Aunque seamos familia

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Capítulo ciento sesenta y seis

—¿Y si eres mi hermana porque eres tan grande? —preguntó Frida.

—Porque nuestro papá y mi mamá se conocieron cuando eran muy jóvenes —dijo Melanie sonriendo.

—¿Y vas a tener un bebé con mi tío Pablo? —preguntó ella.

—Sí, así es —Melanie disfrutaba mucho del regalo que Pablo le había hecho, Frida era muy tierna.

—No es justo, yo quería que el tío Pablo fuera mi papá —dijo la niña y Melanie sonrió.

—¿Te gustaría tener un papá? —preguntó Melanie mientras sostenía las muñecas que Frida le daba.

—Sí, mamá, a menudo dice que solo somos nosotras, pero así no tendré nunca un hermanito —dijo la niña y tocó el abdomen de Melanie—. ¿Cómo entró el bebé en tu barriga? Mi mamá no me dice de donde vienen los bebés, siempre se sonroja y me dice que soy pequeña para hablar de eso.

—Te ofrezco algo, ya que somos hermanas. Cuando nazca mi bebé, tú puedes ser su tía. Es casi como tener un hermano menor —dijo Melanie y la niña se entusiasmó.

—Mel, tenemos que irnos —indicó Pablo entrando al cuarto de Frida.

—Tío, yo también voy a ser tía —dijo Frida mientras lo abrazaba.

—Me alegro de que te guste lo que Melanie te contó. —Pablo la cargó y ella le dijo algo al oído—. Tendré que consultarlo con Mel, pero me parece una gran idea.

Los padres de Pablo se acercaron y le preguntaron si ya estaban listos para marcharse. Este le dijo que si y bajó a Frida para ayudar a Melanie a levantarse. Una vez que Pablo dejó a sus familiares en el aeropuerto, regresó con Melanie a casa.

—¿Qué fue lo que Frida te dijo al oído? —le preguntó ella con curiosidad.

—¿Estás celosa de tu hermana? —le preguntó él sonriendo de manera juguetona.

—¿Debo estarlo? —preguntó Melanie siguiéndole el juego.

—Frida quiere que su sobrino se llame Miguel —dijo Pablo sorprendiendo a Melanie.

—Eso es muy dulce —ella recién se enteraba de que tenía un padre con ese nombre, pero Frida lo había escuchado desde que nació.

—¿Qué piensas? ¿Te parece nombrar a nuestro hijo como su abuelo? —dicen que cuando nombras a alguien con el nombre de una persona que falleció trae una carga enorme a su vida. Tal vez podríamos preguntarle a Frida si le gustaría que le pusiéramos de nombre Ángel, después de todo él se llamaba Miguel Ángel —indicó Melanie y Pablo sonrió.

—Me parece un gran nombre. No veo la hora que nazcas, Ángel —dijo Pablo mientras acariciaba el abdomen de Melanie.

—Amor, estuve reflexionando sobre lo que dijiste y también me gustaría irnos y empezar de cero. No puedo imaginarme aquí teniendo a Ángel —dijo ella y él la miró sorprendido—. Puedo estudiar en otra universidad cuando Ángel tenga un par de años.

—Podría contratar a alguien y que te dé clases privadas, para que después vayas a la universidad a rendir —le indicó él. Feliz de que a Melanie le gustara la idea de llamar a su hijo como su amigo.

Ellos regresaron a casa y Lena le envió un mensaje a Melanie avisándole que no estaría en la ciudad. Acababa de llegar a casa de sus padres.

—Pase, señorita —dijo una muchacha, parecía ser empleada de sus padres. Pero ella no la conocía—. Su padre la está esperando en su oficina.

Leonardo la siguió, pero la muchacha lo detuvo.

—Solo la señorita puede ir —le aclaró la empleada.

—No dejaré a Lena sola en este lugar —dijo Leonardo de manera severa a la empleada.

—¿Por qué no? Después de todo es la casa donde creció —indicó el padre de Lena bajando las escaleras. Leonardo no habló, pero lo miró bajar, ese hombre había causado muchos traumas en su novia. Deseaba romperle cada uno de sus huesos.

—Papá, él es Leo —dijo Lena bajando la cabeza.

Leonardo estaba cada vez más furioso.

—Bienvenido, podríamos comer algo —dijo el hombre mostrándose amable.

—Lena y yo no tenemos mucho tiempo libre. Solo vinimos para que ella pudiera ver a su madre.

—Se nota que no tiene tiempo, sino fuera porque su madre tuvo un accidente, no la vería. Hace más de cinco años que desapareciste —dijo el hombre acercándose a ellos.

—Cuatro —susurró ella y su padre la miró—. Hace cuatro años me fui.

—Siempre tratando de corregir a los demás. ¿No te parece que mi hija es un poco exagerada? —preguntó el hombre buscando que Leonardo la secundara.

—Desearía que lo fuera —indicó este mirándolo serio.

—¿Iras a ver a tu madre? —preguntó el padre de Lena, molesto por la actitud de Leonardo.

—¿No está en casa? —preguntó ella confundida.

—Claro que no, si no fuera grabe ni siquiera te habría llamado —dijo de manera arrogante.

—Entonces, vamos —le pidió Leonardo tomando la mano de Lena.

—Hasta mañana no podrán verla. Mejor cenemos y conversemos un poco. —El padre de Lena seguía actuando, pero se notaba la hostilidad en sus ojos.

—Leo debe estar cansado por conducir todo el camino hasta aquí. Mejor será que volvamos al hotel —dijo Lena sin mirar a su padre.

—Quédense, haré que preparen dos cuartos. Los hoteles de la ciudad están abarrotados por la fiesta de la virgen —dijo el juez a su hija.

—Ya reservamos —le informó Leonardo.

—Suelen confundirse, ¿por qué no llamas y confirmas? —le preguntó el padre de Lena sonriendo, algo se traía en mente—. Deberíamos ir a cenar afuera. Vístete más apropiadamente.

Lena llevaba una blusa corta y unos shorts cortos.

Le susurró al oído a Lena

Leonardo se apartó un poco y llamó al hotel y le dijeron que no tenían reservas. Le decían que podía ser un error del sistema.

—Así que es la razón por la que ella no quería venir. Este tipo controla todo —dijo Leonardo, molesto.

—¿Escuchaste lo que te dije? —el padre de Lena la agarraba del brazo con fuerza.

—Suéltela —dijo Leonardo y le apartó la mano.

—Estoy hablando con mi hija sobre su vestimenta. A nadie le gusta salir a cenar con una prost*tuta —dijo despectivamente.

—No me interesa que sea su padre, un juez o el presidente de la nación. Toque de nuevo a Lena y no respondo de mí —amenazó Leonardo al hombre.

—¿Cómo te atreves? —preguntó el padre de Lena—. ¿Sabes quién soy?

—Sí, un maldito cobarde que golpeaba a su esposa y a su hija. Un enfermo, que si fuera por mí ya estaría bajo tierra. Así que no me provoque porque usted si no sabe quién soy yo —le advirtió Leonardo.

—Leo, basta —dijo Lena sosteniéndole la mano.

—¿Quieres dormir aquí? —le preguntó él y ella negó con la cabeza.

—Bien. Vamos —dijo Leonardo al padre de Lena y la sacó de la casa—. Que tenga buen día.

Autora: Osaku

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