Lena y Leo

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Capítulo cincuenta y siete 

Estaba en casa de Leonardo, él me había cargado hasta la puerta y me ofreció quedarme a dormir, ya que el departamento que nos alquilaba a mí y a Melanie estaba siendo reformado por la gente de Pablo, para que su nueva obsesión, mi amiga, no viviera de manera miserable. Cualquiera se sentiría feliz porque alguien que te quiere hiciera esa clase de cosas por ti. Sin embargo, yo sabía el precio de dejar que un hombre te cuide de esa manera. Mi padre había dado todo por mi madre, la mejor casa, ropa, joyas, pero también la adornaba con golpes e i nsultos.

—¿Estás bien? —preguntó Leonardo y me di vuelta para verle.

—Necesito usar tu baño —dije y me mostró donde estaba. Al entrar me di cuenta de que no me había equivocado—. Mierd*

Acababa de venirme, me confiaba porque Mel y yo siempre estábamos juntas, pero ahora no tenía manera de resolverlo. ¿Qué podía hacer? No deseaba pedirle ayuda a Leonardo, ya demasiado molesto era tener que quedarme a dormir en su casa.

—Lena... Debo salir un minuto. ¿Necesitas algo? —preguntó Leonardo y no pude evitar odiarme por eso. ¿Por qué tenía que ser tan amable conmigo?

Abrí la puerta del baño y con la mirada baja le pregunté si podía comprarme algo.

—Sí, eso dije. ¿Qué necesitas? —preguntó algo irritado.

—Podrías traerme...—odiaba ser mujer por esto, ellos no tenían que pasar por estas cosas—. Una copa y tampones.

—Tengo copas en la cocina. ¿Para qué quieres un tapón? ¿Te vas a duchar? —preguntó y no pude evitar reírme. Cuando levanté la vista se estaba poniendo la chaqueta—. Mi amiga Jana dejó olvidado unos tampones la vez pasada. Están en el botiquín. ¿Qué tamaño de copa usas?

El maldito sabía de lo que estaba hablando y solo me había hecho una broma. Pese a todo le di las gracias y volví dentro del baño. Encontré lo que dijo y después de estar lista salí. Le escribí un mensaje a Mel pidiéndole que se cuide, ya que solía venirnos el periodo al mismo tiempo. Sin embargo, me di cuenta de que me comportaba como una arrastrada y lo borré. Ella ya era una mujer, no necesitaba de mí. Aun así, cuando Leonardo volvió recibí un mensaje de ella.

—Compré analgésicos, mañana te los llevo antes de ir a la facultad por si también estás adolorida—

¿Era una ofrenda de paz?

—Pareces más tranquila, te haré un té de jengibre —dijo Leonardo y me pasó helado y chocolates.

—¿Por qué me traes todo esto? —pregunté confundida.

—Algunas mujeres prefieren cosas dulces para los primeros días de su periodo —sus palabras me dejaron atónita. ¿Qué sabía él de esas cosas? —Toma el resto.

Me dio la bolsa de la farmacia y al revisar noté que me había traído dos copas.

—No sabía que marca usabas —dijo mientras preparaba el té. ¿Por qué era tan amable conmigo? Algo no estaba bien.

—¿Cuánto te debo? —pregunté.

—Hoy va por cuenta de la casa —dijo y me pasó la taza de té.

—¿Estás bien? —le pregunté confundida.

—¿Lo dices porque no estoy molestándote? —preguntó sonriendo y me dio un beso en los labios—. ¿Prefieres que sea así?

—Apártate, se enfriará mi té.

No sé por qué me sentí avergonzada, yo no era de ponerme así delante de los hombres. Y mucho menos por alguien como Leonardo.

—Pablo ya fue a hablar con Caín —dije para hablar de algo.

—Lo sé, me lo contó cuando salió de su Penthouse. Estaba muy estresado. Caín no parece querer rendirse con Melanie. Tal vez lo mejor sea que ambos se marchen por un tiempo —Leonardo parecía muy tranquilo. ¿De verdad estaba enamorado de ella? Yo solía ocultar mis emociones, pero él parecía hacerlo mejor aún.

—¿De verdad te gusta Mel? —le pregunté y giró la cabeza.

—¿Por qué lo dices? —me preguntó y tomó el chocolate y abrió el envoltorio.

—¿No lucharás por ella?

—¿Por qué haría algo tan estúpido? —preguntó riendo—. ¿Has notado como lo mira a Pablo?, no tengo posibilidades. No me gusta empezar una batalla cuando ya perdí la guerra. Además, Melanie es muy inocente, no podría con lo que me gusta en el sexo. Sería como llenar de miel a una abeja. No podría con tanto y no lo disfrutaría.

—¿Qué te gusta para que digas eso? ¿A caso eres sádico? —pregunté y no dijo nada—. ¿Lo eres?

—No te importa, solo me abro con quien quiero que me la coma todos los días —dijo y me trajo unas colchas y una almohada—. Debo levantarme temprano por la mañana. Si necesitas algo me llamas.

—Gracias —dije, pero no se dio vuelta para verme.

Aún no podía entender a Leonardo, me molestaba porque normalmente me resultaban fáciles los hombres. Por ahora había de dos tipos. Los que se enamoraban de mí y los que no me prestaban atención. Y él estaba en el medio, algo que era poco probable teniendo en cuenta mi personalidad.

Recordé lo que Pablo me pidió que hiciera y le escribí al sobrino de mi viejito. Le aseguré que Pablo estaba lleno de cuadros en ese edificio. Le aclaré que no podía confirmar si eran originales o copias. Aun así, eso le costaría una multa de millones a Pablo, ya que era ilegal reproducir obras como lo había hecho él. Después de que me dijera que se haría cargo me puse de pie y guardé el resto del helado en el refrigerador.

Noté el cuadro que Leonardo no había querido que viera y me acerqué, al verlo con atención me sorprendí. Era una réplica del impresionismo, sol naciente. Era idéntico, me sorprendió mucho que pudiera hacer algo así. No me hacía que tuviera esa capacidad, y supe que era una copia solo porque le faltaba la firma. Si no, hasta era capaz de pensar que era el original. Entonces vino una teoría a mi mente, ¿Leonardo hizo las copias que Pablo tenía en su casa?

Me di cuenta de que detrás de ese había otro cuadro y al verlo me estremecí, esa chica era parecida a Mel, estaba desnuda tomada por el cuello, siendo sometida por Caín.

¿Por qué Leonardo tenía un cuadro así en su casa?

¿Caín se lo habría pedido hacer?

¿De qué lado estaba Leonardo?

Todo esto empezaba a oler cada vez peor.

¿Pablo estaba confiando en las personas correctas?

¿Sería verdad que Leonardo prefirió irse?  

Autora: Osaku

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