Un trato con la ley

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Capítulo ciento dos

Después de la primera parte de la cena, cuando los novios iban a hablar, Lena se levantó y fue al baño. Ella sabía que el sobrino de Víctor la seguiría. Así que se tardó todo lo que pudo en el tocador.

—¿Qué haces en una fiesta publica con mi tío? —preguntó el hombre molesto al entrar al baño y trabar la puerta.

—Tu hija está aquí, deberías comportarte —indicó Lena sin inmutarse—. Quiero que averigües algo para mí.

—Se supone que eras tú la que debía traernos información. En la casa de Pirca no encontramos nada que nos sirviera —dijo el hombre furioso.

—Yo no dije que tuviera obras de arte reales, y por lo que sé le costó varios millones de multas, por lo que yo no diría que se fueron con las manos vacías —reclamó ella.

—No te daré información de Caín. Nos está pisando los talones con todas las denuncias que el maldito nos hizo desde los últimos allanamientos en su contra. No podemos atraparlo cometiendo delitos, es demasiado listo.

—Eso, o ustedes son muy lentos.

—No agotes mi paciencia y vete. Si mi hermano sabe que mí tío vino con una prostituta a la fiesta de su hijo, se volverá loco —exclamó Hugo.

—Escucha, no tengo un cartel en la frente. Solo lo sabrá si tú se lo dices. Así que no trates de apresurarme —dijo Lena de manera sensual—. Este es el nombre de mi amiga. Necesito saber quiénes son sus verdaderos padres, abuelos, algo. Hay que ubicar a su familia.

—Todos notan que solo eres una put*, no necesito decirlo. Aunque debo reconocer que eres una puta cara. ¿Sabes cuánto vale el collar que llevas encima?

—Seré cara para ti, ya que tu tío podía comprar mis servicios —Lena tocó la entrepierna del hombre. Cargaba una enorme erección después de haber estado un buen rato mirando sus senos.

—No es justo, estoy seguro de que él no te da ni un décimo de lo que yo podría. —El señor Víctor le había prohibido a Hugo acostarse con Lena.

—Hagamos un trato, si tú consigues lo que necesito hablaré con Víctor y le pediré que haga una excepción de veinticuatro horas. Podríamos pasar unas horas juntos. —Lena sabía como dominar a los hombres en ese aspecto. Algo en lo que se parecía mucho a Cielo.

—Tomaré tu palabra —dijo el hombre y golpearon la puerta del baño.

—Escóndete si quieres, o tócate pensando en mí —le susurró Lena al oído—. Iré a decirle a Víctor que ya me voy. No quiero que se arruine la ceremonia, conozco a muchos de los invitados aquí. Parece que a los esposos de tus parientes les gusta quitarse el estrés seguido.

Lena salió de ahí y se dirigió a la mesa donde se encontraba Víctor. Sin embargo, alguien la intercedió.

—Lena, eres tú. —Era Rafael, parecía feliz de verla.

—Rafael, ¿qué haces aquí? —preguntó ella.

—La novia es amiga mía —indicó él sonriendo—. Me alegra verte aquí. Quería pedirte disculpas por mi actitud la vez pasada.

—No te preocupes —dijo ella mientras seguía caminando.

—¿Y tú la conoces? —preguntó él para seguir conversando.

—No, solo vine a acompañar a un viejo amigo —indicó ella mientras llegaba a la mesa de Víctor.

—Lena, preciosa. —El hombre estaba feliz de verla nuevamente.

—Lo siento Víctor, debo irme, pero gracias por invitarme —dijo Lena después de darle un dulce beso en la mejilla.

—Sabes que cuentas conmigo si lo necesitas. No escuches a mi sobrino. Él es demasiado terco.

Víctor no sabía cuán terco podía llegar a ser.

—Rafa, hola. —La sobrina nieta de Víctor estaba tremendamente enamorada de Rafael.

—Hola. —Él pareció saludarla solo por cortesía, estaba más interesado en tratar con Lena.

—Podríamos beber algo en unos días —le dijo Lena a Víctor de manera seductora.

—Esperaré tu llamado. —El hombre sabía lo que significaba eso; aun así, le encantaba pasar tiempo con ella y la respetaba después del gran sacrificio que hizo por él.

Después de despedirse, Lena se dirigió a la puerta de salida y Rafael fue detrás de ella.

—¿Puedo llevarte? —preguntó Rafael.

—No dijiste que es tu amiga la chica que se casa. Deberías quedarte —le recomendó Lena.

—Me gustaría que habláramos y, ya que no respondes mis llamadas, temo perder la oportunidad si no lo hago ahora —indicó.

Lena se dio vuelta una vez que atravesó la puerta principal. Era un hermoso hotel al que habían ido. El cual solía ser visitado por grandes celebridades.

—Rafa, lo mejor será que te quedes —dijo Lena marcando distancia.

Sin embargo, alguien se acercó a ellos y tras colocar un arma en la espalda de Lena los obligó a subir a un coche que había en la puerta.

—¿Quiénes? —Rafael no pudo terminar su pregunta. Ataron sus manos y taparon sus bocas.

Fueron trasladados lejos de la ciudad. En un sector donde había fábricas. Rafael empezaba a preocuparse. Sin embargo, notaba que Lena estaba muy tranquila. Cuando una chica se acercó a ellos, los hombres la hicieron salir del coche.

—Dos por uno, sí que son eficientes —indicó la muchacha—. Dejen que hable primero con ellos.

Lena y Rafael estaban de pie con las manos atadas por precintos. Ambos lucían impecables con su ropa de gala.

—Me gusta tu collar. ¿Me lo regalas? —le preguntó acercándose a Lena y esta le dio un cabezazo haciendo retroceder a la mujer frente a ellos.

Rafael se sorprendió, al notar que Lena seguía de pie inmutable. Mientras la joven mujer no paraba de gritar por el dolor. Lena se quitó la cinta de la boca.

—Eres una maldita perra. Melanie me dijo que incendiaste nuestra casa. ¿Ahora también secuestras personas?

La prima de Melanie parecía no querer rendirse aún. Aunque el ex de Melanie no estaba con ella, dos hombres sujetaron a Lena antes de que ella se acercara a la muchacha que parecía tener la nariz sangrando.

—Eres una loca —dijo la prima de Melanie llorando.

Rafael no entendía lo que ocurría. Y aunque estaba preocupado, no caía en la sorpresa de lo que estaba pasando.

—¿Está bien señorita? —preguntó uno de los tipos.

—Estoy bien. Solo espera a que mi padre se entere de esto —dijo la muchacha y Lena la miró sorprendida.

Se suponía que su padre se había muerto. ¿De qué estaba hablando esa chica? 

Autora: Osaku 

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