Capítulo 51

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Merece la pena leer hasta el final 🥹🫶🏻...

♡CAPÍTULO 51♡

Estoy mirando fijamente el gigantesco arreglo de rosas rojas que me ha hecho llegar William a mediodía, con una nota en la que solo reza un sencillo volveré pronto que me dejó un amargo sabor de boca cuando lo leí.

Las rosas rojas podían parecer muy románticas, un regalo que refleja la pasión, pero no encontré al leer la nota nada apasionante en esas dos palabras que dan la impresión de estar tan vacías y que pretenden hacer el conjunto de un regalo supuestamente romántico.

No quiero rosas.

Lo que quiero es que me permita hablar con él sin que el orgullo, de ninguno de los dos, se interponga más.

No entiendo el detalle de su regalo si no parece tener ganas ni de verme. Bien podría haberse ahorrado el pago a la floristería.

Savannah abre una de las botellas de vino más caras que posee William en la vinoteca de la casa que compartimos y suelta una carcajada cuando el corcho sale disparado a saber en qué dirección por el susto que nos da el estallido.

Le pierdo la pista en el aire al corcho.

Con un resoplido molesto, Savannah llena la copa de Bianca y ésta la alza entre nosotras sin ninguna culpabilidad.

–Disfrútala tú que puedes –le dice a Bianca, que prueba el vino y suelta un gemidito de placer al saborearlo –. Nosotras nos limitaremos a llenar nuestras fosas nasales con su exquisito y caro aroma.

Huele de su copa, solo llena con un dedo de vino, y me ofrece de la botella para que haga lo mismo.

Niego con la cabeza, conforme con el olor y también el sabor de mi zumo de manzana con gas.

–Ah... –suspira, echándose hacia atrás para apoyar la espalda la base del sofá, degustando uno de los aperitivos que compró Bianca para las tres –. ¿Quién necesita vinos carísimos pudiendo sustituirlos con estas delicatessen?

–¡Yo! –exclama Bianca dando buena cuenta de su copa de buen vino francés –. Está buenísimo.

–¡Serás zorra! –ríe Savannah lanzándole un cojín que casi derrama el vino de la copa de Bianca en la alfombra. Me invade el alivio al ver que no ha sido así –. ¡Regodeándote de dos pobres fábricas de leche lactantes! Lo que daría yo por un sorbito...

Sacude la cabeza y aparta la copa, cogiendo otro aperitivo. Ambas seguimos dando el pecho a nuestros hijos, así que no podemos tomar alcohol. Bueno, por poder... podemos, nadie nos lo impide, pero es un riesgo para la salud de nuestros bebés que hemos decidido no correr.

Hoy es el día de San Valentín.

Savannah, Bianca y yo estamos tiradas en el salón, donde he extendido una gruesa colcha en el suelo junto a los enormes ventanales hacia la terraza. Las estrellas sobre Manhattan centellan hoy, brillantes, protagonistas en un cielo tan oscuro como el ánimo que cargo.

Nuestras opciones masculinas de San Valentín se han largado de la ciudad, así que hemos decidido celebrarlo juntas. No es la primera vez que lo hacemos.

William, Matthew, Turner y Georgia se han ido a Maine esta mañana, acompañados de Mara y el ayudante de Matthew.

Bianca está tumbada boca abajo, con las piernas dobladas y balanceando los pies en el aire, con el peso de su tórax apoyado en los codos, levantando uno solo de tanto en tanto para tomar vino. Savannah está sentada como un buda a mi lado, mientras que yo tengo la espalda contra la mesa baja de centro del salón con las rodillas flexionadas y abrazada a mis piernas.

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