Los hermanos

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Capítulo ochenta y ocho

—¿Qué haces tú en casa de Lena? —preguntó Leonardo a su hermano menor.

Mientras volvía a su casa recordó que la chica con la que había estado tenía los mismos lunares que Lena en la entrepierna. Por lo que deseaba comprobar que no fuera ella con la que lo había hecho esa noche. ¿Qué negocios podía tener Lena con Caín? Sin embargo, al encontrar a su hermano en el departamento de la mujer que lo volvía loco se quedó sorprendido. ¿Había sido una ilusión suya?

—Lena es mi amiga. ¿Cuál es el problema? —preguntó Rafael acercándose a la puerta.

Lena aún no había dejado entrar a Leonardo y al parecer no pretendía hacerlo. Él notó esto, por lo que observó detenidamente a su hermano antes de que el bichito de los celos saliera. Vio una marca roja en su torso y se dio cuenta de lo que ocurría, por lo que se sacó el abrigo y se lo puso.

—¿Qué haces? —preguntó Rafael, Lena seguía en silencio.

—Te llevo al hospital, se te están haciendo ampollas —dijo Leonardo y lo sacó por la fuerza de la casa de Lena.

—Mañana volveré por mi ropa —dijo Rafael a Lena mientras su hermano lo empujaba.

—No lo harás —Leonardo sería quien volviera.

—Los acompaño —dijo Lena sorprendiendo a los dos muchachos. Ella aún estaba preocupada por Rafael.

—No es necesario —dijo Leonardo al notar que salía de la casa con el cabello húmedo.

—Fue mi culpa que Rafael se quemara, no estaré tranquila hasta saber que estará bien —dijo ella y los tres fueron hasta el coche de Leonardo.

—Deja que ella suba adelante. Tú no puedes ponerte el cinturón de seguridad —le indicó Leonardo a Rafael.

—Lena, creo que me duele un poco. ¿Podrías soplar mis heridas? —Rafael se comportaba como un niño.

—Será mejor que vaya atrás con él —aclaró Lena haciendo que Rafael le sonriera a su hermano.

Ella comenzó a soplar el torso del muchacho y a apantallarlo con la mano. Este se quejaba, aunque no le dolía. Le gustaba que ella le diera toda su atención.

—¿Duele mucho? —preguntó Lena preocupada.

—Cuando estás cerca, no tanto —dijo Rafael acariciando la mejilla de Lena.

Leonardo frenó de golpe, haciendo que ambos se golpearan contra el asiento.

—Llegamos —dijo y bajó a su hermano a las apuradas. Sabía perfectamente que este estaba actuando. Rafael tenía una enfermedad que hacía que no tuviera mucha sensibilidad en la piel, por lo que eso prácticamente no le dolería.

Cuando este pasó a que lo viera el médico, Leonardo y Lena se quedaron en la sala de espera.

—¿Por qué mi hermano estaba en tu casa? —le preguntó Leonardo a Lena.

—Porque vino a verme —ella no quería darle explicaciones a él.

—¿Por qué? —preguntó Leonardo molesto.

—Voy al baño —Lena se apartó de él, no podía siquiera mirarlo a los ojos. Estaba muy avergonzada. Deseaba estar con él, su cuerpo se lo pedía a gritos, y aunque ella había querido alejarse parecía que el universo hacía que se siguieran encontrando.

—Te pedí que te alejaras de él —dijo Leonardo entrando al baño con ella.

—¿Qué haces? —preguntó Lena molesta.

Él la obligó a entrar al último de los cubículos y después de cerrar la puerta comenzó a besarla. Lena trató de apartarlo, pero no pudo, era mucho más fuerte que ella.

—¿Por qué lo hiciste? —le preguntó Leonardo mientras le bajaba los pantalones a Lena y metía uno de sus dedos en su interior.

—Suéltame —Lena trató de apartarlo, sin embargo, al sentirlo cerró los ojos sin poder evitar disfrutarlo.

—No quiero que estés con otro —dijo él y se introdujo en su interior, empezó a moverse sacudiendo a Lena.

—Púdrete —dijo ella mientras sentía como él la hacía suya.

—Lo digo en serio, solo puedes ser mía, me volveré loco si te veo con otro. No sé por qué, pero me di cuenta de que hoy eras tú y me odié al pensar que ese que te tuvo pude no haber sido yo —dijo él mientras sentía cómo el interior de Lena lo apretaba.

Una vez que él se dejó ir, la besó por unos cuantos minutos. Obligándola a apartarse de él cuando necesitó respirar.

—No sé de qué hablas —dijo ella y se levantó los pijameros para salir del cubículo.

—Si miento, ¿por qué tu cuerpo está lleno de mis marcas? Fuiste con Caín e intercambiaste algo a cambio de tu cuerpo. No me importa lo que sea, pero no vuelvas con él. Si necesitas algo acude a mí —Leonardo lo decía en serio.

Lena salió del cubículo sin decir nada, y fue por un café. Cuando volvió a la sala donde Rafael se encontraba, este los estaba esperando. Tenía todo el torso vendado.

—Estoy bien, solo no podré ir a la piscina unos días —dijo él sonriéndole a Lena. Al ver a su hermano se puso algo tenso—. ¿Qué le hiciste?

Rafael empujó a Leonardo, Lena tenía una marca nueva en su cuello.

—Nada que ella no quisiera. Así que olvídate de Lena y concéntrate en tus estudios. Papá quiere que regreses.

—Eres un maldito, te dije que Lena me gustaba. Antes no le prestabas atención y ¿ahora la quieres reclamar? —Rafael estaba más enojado que antes.

—No se hagan ilusiones, no soy la recompensa de nadie. Así que pueden irse a la mierd* los dos. No voy a salir con ninguno —dijo Lena apartándolos, ya que parecía que iban a irse a las manos—. Si estás lo suficientemente bien como para pelear con Leonardo no me necesitas, me voy.

—Lena, espera —Rafael tomó su mano.

—No me interesa tener más que una amistad, lo siento si pensaste algo distinto Rafael —dijo ella y salió del hospital.

—Lena, por favor. No te vayas —Rafael estaba preocupado.

Si Leonardo no hubiera ido a su casa, tal vez habría pasado algo entre ellos. Era obvio que a ella le gustaba él, por lo menos era lo que Rafael notaba. Sin embargo, aunque a Lena le pareciera atractivo, no estaría con el hermano de alguien con el que ya había tenido algo, y con quien seguía haciéndolo. Sentía que eso era desleal de muchas maneras.  

Autora: Osaku

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