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Capítulo sesenta y ocho

—Caín, querido... —dijo la mujer volviendo a la mesa—. ¿Vamos?

No había duda que era la madre de Leonardo y Rafael, era su versión femenina y no lucía más de quince años más que el mayor de estos dos hermanos. Llevaba un vestido negro largo que cubría todo su cuerpo, aunque era ajustado por lo que se marcaba su figura. El color de sus ojos era distinto, y parecían tristes. Como si hubiera sufrido mucho, era de esperarse de una mujer que había perdido a un hijo tan joven.

—Por supuesto —él adoptó su máscara de hombre bueno.

Caín parecía resplandecer pese a sus canas. Se notaba que estaba cerca de los cuarenta años, pero los llevaba bien, muy bien para ser un hombre tan oscuro. Su sonrisa frente a los demás se mostraba victoriosa y cálida, como la de un ganador. Era menos fornido que Pablo, aun así, se veía muy bien con ese traje color marfil con líneas doradas.

—Disculpen, a mí me falta el número —dijo Lena al regresar de la mano de Rafael.

Ella se veía bella, con ese vestido gris que Pablo le había comprado junto con el de Melanie, aunque sus pechos llamaban la atención a los ojos de la mujer frente a ellos. La cual miró a su hijo con desconformidad. No le gustaba que estuviera en compañía de una chica como Lena, la cual parecía mostrarse tan cercana a él tomada de su brazo. Por lo que se disgustó mucho con Rafael. La verdad era que Lena necesitaba sostenerse para no caer, ya que llevaba su yeso aún, uno que la señora Dinamo no había notado, por lo que él suspiró. Para ser una mujer tan observadora, dirigía su vista donde le convenía.

—Yo te elegí un número que es perfecto para ti —dijo Leonardo a Lena y le dio en número cinco, usando el mismo chiste que Caín, pero sin hacerlo tan obvio. Lena le mostró el dedo medio sin que nadie lo notara y él sonrió.

—Rafael... ¿Dónde está Carmen? —preguntó la mujer molesta, ajena a la tensión sexual entre Leonardo y Lena.

—No lo sé. Tal vez escondiéndose de ti, como yo. ¿Alguna vez lo pensaste? —sin siquiera mirar a su madre ayudó a Lena a sentarse.

—Ella es tu prometida, no deberías andar con otras mujeres, y menos aquí —la señora de cabello rubio dorado, parecido al de Rafael, cada vez parecía más asqueada por estar entre ellos.

—Es una lástima, porque me voy a quedar con mi hermano un rato más —espetó Rafael y Caín lo miró fijamente.

—Rafael, necesitamos tu ayuda en el escenario —dijo este y el muchacho se levantó de mala gana.

—No te preocupes, te esperaré —le dijo Lena sonriendo, aunque al ver en la dirección de Caín se puso seria.

—Gracias, preciosa, volveré pronto —Rafael estuvo feliz por su intervención, luego se marchó antes que su madre y Caín.

La mujer fue detrás de él para llamarle la atención y darle un discurso como hacía siempre, mientras que Caín aprovechó la oportunidad para seguir molestando a los presentes.

—Te queda bien el puesto de Miguel. ¿Tu madre postiza sabe, que quienes le dispararon a nuestro amigo trabajaban contigo? —preguntó Pablo sonriendo, al notar que Caín volvía a ver a Melanie.

—Pronto desaparecerá esa sonrisa de tus labios —espetó Caín a Pablo, sin apartar los ojos de Melanie.

—¿Perdiste algo? —preguntó Melanie sin separar la mirada, no se iba a dejar intimidar por él.

—Sí, pero lo recuperaré pronto —dijo este, y le pidió a Leonardo que se acercara al escenario.

Al parecer querían dar un espectáculo ante las cámaras, uno que le serviría a Caín para obtener más respaldo.

—No vine como miembro de los Dinamos —indicó Leonardo, Caín había marcado el límite al prender fuego su casa—. Y gracias por el regalo, nos hizo entrar en calor.

—Yo no lo hice, alguien quiere ponerte en mi contra —le dijo Caín a Leonardo tratando de justificarse.

La tensión en la mesa era palpable. Todos acababan de escoger bandos.

—Ella también vino. Supongo que la llamaste —le dijo Caín a Pablo—. Te arriesgas bastante.

—¿Preocupado por tu futuro? —preguntó Pablo.

—Soy mucho más fuerte que tú. Solo me pregunto de qué eres capaz para conseguir lo que quieres. Si ella ve a Melanie contigo no aceptará apoyarte. Recuerda que quiere algo que no estás dispuesto a darle —Caín sabía algo que los demás no—. ¿A caso has cambiado de idea?

—No es asunto tuyo, incluso si Melanie y yo decidimos estar juntos. Nunca tendrá que ver contigo, así que deja de preocuparte por mí —Pablo estaba más tenso que antes.

—Lo digo por la pobre chica a tu lado. La cual aún no sabe lo mierd* que eres. Sé perfectamente que me temes, pero asociarte con la esposa de ese maldito... Hasta para ti es caer bajo —Caín se fue antes de que Pablo le respondiera.

—¿Ella está aquí? —preguntó Leonardo a su amigo. Leonardo no podía considerar que Pablo aceptara hacer negocios con ella después de todo lo que había pasado.

—Ya sabía que vendría. Por eso quería que Melanie y yo entráramos como pareja —dijo Pablo mientras frotaba sus manos, preocupado.

—¿De quién estamos hablando? —preguntó Melanie sin entender nada.

—No es importante —dijo Pablo, pero ella lo fulminó con la mirada.

—¿Volverás a dejarme fuera? —preguntó Melanie separándose de él.

—Pablo estuvo comprometido con una chica, su madre está en la fiesta, pero resulta que es... —se apresuró a decir Leonardo.

—Tú no te metas —Pablo lo obligó a callarse, estaba intranquilo.

No quería que Melanie malinterpretara la situación. Era algo que esperaba conversar cuando fue a su dormitorio esa noche, pero habían terminado discutiendo.

—Señor Pirca —la voz le pareció familiar a Pablo y al darse vuelta vio a la mujer de sus pesadillas.

Tenía la misma edad que la verdadera madre de Pablo, la cual había ido al colegio con ella y en algún momento de su vida habían sido grandes amigas. Sin embargo, la mujer se había casado con el socio del padre de Pablo. 

Autora: Osaku 

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