuerzo para mí, no pude dormir. Necesitaba de él, anhelaba sus besos y sus caricias.

Me contradecía, le había pedido tiempo para olvidarme de Isaac, pero lo había ido a buscar apenas pude. Me sentía mal por ello, pero todos mis pensamientos desaparecían cuando él rozaba mi cuerpo con el suyo.

—Mel, siento que no aguanto más —me indicó y le pedí que se dejara ir en mi interior.

Aún no me había mostrado sus laboratorios, pero confié en que no estaba enfermo. Estaba siendo muy descuidada, yo no era así. Sin embargo, con Pablo me sentía en las nubes. Cada vez que él estaba conmigo, incluso si solo permanecía a mi lado. Mi cuerpo reaccionaba a él, lo deseaba y mi mente parecía desconectarse. Este hombre era imponente, con un cuerpo escultural y esos ojos oscuros que me hacían sentir desnuda incluso cuando estaba en la calle a diez grados bajo cero.

—Pablo —dije sin poder evitarlo cuando él se frotaba contra mí permitiéndome llegar también.

—Quiero escucharte así a diario, eres mi afrodisiaco —dijo y me sostuvo mientras yo me incorporaba.

Todo lo que decía, lo que hacía, todo él me podía. Cuando no lo tenía cerca mi cabeza daba vueltas, temía que me quisiera solo por parecerme a Cielo, aunque me hubiera dicho que esa no era la razón. Me preguntaba cuanto tiempo podría ser que me necesitara a su lado, tal vez solo quería descargar conmigo una frustración que dejó a medio camino con su ex. Sin embargo, cuando me miraba todo eso desaparecía, cuando acariciaba mi mejilla o besaba mis labios dejaba de importarme si me estaba usando. Si era necesario, sufriría después, ahora solo quería disfrutar de cada una de las emociones que me atravesaban cuando estaba con él.

—Lo siento, te ensucié —dijo al notar cuanto había llegado. La primera vez me ahogué un poco y ahora desbordaba de mi interior.

Supuse que eso era algo normal, mi cuerpo no toleraba algo más que él, ya que me llenaba completa.

—No salgas —le rogué y presioné mi interior para que me sintiera.

—Mel, ¿qué haces? —él sonrió y yo también.

—¿Ya no quieres seguir? —le pregunté y lo besé.

—Quisiera estar dentro tuyo cada minuto del resto de mi vida. Es solo que necesitas descansar —dijo y me froté contra él, aunque me dolía un poco hacerlo después de llegar.

—Harás que se vuelva a poner duro, por favor no sigas —dijo como si él disfrutara eso.

—Dime, ¿siempre eres así de insaciable? —¿Por qué le preguntaba eso?

Estaba segura de que me pondría celosa, pero antes de que él me respondiera lo besé. Sin embargo, él apartó su boca de la mía y después de besarme en el cuello respondió.

—No, solo tú me provocas así. La verdad es que siempre usé preservativo con otras mujeres, incluso con mi ex. Y no lo hacía más de dos veces si tenía muchas ganas, pero tú eres distinta a todas. Ya te lo dije, eres única Melanie.

—Pero ibas a casarte con ella —¿estaba planteando eso mientras lo hacíamos?

Él me trató de apartar para que habláramos; sin embargo, me seguí moviendo, deseaba tenerlo dentro mío, era la única manera en la que soportaría lo que fuera que estuviera por decirme.

—Mel, eso fue en el pasado y no es lo que crees —dijo él poniendo mala cara. Sus ojos eran más oscuros que de costumbre—. Si dejas de moverte puedo explicarme.

—¿Quieres que deje de moverme? —le pregunté tratando de cambiar de tema, no estaba segura de querer saber sobre ella.

—Quiero ser tuyo como tú lo desees —dijo y me besó.

***

Desperté cuando Lena se sentó en mi cama. Miré para todos lados y al no ver a Pablo me relajé un poco.

—Tranquila, dormilona, estás bien con el tiempo. Anoche te quedaste hasta muy tarde pintando. Es normal que tengas sueño. Pero el jefe de la casa me pidió que viniera a llamarte para desayunar —Lena parecía estar de buen humor.

—¿Te disculpaste con Leo anoche? —le pregunté mientras me levantaba para vestirme.

—Sí, se la chupé —dijo y la quedé viendo—. A mi manera de ver vale como disculpa.

—Lena —me tapé la boca con la mano.

—No me digas que no está como para comérselo —indicó ella y tuve que darle la razón, Leo era muy lindo—. No será tu dios griego, pero un dios romano seguro.

Las dos sonreímos, me gustaba poder volver a ser así con ella.

—¿Qué haremos con la universidad? —me preguntó y se recostó en mi cama.

—¿A qué te refieres? —le pregunté.

—Pablo quiere ponernos escoltas policías, dice que se verán cómo estudiantes e irán de civil. Discutimos por eso, no quiero nadie que esté siguiéndome. Sin embargo, yo tengo como dos meses más antes de poder asistir, pero tú debes volver. ¿Aceptarás que ponga a alguien para que te cuide? —me preguntó y me quedé pensando.

—La verdad es que a mí no me molesta, no es que tenga algo que ocultar y si nos protege de Caín sería bueno poder volver a cursar. ¿Leo también tendrá a alguien? —pregunté y ella me dijo que si, dos supuestos asistentes.

—Imaginé que estarías de mi lado —dijo molesta.

—Si quieres puedo pedirle que no ponga a nadie para que te esté cerca, pero Lena —dije y tomé sus manos—. ¿Si Caín te vuelve a lastimar?

Ella sonrió y me dio un beso en la frente. Lena era un poco más alta que yo.

—Lo haré por ti, para que te quedes tranquila. Pero me debes una —dijo sonriendo.

—Cuéntame sobre Leo —dije y nos sentamos de nuevo. 

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