♡CAPÍTULO 17♡
–¿Qué estamos haciendo aquí? –pregunto a William, que está quitándose la chaqueta del esmoquin.
Espero una respuesta mientras le veo dejar la prenda en el respaldo del sofá que se encuentra en medio del amplio salón al que hemos entrado y cuyos muebles se encuentran cubiertos por sábanas. Hay un poco de polvo en la estancia y hasta las lámparas que cuelgan del techo están tapadas por plásticos, como el arte que cuelga de las paredes.
Nos hallamos en un lujoso piso de un exclusivo edificio todavía dentro de una buena zona del Upper East Side. No hay vistas a Central Park, pero sí las hay a gran parte de la ciudad que me parecen alucinantes. No estamos en el ático de este altísimo edificio, pero sí tiene más plantas que el ático de Madison Avenue y casi rozamos el cielo de Nueva York aquí a donde hemos entrado.
William se afloja la pajarita y se quita los gemelos de las muñecas para poder quitarse los botones de las mangas y estar más cómodo dentro de su propia camisa.
–¿De quién es esta casa? –insisto, observando a través de los ventanales la encendida y viva Manhattan a mis pies. No estamos lejos del ático. Su silencio me pone nerviosa –. ¿William?
Volteo la cabeza y se está acercando a mí con aire pensativo y semblante serio.
–Es mía –responde al fin.
–¿Vas a mudarte aquí?
–No. Vivía aquí antes de irme al ático –se mete las manos en los bolsillos de los pantalones, aún más serio –. Esta siempre ha sido mi casa desde que empecé a vivir solo, pero cuando mi hermano murió me mudé a su casa.
–¿Te refieres al ático? ¿El ático era de tu hermano?
–Sí.
Sorprendida por tal revelación, estoy a punto de hablar cuando reparo en algo sobre la repisa sobre la preciosa chimenea de piedra blanca en cuya parte inferior reposa una plancha de mármol gris. Me acerco, pasando por su lado sin que me detenga.
Fotografías llenas de polvo junto a un jarrón oriental.
Cojo el primer portarretratos, soplo la película de polvo que cubre la imagen y siento una punzada un tanto dolorosa en el pecho. No he visto ni una sola fotografía ni individual ni familiar en el ático, y está muy claro que las dos personas que posan sonrientes dentro del marco que sostengo en mis manos son William y su hermano Wyatt. A juzgar por el parecido no se puede negar que es su hermano. Unos cinco centímetros más bajo que William, con el cabello más oscuro y la sonrisa más picarona, pero con los mismos ojos azules y sus facciones.
–Wyatt ¿verdad? –me giro para mirarle y él asiente despacio –. No tenía ni idea de que tenías un hermano, y muchísimo menos que había fallecido. Lo siento muchísimo, por cierto.
No dice nada, pero yo devuelvo la fotografía a su sitio y me fijo en la siguiente, que esta vez no tomo. Solo paso los dedos para retirar el polvo y poder ver mejor. En la imagen están William y Wyatt con un hombre mayor que ellos e intuyo que es su padre, pues de nuevo están ahí esos impresionantes ojos azules que parece caracterizar a los Blackburn.
–Lo siento mucho –reitero mi pesar –. No quiero ni imaginar lo duro que debió ser perderle.
–Lo fue –es lo único que dice y percibo la tensión envolviéndole entero.
Hay otra imagen de William vestido con uniforme de aviador junto a Wyatt ataviado de la misma manera, con un avión detrás de ellos, Wyatt agachado acariciando a un perro de la raza Pastor Alemán en lo que parece un aeródromo. Parece la típica fotografía tomada en tiempos felices, pero al observarle me fijo en que a él ahora solo le provoca una triste melancolía que le baña los ojos de pesar.
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Arrodillada
RomanceValerie se ve obligada a entrar en la vida de un atractivo y millonario hombre con el que llega a un acuerdo. Será completamente suya a cambio de que mantenga a su hermana con vida. Pero el acuerdo no es lo que Valerie creyó que sería, y pronto se v...