Capítulo 15

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♡CAPÍTULO 15

El corazón se me acelera.

-¿Qué noticias?

-Natalie ya no tiene fiebre -sonríe ella -. Siendo sincera no pintaba bien, pero...

-¿Y eso qué quiere decir? -interrumpo, desesperada.

-Eso quiere decir que los antibióticos están haciendo su efecto. Bastante rápido, a decir verdad. No cantemos victoria por el momento, pero por ahora parece que la cosa va mejorando.

Los ojos se me llenan de lágrimas y miro a William, que sigo sin saber muy bien qué hace aquí, y luego mi mirada se desvía como un tiro hacia el amuleto omamori que colgué hace unos días en el cabecero de la cama de hospital de Natalie.

¡La deidad japonesa! ¿Y si ese amuleto realmente sirve para lo que se le utiliza?

William ve lo que estoy mirando y cuando nuestros ojos se encuentran nos sonreímos levemente, y sé que sabe que estoy pensando en que, quizás, el amuleto ha tenido algo que ver. Eso o que ya no sé en quién creer o a qué ente confiarle la salud de mi hermana.

La doctora se marcha tras comentarme algunas cosas más y avisarme de que vendrán en breve a cambiarle las compresas frías a Natalie y yo me acerco a William sin detenerme a preguntarme cómo es posible que me haya sonreído hace un momento.

-¿Crees que el amuleto...?

-Quién sabe. Mi amigo Hiro cree ciegamente en ellos -pone cara de incredulidad, como si me lo hubiese dado como obsequio solo por las creencias de su amigo, pero no por las suyas -. Yo no, pero...

Cojo su muñeca y acaricio su mano, gesto que le hace enmudecer y mirarme como si estuviese haciendo algo que no debería, mientras que yo no sé si soy una ingenua por de pronto confiar en ese amuleto o una tonta.

-Gracias -él asiente y, con mucho disimulo y suavidad, retira la mano de la mía. Ni siquiera me molesto en detenerme a pensar en que ese gesto me ha fastidiado un poquito. De verdad que no tengo fuerzas ni energía para estar pensando en cómo rehúye de mi contacto cuando éste no es sexual, y por supuesto si es él el que comienza, ya que yo jamás he tomado la iniciativa de un acercamiento hasta ahora -. ¿Qué haces aquí?

-Turner me dijo que ella estaba bastante delicada.

-¿Has venido de visita? -pregunto, perpleja -. ¿O es que acaso creías que mi hermana iba a...?

-Visita -frunzo el ceño y no por su interrupción, sino por la aclaración -. No me mires así -exige.

-No sé cómo quieres que te mire si no es normal que tú hagas algo bueno por mí.

Me arrepiento al instante de mis palabras, pero ya es demasiado tarde.

-¿De verdad estás de humor para discutir? -espeta.

Bajo la cabeza y luego mis ojos se dirigen a mi hermana.

-No. Solo que me confundes siendo amable al venir hoy aquí. No te hubieses molestado...

-Yo no diría que estoy siendo amable -se muestra indiferente.

Me aguanto la frase que pulula por mis pensamientos. Venir aquí mientras mi hermana está en mitad de una crisis por una infección solo de visita, tal como ha dicho, a mí sí me parece un gesto amable.

-¿Quieres un café? -decido dejar de lado el tema de su amabilidad -. Aunque tendrá que ser de máquina y desde ya te aviso que en nada se parece a ese café jamaicano tan exquisito que prepara Marianne cada día en tu casa.

ArrodilladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora