Capítulo 35

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♡CAPÍTULO 35♡

Me cruzo de brazos echando un vistazo a mis cuadros, nerviosa. Acaban de traerlos al taller de la galería y no puedo sentirme más expuesta. Son siete y debo exponer diez, así que tengo poco tiempo para pintar los tres que me faltan.

Sí, he aceptado la proposición de Alexander.

En un principio me sentí animada por William, pero fue Savannah este fin de semana que pasé en Los Hamptons quien me convenció, y cuando hoy por la mañana regresé a mi trabajo con mi jefe esperando una respuesta ésta fue que sí; lo haré.

Seis horas después mis cuadros ya están aquí.

Creí que sentiría algo más que nerviosismo y desnuda exposición. No sé..., ¿emoción, tal vez? Bueno, quizás la sienta cuando exponga y vea que alguien adquiere uno de mis cuadros, si es que eso llega a ocurrir. La verdad es que siento que me conformaría con ver una sonrisa, por pequeña que sea, en los labios de alguien que eche un simple vistazo a uno de mis lienzos.

Los otros nueve artistas son tan talentosos que me siento pequeña.

–Valerie –oigo que me llama Alexander. Me vuelvo para verle y tiene una sonrisa radiante puesta en mis cuadros, haciendo realidad mi deseo antes incluso de exponer. Lo mucho que le gustan me proporciona un poco de la seguridad que tanto me falta –. Pero qué preciosidades. Y los colores –acaricia con cuidado una de mis pinturas, maravillado, y me mira de una forma que me hace sonreír con una mezcla de alegría y pudor. Se acerca a mí y me coge ambas manos –. Son divinos, realmente espectaculares. Vas a causar mucha emoción.

Trago saliva, asintiendo con esperanzado nerviosismo.

–Ojalá.

–¿Ya Marcus te ha enseñado todo el taller? –me pregunta.

Alexander conoce mi situación y sabe perfectamente que no tengo dónde ni con qué pintar, así que me han hecho un hueco en el taller de la galería. Está claro que quiere ayudarme, además de que confía en mi arte, y ya estoy ideando cómo agradecérselo. Algo bueno se me ocurrirá.

William me ofreció mi antiguo lugar en su ático, pero rechacé su oferta.

–Ya me ha mostrado hasta dónde queda el último pincel –le informo.

–Y si ya he terminado como guía turístico me gustaría regresar a mi puesto –interviene Marcus acercándose a nosotros con cara de querer dejar de ser mi guía. Sus gafas de pasta tienen los cristales tan limpios que me veo reflejada en ellos cuando me mira con una ceja levantada –. ¿Estás segura de que no necesitas nada más?

–No, Marcus, muchas gracias.

–Estupendo –alza las manos al cielo y su dramática impaciencia nos hace reír a mí y a Alexander. Marcus se ha visto obligado a echarme un cable y no es muy paciente, pero detrás de esa fachada exasperada hay un buen tipo –. Jefe, Valerie.

Nos dedica un saludo militar a modo de despedida, bromeando, y Alexander niega con la cabeza.

–Si sus dotes como restaurador no fuesen las que son ya le habría despedido –bromea cuando estamos solos –. En fin. ¿Estás cómoda aquí?

–No podría estarlo más. Gracias por todo, Alexander. Lo que estás haciendo significa muchísimo para mí.

–Para mí también, no te lo voy a negar –me guiña un ojo con socarronería –, pero hago todo esto porque confío en ti. Así que ahora, preciosa, ¡pinta para mí, por favor! Haz magia con estas maravillas –vuelve a cogerme las manos y me las alza en el aire antes de darme una vueltecita como si estuviésemos bailando, sacándome más risas.

ArrodilladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora