♡CAPÍTULO 7♡
Como me temí, William me obligó a pasar todo el día y toda la noche, hasta el amanecer, arrodillada y desnuda a los pies de su cama de la suite. Solo que en esta ocasión tuvo el detalle de darme un poco de comida por la noche, antes de ducharse y meterse en la cama.
Por la mañana, en silencio, me levanta del suelo cogiéndome en brazos y yo, sin energía ni para luchar, me dejo llevar por las circunstancias.
William me sienta en el váter, coge algo de crema hidratante y masajea mis rodillas.
–Lo has soportado bien –me dice como si en realidad prefiriese que hubiese fallado. Quizás para así tener más motivos para castigarme una vez más –. Todo esfuerzo tiene su recompensa.
Sus manos envuelven la adolorida piel de mis rodillas y sus dedos alivian un poco mi sufrimiento. Me concentro en sus movimientos y me permito disfrutar de ellos. Después de haber pasado tantas horas arrodillada incluso me siento ridículamente agradecida por lo que está haciendo.
Agradecida a mi torturador por recompensarme por soportar su castigo.
Las dos horas que duró el vuelo de regreso a Nueva York no fue suficiente para paliar mi sueño pero, aun así, decidí solicitar permiso a mi maldito dueño para ir directamente a visitar a mi hermana al llegar.
Accedió, y solo cuando estuve al lado de mi hermana me permití llorar aún más y, cuando no pude ni con mi alma, me quedé dormida con su pequeña y tibia mano dentro de la mía.
Es Savannah la que me despierta cuando llega al hospital y, maldita sea, nunca me había alegrado tanto de verla.
Omitiendo mis torturas y las horribles palabras de William, le cuento lo sucedido en la suite con respecto a los mensajes de Cooper y todo lo relacionado con ese hombre llamado John al que mi desgraciado padre casi le destruye la vida. Claro que las frases hostiles que me soltó mientras me contó todo eso soy incapaz de repetírselas a Savannah.
–¿Crees que tu padre le hizo algo a él?
Me encojo de hombros y me limpio las lágrimas con un pañuelito de papel.
–No lo había pensado. Pero es posible.
–¿Se lo vas a preguntar?
–No sé si quiero saber de qué se trata. William es tan... oscuro. No quiero ni imaginar los secretos que guardará esa mente perturbada. ¡Ah! –exclamo al recordar algo, sobresaltando a mi amiga que me mira con preocupación –. Recuerda que, a partir de ahora, no podemos hablar con libertad por mensaje. No ahora que sé que me los revisa.
–Menudo hijo de puta es ese tío.
Si Savannah supiese lo que William hace para castigarme le diría cosas peores que la que acaba de decir pero, por la integridad de todos, no se lo pienso contar nunca.
Por la tarde mi amiga y yo nos marchamos y damos un paseo antes de meternos en una cafetería para tomarnos unos capuchinos. Turner no nos quita ojo y no se separa de mí y empiezo a acostumbrarme, después de una semana teniéndolo detrás, a su presencia.
–He decidido que no voy a darle otra oportunidad a Caleb –me cuenta tras sorber su capuchino a través de una pajita de metal.
–¿Por qué?
–Es que no sé si quiero repetir con un tío que en la primera oportunidad que tuvo para impresionarme se limitó a prestarle atención a su teléfono en lugar de a mí. Fuera del trabajo Caleb es... ¿diferente? Sí. Esa es la palabra.
Savannah se fija en Turner y veo que le sonríe. Giro la cabeza pero él retira la mirada, visiblemente incómodo.
Es la primera reacción que no sea la de la imperturbabilidad que veo en él en toda una semana que hace que lo conozco.
ESTÁS LEYENDO
Arrodillada
RomanceValerie se ve obligada a entrar en la vida de un atractivo y millonario hombre con el que llega a un acuerdo. Será completamente suya a cambio de que mantenga a su hermana con vida. Pero el acuerdo no es lo que Valerie creyó que sería, y pronto se v...