Un animal descontrolado

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Capítulo setenta y siete -

Por la tarde Lena volvió al hotel y luego de despedirse de Rafael, subió a la suite. Esta llevaba seis bolsas, todos eran regalos del joven pelirrubio. Ella no iba a rechazar las prendas, después de todo se había quemado toda su ropa en el edificio.

—¿Qué demonios hacías con mi hermano? —preguntó Leonardo entrando al cuarto de Lena sin permiso.

Él estaba furioso después de que Rafael lo llamara para pedirle que no se preocupara, y aclararle que no necesitaba que espantara a las mujeres que se le acercaban. También le hizo saber que Lena le gustaba, y si su hermano mayor no la tomaba en serio, tal vez él si lo haría. Rafael le había dado un buen sacudón a Leonardo. Quien hasta el momento pensaba que tenía a Lena donde quería.

—¿Qué te pasa? ¿Quién te dio tanta confianza? —preguntó ella desnuda, estaba por tomar un baño cuando él irrumpió.

—No estoy jugando contigo —Leonardo agarró del cuello a Lena y la llevó contra la pared haciendo que esta se golpeara la cabeza.

—¿Ahora eres un tipo malo? No te tengo miedo —refunfuñó ella, y él la abofeteó sin previo aviso.

Estaba seguro de la clase de mujer que era y no iba a permitirle salir con Rafael.

—Te dije que con mi hermano no te metas, tú no eres Pablo. Jódeme y me aseguraré de que te arrepientas de ello.

¿A caso Leonardo estaba amenazando a Lena? ¿Por qué le había dicho eso?

—Púdrete —dijo Lena y lo escupió en la cara.

No iba a dejar que un tipo como él la tratara como basura. Sobre todo, porque había tenido el recaudo de mantener lo suyo con Rafael como una amistad. Sin embargo, aquí estaba pasando algo y ella no se quedaría tranquila hasta saber de lo que Leonardo era capaz. Incluso si esto implicaba algo malo para ella, protegería a Melanie de estos malditos locos.

—Te la dejaré pasar porque no me conoces, pero vuélvelo a hacer y te juro que...

Leonardo no pudo terminar de hablar, ya que Lena volvió a escupirlo, y seguido a eso trató de pegarle una patada en la entre pierna. Sin embargo, él la tomó por los brazos, la llevó casi arrastras a la cama y la puso boca abajo. Ambos estaban compitiendo por mostrarse como el dominante en su enfermiza relación.

—No lo entiendes, ¿cierto? —Leonardo estaba furioso.

Cielo ya había jodido a Miguel, no dejaría que otra mujer de esa clase se metiera con Rafael. Su hermano menor era distinto a Miguel, mucho más débil. Por lo que una mujer así podría llevarlo no solo a la locura, sino a suicidarse.

Miguel se había metido con esos tipos en parte porque quería mostrarle a Cielo de lo que era capaz, y aunque era algo que solo Leonardo sabía, no estaba dispuesto a contárselo a nadie. Era mejor que todos pensaran que era culpa de Caín y Pablo lo que le había ocurrido a su hermano mayor.

—¿Vas a violarme? —Lena no le temía, y se lo hizo saber.

—Eres solamente una perra que me cojo cuando estoy caliente, como ahora. No confundas mi amabilidad con debilidad —Leonardo abrió las piernas de Lena; y sin preparación, besos o caricias, se introdujo en ella con fuerza. Haciendo que la joven mujer se estremeciera del dolor.

Lena apagó un grito en la almohada, ya que Leonardo presionó su cabeza hacia abajo con la mano, dejándola sin aire. Estaba a su merced, con él sobre su cuerpo, presionando en su interior. Este hombre la trataba muy distinto a las veces anteriores, eso no era pasión. Estaba usando el sexo como advertencia.

Lena no pudo evitar disfrutar de sentir que perdía el control, la excitaba estar con un hombre que se lo hiciera de ese modo. Nunca pensó que sería así, otra mujer en su lugar ya estaría llorando, pero ella deseaba que continuara y empezara a embestirla con fuerza. Anhelaba que perdiera el control y la poseyera como una bestia. ¿Qué rayos había en su cabeza para pensar así?

—Vas a hacer silencio mientras me descargo en tu interior —dijo Leonardo al notar como ella trataba de apartar la cabeza de la almohada. Él mordió su cuello haciendo que ella contrajera todo su cuerpo en un tono de desesperación—. Por cada grito tuyo que escuche voy a morderte de nuevo. ¿Entendiste?

La voz de Leonardo había cambiado, en un tono oscuro, lúgubre. Ella movió su cabeza a modo de afirmación, para que le permitiera respirar. Era la primera vez que sentía algo de temor estando con él. Su pecho se hinchaba con la misma velocidad que le exigía al correr grandes distancias, sentía que iba a desmayarse.

—Si le cuentas de esto a alguien, la próxima no seré tan compasivo —le advirtió después de lamerle la marca de sus dientes en su cuello y empezó a embestirla con fuerza, una y otra vez. Ella no sabía de lo que era capaz el verdadero Leonardo—. Mi hermano es todo lo que me queda y no dejaré que una loca como tú le joda la vida. Si vas a hacerlo con alguien será conmigo.

Lena trató de pensar en otra cosa mientras él la poseía de esa manera, no quería darle el placer de notar que ella lo disfrutaba. Pero no pudo, ya que Leonardo la dio vuelta y le exigió que lo viera a los ojos mientras se lo hacía.

—Me gusta que me temas —el rostro de Leonardo estaba transformado, no parecía una persona, se había convertido en un maldito animal.

Lena sintió un sabor amargo en su boca que quemó su garganta. ¿Qué era lo que él le había dejado tras besarla? Sin embargo, cuando ella trató de cerrar los ojos para dejarse ir sabiendo que estaba cerca, él salió de su interior sin llegar.

—Una vez me preguntaste cómo me gusta el sexo, pues así es como me gusta. Y si sigues metiéndote donde no te llaman, verás que esto en realidad fue solo una caricia.

Autora: Osaku 

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