Capítulo 52

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♡CAPÍTULO 52♡

Cásate conmigo, nena.

Durante un breve lapso de tiempo, muy, muy breve, me imagino a mí misma metida en un vaporoso vestido blanco, con William esperándome bajo el umbral de un arco nupcial floreado y, junto a él, dos versiones futuras de nuestros hijos, ya caminando muy pequeñitos a su lado, con diminutos esmóquines iguales a los de él, tan idénticos entre sí como la exacta similitud de sus cabellos dorados y los ojazos azules.

Sacudo la cabeza rápidamente, tragándome el nudo de emociones que ha empañado mis ojos brevemente.

Pongo las manos en el pecho de William y me echo hacia atrás, escrutando su gesto en un intento por averiguar en su cara si está bromeando. Tiene los ojos impactantemente brillantes y una deslumbrante expresión de satisfacción sexual mezclada con la interrogación que veo en su mirada.

–Estás loco –digo en voz baja, estremecida por tenerle todavía latiendo y duro dentro de mí –. Ayer no me querías ni hablar y ¿hoy quieres que me case contigo?

Mi espalda se dobla y me arqueo cuando, muy despacio, me rodea la cintura y me aprieta contra él mientras eleva las caderas y me penetra profundamente.

Gimo en su oído arrastrando el aliento por mi garganta.

–¿Por qué no? Te digo que lo mejor para ti no soy yo y tú insistes en que sí. Hagámoslo todo.

–Qué fácil te dejas convencer... –bromeo.

Mi sonrisa la cortan sus dientes mordisqueándome los labios.

–Mi egoísmo en lo que a ti respecta es otro de mis tantos defectos. Ya deberías saberlo –besa mi oreja suavemente, dejando un rastro húmedo que me escalofría deliciosamente en tanto noto cómo sale y vuelve a entrar, empujando muy adentro. Las largas y suaves cosquillas en mis costados en su camino hacia mis hinchados senos húmedos por la lactancia no es más que un aliciente caliente y sensual. Sus pulgares masajean mis duras protuberancias, aliviando y provocando un delicioso dolor a la vez –. Me inclino a dejarme convencer por ti si dices que tenemos que estar juntos.

Me agarro a sus hombros y afianzo las rodillas a cada lado de él, impulsándome hacia arriba para dejarme caer. Los dos gemimos a la vez, él con la boca hundida en mi garganta, donde su lengua me saborea allá donde mi pulso late febrilmente por él, sumergiéndonos en la oleada de placer que nos provoca tal profundidad.

–Te amo con todo mi corazón, Valerie.

Me enderezo, le miro a los ojos y permito que la vorágine de sentimientos que me abducen mientras el placer me zarandea por dentro me sacudan los sentidos. La adoración que veo proyectada hacia mí por parte de él, en su mirada, en su forma de tocarme, me abruma, me seduce, me atrapa y me sumerge de lleno en el amor que siente por mí.

Me ha dicho que está enamorado de mí, pero nunca había pronunciado esas dos palabras.

Cierro los ojos, con lágrimas en ellos, y acaricio la piel sobre sus costillas con los dedos, con las uñas, hasta llegar a su espalda y anclarme en sus hombros.

Le abrazo.

–Yo también te amo –susurro.

Las palmas de sus manos abarcan mis glúteos y me los sujeta con fuerza para ayudarme a moverme. De arriba hacia abajo. De abajo hacia arriba. La garganta me arde y los pulmones me queman en esta hoguera candente.

ArrodilladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora