El plan de Jana

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Capítulo ciento sesenta y tres

—Te llevaremos primero a tu casa —indicó Milton después de prender su coche.

—Alondra, ¿aún tienes el vestido negro que usaste en la fiesta de los Dinamo? —preguntó Jana sin prestarle atención a Milton. Alondra sonrió y le dijo que si—. Pues mi amiga quiere saber si se lo prestas. Quiere tomarle algunas fotos ya que le encantó el diseño.

—Claro, ¿quieres que te lo de ahora? —preguntó Alondra dándose cuenta de lo que Jana estaba haciendo.

—¿Seria mucha molestia?

—Si —dijo Milton y Alondra lo corrigió.

—Claro que no. Vamos primero a casa —le indicó Alondra a su hermano.

Una vez que llegaron a casa de Alondra, esta llevó a Jana a su cuarto y le dio el vestido.

—Espero que te sirviera, Rafael no te quita los ojos de encima —indicó Jana.

—No te imaginas cuanto —sonrió Alondra—. Aun así, quiere esperar. Parece que vamos a ir despacio.

—¿De verdad? —preguntó Jana sin entender.

—Le dije un par de cosas que hicieron que él actuara así, sé que es mi culpa —reconoció Alondra.

—Me gustará ver cuánto tarda en perder el control —Jana parecía divertida.

—¿A que te refieres? —preguntó Alondra.

—Tu mañana ven a mi casa, te haremos un cambio de imagen, uno que haga que todos te miren y ahí tendrá que darte la atención que te mereces.

—Me gusta tu idea —Alondra no se lo iba a reconocer a Rafael, pero no podía dejar de pensar en él y estaba quedándose sin recursos para provocarlo.

—Bien, te espero —dijo su amiga y se despidió.

Jana salió del cuarto de Alondra con el vestido y Milton las miró.

—Vamos —dijo y se dirigió hacia la puerta.

—Mejor vayan ustedes. Quiero tomar una ducha, empezó a dolerme la cabeza —dijo Alondra y Jana sonrió. En cambio, Milton se preocupó por ella.

—Le llamaré un taxi. ¿Quieres que vaya a la farmacia? —Su hermano no se daba cuenta que lo que Alondra hacia era generarles una oportunidad de estar solos.

—Llévala, cuando vuelvas si aún no me siento bien, vemos que hacer —indicó Alondra y se fue a su cuarto.

—Ya que mi hermana no se siente bien, te llamaré un taxi —le dio Milton a Jana. Y esta le sacó el móvil.

—Prometiste llevarme.

—Pero, Alondra —dijo él molesto.

—Ella estará bien después de una ducha —le aseguró Jana—. De todas maneras, en mi casa tengo buenas pastillas para el dolor, si me llevas puedo darte algunas.

—Está bien. —Milton no estaba feliz.

Mientras iban a casa de Jana esta le preguntó porque no quería que su hermana saliera con Rafael.

—No confío en su familia. Aunque su madre esté en prisión, puede hacerle algo a mi hermana. No voy a dejar de protegerla —explicó Milton.

—Rafael es un buen hombre. Él sabría protegerla de su madre —le aseguró Jana.

—Tu no cargaras con la culpa si a ella le pasa algo mientras esté con él —protestó Milton.

—Según tú, lo mejor es encerrarla en una caja de cristal que solo tú puedas tomar. —ella empezó a reír.

—¿Qué pretendes conmigo? Se supone que te gustan las mujeres, pero desde hace rato tratas de estar a solas conmigo. —Milton se había dado cuenta de todo.

—Cielo, ella te gusta —dijo Jana sorprendiendo a Milton.

—¿Qué tiene que ver Cielo contigo? —preguntó él.

—A mí también me gusta. Pero no puedo complacerla yo sola. Necesita un hombre en su vida.

—¿Acaso estás demente? —preguntó él.

—Claro que no, la conozco mejor que nadie. Según sé tú saliste con ella un tiempo y te dejó porque tu padre la conocía y temía que la hiciera volver a su casa —dijo Jana sonriendo.

—¿Y que harás si es así? —preguntó Milton.

—Quiero ver si tú y yo somos compatibles. Si es así, podemos tratar de luchar juntos para que acepte que nos quiere —dijo Jana haciendo que Milton la mirara más extrañado que antes.

—No quiero volver con ella —mintió él.

—Entonces úsame para satisfacer tus deseos más primitivos —Jana no iba a rendirse.

—Me estás diciendo que lo haces por ella. Sin embargo, ahora me ofreces tu cuerpo. No lo entiendo —dijo él y detuvo el coche. Ya habían llegado.

—No sé qué es lo que te parece difícil de entender. Yo quiero a Cielo más que a nada, y tú también. Dices que no por algún motivo que no entiendo, y no me importa. Sin embargo, ahora debes tener mucho deseo de saciar tu hambre de ella. A todos los que nos gusta Cielo nos pasa. Así que te ofrezco que lo hagas conmigo, así te darás cuenta que nos necesitamos para hacerla feliz —dijo Jana mientras bajaba del vehículo y él la miraba.

Milton apagó el motor de su coche y fue con ella hasta dentro de su casa. Aun no sabía si lo hacía porque ella le había dicho eso, o si era solo porque quería los medicamentos para su hermana menor. Al entrar se sorprendió deber tantas cosas.

—¿Eres una acumuladora? —le preguntó él y Jana sonrió.

—Regresé hace poco y traje mis cosas a este departamento, pero aun no desempaqué ya que es probable que me vuelva a ir en poco tiempo—dijo ella mientras se ponía cómoda.

—Así que lo del sex* era solo una provocación —él parecía decepcionado.

—No soy de las mujeres que provocan y no actúan —dijo ella y después de entregarle las pastillas para Alondra le dio un beso en los labios. Él la apartó, pero ella volvió a besarlo.

—No me controlaré —le aseguró, pero ella solo se quitó la camiseta y le sacó el polo.

—Yo tampoco —dijo ella y después de apartar algunas cosas de su camino lo llevó a su dormitorio.

En su cama había muchos bocetos de proyectos que ella debía entregar. Los quitó y después se acostó esperando que él se acercara.

—¿Te arrepentiste? —le preguntó ella mientras terminaba de desnudarse.

Milton no podía dejar de ver sus tatuajes. Había dos mariposas en su pelvis.

Antes de que pudieran reaccionar el día los había sorprendido. Jana no de jaba de gemir y Milton de poseerla con embestidas precisas. Habían conectado tan bien que ella incluso se planteó el hecho de que tal vez, no había estado con los hombres adecuados. 

Autora: Osaku

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