Capítulo 34

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♡CAPÍTULO 34♡

Un ruido me despierta y al abrir los ojos lo primero que veo son los iris azules de William, iluminados levemente por el tenue haz de la luz del amanecer que entra a través de la pequeña ventana de la habitación de Savannah.

–Perdona, es mi alarma.

Asiento en silencio, viéndole moverse para apagarla.

Intuyo que, a juzgar por la hora a la que suele levantarse para ir a trabajar, es demasiado temprano. De hecho, mis alarmas no han sonado y todavía la luz del día no es lo suficientemente luminosa.

Deja el teléfono en la mesita y se gira hacia mí de nuevo.

–Hola –saluda, siendo la viva imagen de la culpabilidad.

Trago saliva y ahogo un bostezo.

–¿De verdad pasó por tu cabeza que entre ese tipo y yo podía haber ocurrido algo? –no puedo evitar que mi saludo de buenos días sea un reproche –. ¿Acaso Turner no vio todo lo que hicimos, que básicamente fue... nada?

La viva imagen de la culpabilidad aumenta.

–Ya te dije anoche que fui un...

–Ah, ¡¿te acuerdas de todo lo de anoche?! ¿Incluyendo a ti siendo irracional y estúpido?

–Sí –aprieta brevemente los labios, pestañeando despacio, sin rastro ya de la extraña sensación en sus gestos de haber bebido todo el whisky que anoche le ayudó a ser más patán aún, y a pesar de eso no le huele mal el aliento. ¿Por qué tiene que ser tan perfecto en ciertos aspectos? –. Me acuerdo perfectamente de todo, por desgracia.

Mi estómago se contrae. Yo también me acuerdo perfectamente de todo.

Mía y de nadie más.

Eres mía..., y quiero que lo seas para siempre.

Solo te deseo a ti, y te deseo como nunca deseé a nadie antes. Solo pienso en ti, nena..., todo el maldito tiempo. Eres la dueña de mi mente y... quizás... quizás también eres ya la dueña de todo yo...

Suspiro, pensando en el deseo.

Él solo me desea..., y nada más. Tal vez le importe, pero no como me importa él a mí.

Esto es sexo cargado de intensidad, culpabilidad, ganas y... quizás, tal vez, solo un poco de ¿afecto? Me dijo que le importo, pero no sé de qué modo ni hasta qué punto, ni si eso implica afecto. Además, esto es lo que es, y yo no debería esperar más. Ambos estuvimos de acuerdo.

Pero ¿debería preguntárselo? ¿Debería preguntarle qué siente? No. No debería, pues probablemente lo estropearía todo. Sigo temiendo sus respuestas respecto a eso luego de lo que me dijo en Los Hamptons tras sugerirme que no debía enamorarme de él, sin saber que ya estoy perdidamente enamorada y hasta las trancas.

–También me acuerdo de que te dije que quiero que seas mía para siempre –dice, interrumpiendo mi batalla interna –. Me gustaría ser un hombre diferente, pero sigo siendo el mismo que no soporta verte cerca de hombres en los que no confío.

Ahí está otra vez el "para siempre" que acelera mis pulsaciones.

–No puedes controlar ese tipo de cosas.

–El problema es que me gustaría poder hacerlo –alzo una ceja y él exhala despacio –. Ya..., ya sé que no puedo. Solo he dicho..., a ver, solo estoy siendo honesto.

ArrodilladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora