Tensión en la oficina

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Capítulo ciento treinta y tres

Rafael había sentido la necesidad de estar frente a Alondra para conversar. Al quedar a solo un metro de la muchacha continuó hablando.

—La información a la que vas a acceder solo personal específico puede manejarla, soy el director de esta sucursal, y el único que tiene acceso en este momento. Por lo que tendrás que despreocuparte por eso. Haré lo que haga falta por Melanie.

Él movía la boca y ella solo podía escuchar levemente su voz. Algo había hecho que se obnubilara. Tal vez su traje, su presencia o su porte, pero se veía distinto a cuando estaba fuera del trabajo.

—¿Entendido? —preguntó Rafael y Alondra pestañeo.

¿Qué le había dicho?

Prefirió quedarse en silencio y dirigirse al escritorio que él le había preparado. Prendió su computadora y empezó a trabajar. Rafael parecía bastante organizado, ya que le había dejado las contraseñas anotadas en una pequeña agenda.

—No puedes llevarte nada ni sacar copias. Nada más constatar que la información que te di es la correcta —dijo, resoplando, se había puesto detrás de ella, sorprendiéndola—. No te pregunté, ¿estás mejor?

Ella esperaba que él no le hablara sobre la noche anterior. Sin embargo, había pensado como justificarse.

—El alcohol me hace mal —dijo ella en modo neutral, aunque el perfume de Rafael empezaba a revolverle el estómago. ¿Por qué usaba una colonia tan fuerte?

—Así parece —dijo él más cerca, le había gustado el aroma que ella despedía—. Algunos días te pone agresiva, otros, melancólica. ¿Debería invitarte a beber para saber cómo te pone hoy?

—Debo trabajar —dijo ella para marcar distancia.

—Bien, yo también —Rafael fue consciente de que se había pasado con ella.

Aun así, no pudo concentrarse en el trabajo. Tenerla en frente para controlarla había sido su primera idea, pero ahora que ella estaba ahí no le parecía tan bueno. Sobre todo, la elección de ese escritorio de vidrio trasparente. Podía notar como ella movía sus piernas cada vez que cambiaba de posición.

¿Por qué le gustaban tanto las piernas de esa mujer? No eran especiales, aunque eran delgadas, tenían una bella forma y le hacían lucir esos tacones. Por un momento deseo tenerla sobre su cama luciendo solo los zapatos, y su cuerpo reaccionó a esa imagen mental.

—Mierd* —dijo Rafael y ella levantó la vista. Él tomó rápidamente un documento y empezó a leerlo para disimular. ¿Por qué no podía sacársela de la cabeza?

La secretaria de Rafael entró y después de hablar con él un buen rato lo ayudó a concentrarse en otra cosa que no fuera Alondra. Sin embargo, cuando él se puso de pie para ir a almorzar, ella también lo hizo. Por lo que no le quedó otra opción que invitarla a comer con él.

—Tengo poco tiempo —dijo Alondra mirando su reloj.

—También yo —espetó Rafael y tomó sus palabras como un sí. Por lo que cuando subieron al ascensor presionó directamente el botón de planta baja.

—¿No comeremos en el bar del edificio? —preguntó ella sorprendida.

—No —él no quería encontrarse con su prometida. Su madre lo había obligado a estar en pareja con Carmen, aunque ninguno de los dos estaba de acuerdo con ese compromiso. Sin embargo, hacía un tiempo que ella se había empezado a mostrar más interesada y prefería evitar confusiones.

Una vez que bajaron a recepción Rafael aminoró la marcha, recién se daba cuenta de que Alondra caminaba con dificultad para ir a su lado. Ya que su vestido no le permitía abrir sus piernas. Esas bellas y provocadoras piernas, pensó él y se tensó.

—¿Estás bien? —preguntó Alondra.

—Sí, vamos —dijo nervioso.

Al llegar al restorán, Rafael le acercó la silla a Alondra. No entendía cómo las mujeres usaban prendas tan incómodas para moverse.

—Deberías vestir más acorde a tu cuerpo —dijo él y se dio cuenta de que se había equivocado al emplear esas palabras.

—¿Y qué sería eso? —preguntó ella molesta.

—Tienes piernas bellas, pero cortas, por lo que si encima utilizas un vestido que te restringe la capacidad para abrirlas te llevará más pasos, hacer la misma distancia —dijo él, algo nervioso.

—Me estás queriendo decir que estarías más cómodo si emplease prendas que me permitieran abrirme de piernas. —Alondra lo miró. Ella misma no había entendido la sugerencia que estaba haciendo.

—Disculpa, no debo entrometerme —dijo él y llamó al mozo—. Por favor, dos menús del día. El mío bien cocido.

Alondra se dio cuenta de sus palabras y se sonrojó.

—Tú, ¿cómo lo prefieres? —preguntó Rafael y ella lo miró aterrada.

—¿De qué hablas? —ella seguía pensando en sus bellas piernas.

—El corte de carne, ¿lo prefieres cocido o a término medio? —preguntó Rafael tratando de no mirarla.

—Cocido —llegó a decir ella.

—¿Van a tomar vino? —preguntó el mozo.

—Voy al baño. —Alondra se puso de pie, y se fue antes de que Rafael respondiera.

—Prefiero agua tónica para mí. Cuando traiga la comida le preguntaremos a la señorita —dijo Rafael tratando de respirar con calma.

Al final, Alondra pidió agua mineral, ninguno de los dos se sentía seguro al beber. Además, debían regresar a compartir la misma oficina.

—La última vez que comí un filete como este fue una Navidad —dijo él para llenar el vacío del silencio.

—¿No comes carne? —preguntó ella mirándolo.

—Normalmente no, pero para las ocasiones especiales mi madre insistía —dijo Rafael tratando de relajarse. Parecía que estuviera en una cita—. De hecho, mis hermanos y yo pasamos casi toda nuestra infancia en un internado. Al cumplir seis nuestra familia nos obligaba a ir a estudiar y solo regresábamos a casa en las vacaciones. Y aunque muchas veces nuestros padres no estaban siempre comíamos juntos en Navidad, sin importar lo que ocurriera o el esfuerzo que hubiera que hacer.

Alondra se sintió un poco mal por él. Cuando su padre, mejor dicho, el señor Albear, vivía con ellos siempre estaba presente en sus cumpleaños y los fines de semana. A menos que tuviera que trabajar o irse con su otra familia, era lo que Alondra había interpretado recientemente. Parecía surrealista hablar con ese muchacho, el cual había sido criado por el mismo hombre que ella, pero que no había recibido las mismas cosas. 

Autora: Osaku

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