Capítulo 24

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♡CAPÍTULO 24♡

–¿Quieres hablar con él, Valerie? –inquiere Matthew, que me mira a la espera de que yo decida si quiero o no hablar con William, que se vuelve hacia él y le mira mal –. No tienes por qué hacerlo si no te apetece.

–Pero ¿tú de parte de quién estás? –le espeta William a su primo.

Matthew se mete las manos en los bolsillos con tranquilidad, viendo que Jay ya no necesita que nadie le detenga, y se encoge de hombros antes de decirle con rotundidad:

–De ella, por supuesto –afirma Matthew sin ningún tipo de duda –. Ya lo sabes.

William resopla y redirige toda su atención a mí, que me siento inmensamente protegida por Matthew, cosa que creo que él no tiene ni idea de cuánto le agradezco y le agradeceré siempre.

–Tenemos que hablar –repite, severo, prácticamente hundiéndome los ojos azules en el rostro –. Es importante.

Con todo mi cuerpo hecho un manojo de nervios, de pronto siento la necesidad de descubrir qué puede ser tan importante como para que se comporte así.

¿Debería importarme lo que sea? No.

¿Me importa? Por desgracia sí.

–No os preocupéis –le digo a Matthew y a mi amigo. Yo también miro a William con fijeza, fingiendo una seguridad que no hay en mí, cuando le digo –: Hablaremos, pero no más de cinco

minutos.

–Dos me bastarán –asegura con un tono mordaz.

–Valerie –me llama Jay –, opino que deberías...

–Amble tu gesto, colega, pero la opinión que precisamente no se ha pedido es la tuya –le suelta William a Jay con desagradable insolencia –. Ni la tuya ni la de nadie.

No me da tiempo a ver la reacción de mi pobre amigo porque, al instante, William literalmente me arrastra por el salón hasta que atravesamos un pasillo cuyas paredes son de cristal, ofreciendo vistas hacia la terraza donde están todos los presentes ajenos a este drama, y enseguida descubro que me ha llevado hasta el despacho de Matthew.

Su actitud y la situación me cargan de una energía horrible, recordándome a aquellas situaciones que viví con él en el ático.

Un escalofrío desagradable me recorre la columna, por la que me circula un sudor frío desalentador.

Me centro en observar a mi alrededor para intentar paliar mi nerviosismo. La decoración del lugar es mucho menos sobria que la del despacho de William, manteniendo la misma elegancia pero con más jovialidad y un poquito más de desorden, todo dentro de un orden propio de un abogado cuyo escritorio no es más que montañas de papeleo que no dudo que tengan que ver con William o con sus empresas, pues la profesión de Matthew está plenamente vinculada a su primo y sus negocios.

William presiona sus dedos alrededor de mi piel y me quejo.

–¡Me estás haciendo daño! –protesto, tratando de recuperar mi brazo, en vano.

Al cerrar la puerta suelta mi brazo y me aparto de él todo lo que puedo, acercándome al ventanal en el que me apoyo, dándole la espalda un momento en lo que trato de llenarme de valor para enfrentarme a esta estupidez que estoy cometiendo.

¿Por qué diablos he accedido a hablar con él?

Despacio, temiendo enfrentarme a sus ojos, me doy la vuelta y el impacto de su profunda y penetrante mirada azul me eclipsa. Presa de la constante intensidad que siento cuando me mira, hago verdaderos esfuerzos para no echarme a temblar por el efecto que tiene en mí lo cerca que le tengo ahora mismo.

ArrodilladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora