Una compañera de cama

437 34 0
                                    

Capítulo cuarenta y siete

Lena me había estado tomando el pelo todo el día, sin embargo, ahora venía a mi dormitorio para decirle que quería tener relaciones sexuales conmigo para olvidarse de Melanie. Ella se había dado cuenta de que me gustaba la «pequeña Cielo», sin embargo, no estaba dispuesto a caer ante sus estupideces. Por lo que la miré y me quité la toalla de las caderas.

—Siéntate en la cama y chúpamela —le ordené y Lena dejó las muletas contra una de las paredes y sonrió.

—Para ser un chico malo eres demasiado considerado, ¿te preocupa que me canse? —preguntó con un aire de superioridad que me molestó.

Estaba perdiendo la paciencia con esta chica y se me estaban yendo las ganas de cogérmela. Aunque Lena era hermosa, su actitud era una verdadera mierda, esos grandes pechos no cambiaban el hecho de que era impertinente e irrespetuosa.

Sin embargo, debía reconocerle una cosa, era lista, sabia darse cuenta de las cosas. Eso me hizo preguntarme si yo había sido demasiado obvio con Melanie, y mi interés por ella. Todo esto lo había hecho antes de saber que estaba con Pablo y ahora esperaba no tener problemas con ellos. Sin embargo, ella me gustó desde la primera vez que vi en ese bar discutiendo con ese inútil. Deseé tenerla en mi cama.

Al enterarme de que era mi alumna me causó gracia la ironía, yo había estado en su lugar cuando Cielo había sido mi tutora y me llevó a conocer el placer de coger duro. Esperaba hacer lo mismo por ella, le preguntaría si era su hermana primero, el parecido era increíble. Sin embargo, su personalidad era muy distinta; y a diferencia de la mayoría de las chicas en la universidad, ella ni siquiera me miraba.

Melanie no trataba de acercarse a mí, no me había mandado mensajes inapropiados ni siquiera cuando le di mi número, y al descubrir que estaba con Pablo me reí solo. Otra vez, una mujer que me podía y que me hacía tener el pene duro como piedra se enamoraba de mi puto mejor amigo. ¿Qué posibilidades existían de que pasara algo así?

Hablé mal de Pablo cuando me preguntaron por él, solo por envidia. Aunque él no me lo había dicho, lo conocía lo suficiente como para saber que era un maldito Robín Hood que solo trataba de hacer de este mundo un lugar mejor, permitiendo que todas las personas puedan apreciar el arte sin necesidad de que los millonarios se hagan de este acaparándolo en sus grandes mansiones.

—Me gustan los culos. ¿Sueles hacerlo por atrás? —le pregunté a la loca morena mientras me lo chupaba con dedicación y sonrió.

—Hoy no, pero la próxima me prepararé —dijo y abrió las piernas una vez que cayó su espalda sobre mi cama.

Su pierna izquierda tenía un gran yeso, por lo que le coloqué una almohada antes de subirme sobre ella; y tras ponerme un preservativo la penetré con fuerza. Imaginé a Melanie y disfruté de la intensidad de ese encuentro. Ella tomó mi cabello y me quitó la liga que lo ataba para entrelazar sus dedos en él.

—Tus risos me recuerdan a ella —dijo y me comió la boca de un beso. Disfruté de saber que no era el único que pensaba en otra persona.

Era impensado, los dos estábamos cogiéndonos para no dañar la relación endeble que teníamos con Melanie. Por mi parte recién nos conocíamos y ya provocaba mucho en mí, sobre todo por el parecido físico que tenía con Cielo. Sin embargo, Lena había sido su amiga durante unos años, por lo que había escuchado. Eso quería decir que hacía tiempo que venía padeciendo esta situación. Yo sabía lo que era enamorarse de alguien que nunca iba a mirarte como tú lo hacías. Sufrir a su lado cuando la persona que tenía su corazón lo rompía y acompañarla en el proceso de sanación.

Eso había intentado hacer yo, cuando Cielo y Pablo rompieron la tercera vez. Este le dijo que ya no le daría más oportunidades y que no quería casarse con ella. Las dos primeras veces había ocurrido algo similar, por lo que pensé que como la primera vez volvería a la semana, tal vez tardaría un mes como la segunda. Pese a todo, pasó un año y Pablo no regresó, ni siquiera vino a ver la muestra que ella había estado preparando para él. Mi amigo estaba destruido tras enterarse de que Cielo iba con Caín al Círculo, ese asqueroso club donde las personas se volvían animales e incluso demonios. Él me preguntó qué haría en su lugar, y aunque le dije que no sabía, si lo hacía. Yo jamás me hubiera metido en una relación con una mujer así. Prefería amarla en silencio, dejarla, suponer que me usaba solo porque era un pajero.

—Estás aquí, no te pierdas demasiado y cógeme —Lena se había dado cuenta de que me había sumergido en mis pensamientos.

Mientras la embestía con fuerza, noté que ella trataba de no hacer ruido. Supongo que, era porque quería ayudarme a que yo pensara en Melanie. Por lo que hice lo mismo y traté de contener mi deseo por gemir. Una vez que sentí que me corría en su interior salí y me encerré entre sus piernas. Le pasé la lengua y masajeé con un dedo su palpitante clítoris, el cual tembló, al igual que todo su cuerpo, después de que la acariciara enérgicamente.

—Mierd* —dijo ella y me acosté a su lado—. Mierd*, lo olvidé.

—¿Qué ocurre? —le pregunté, aunque la verdad era que no me importaba.

—Nada, no es asunto tuyo —dijo y se puso de pie. La ayudé a incorporarse y a vestirse, pero en silencio y antes de irse me soltó—. Espero que mañana lo puedas hacer mejor.

Desee mandarla a la mierd*, pero era gastar saliva en vano. Aunque me había calmado un poco, no era lo que mi cuerpo y mi mente querían. Por lo que volví a la ducha y esta vez me toqué pensando en Melanie, en cómo disfrutaría de ella cuando estuviera desnuda frente a la clase. Ya lo había hecho cuando fui el modelo del grupo, aunque debí concentrarme mucho para que no se me parara mientras recorría su encantador cuerpo en ese vestido azul que era similar al que alguna vez Cielo usó. Yo la había pintado por lo que sabía que ese vestido ya no existía. Puesto que después de terminar el cuadro la hice mía sobre la mesa destrozando esa prenda.

¿Había sido coincidencia? ¿O el destino nos ponía una prueba? 

Autora: Osaku

Ponle la firmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora