Capítulo 39

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♡CAPÍTULO 39♡

En el baño de la galería, estoy vomitando tanto que el recuerdo de los días pasados tras mi conmoción cerebral aumentan mi mareo por lo similar que es el dolor.

William también sujeta mi cabeza en esta ocasión, mientras siento las manos de Bianca ponerme servilletas empapadas en la nuca.

Los oigo hablar, pero no escucho lo que están diciendo.

Me siento demasiado mal.

La palabra "zorra" en mayúsculas pintarrajeada en todos mis cuadros no sale de mi mente.

Empieza a sentirse muy cansado recibir latigazos de la vida.

Quizás debería ser una maldita zorra y una cabrona. Igual me iría mejor. Quién sabe.

–Ya no puedo más –logro susurrar, apartándome del váter sintiendo varias manos tratando de ayudarme con mi garganta ardiendo por las arcadas y todo el vómito que ha pasado por ellas.

Asqueada, como puedo me deshago de las sujeciones de las manos a mi alrededor, desoyendo por completo lo que me dicen, como si la función de escuchar se hubiese desactivado de mi cerebro de manera automática.

Camino hacia el lavamanos tambaleándome y abro el grifo, cogiendo agua en mis manos y llevándola a mi cara sin importarme que estropee el maquillaje, pues en este momento no podría importarme menos. De hecho, no veo la hora de quitarme toda esta puñetera ropa y apariencia de gala de encima de una buena vez.

Me miro al espejo y vuelvo a ver el fracaso al que me arroja el destino, obligándome a preguntarme una vez más qué mierda he hecho yo en esta vida para merecer las cosas que me pasan.

Bajo la cabeza y una arcada me inclina hacia delante, pero de mí no sale nada, pues ya lo he sacado todo.

Percibo el roce de las manos de William en mis hombros y me aparto de él con rudeza, recibiendo de inmediato una mirada suya cargada de sorpresa.

¿Es en serio? ¿De verdad le sorprende que no quiera que siga tocándome?

–Sal de aquí –le pido consiguiendo alzar mi voz, que se oye medio ronca por el esfuerzo para vomitar –. Es el baño de mujeres.

Su mirada es una mezcla de súplica, arrepentimiento e ira, un caos que solo él podría lograr emanar de esa manera de sus azulados ojos.

–Valerie...

–¡Sal! –grito, furiosa y rogándome a mí misma para no echarme de nuevo a llorar, pues los ojos también me arden.

Bianca, prudente, se interpone entre ambos.

–Hazle caso, William, por favor –le pide –. Yo me quedaré con ella.

Les doy la espalda y me quito las servilletas de la nuca para pasármelas por el cuello, cerrando los ojos porque no quiero ni mirarle.

Escucho sus pasos alejándose. Sé que es él quien está saliendo del baño, tal como le he exigido.

–Ya estamos solas –avisa Bianca, provocando que abra los ojos para comprobarlo por mí misma. Y sí; estamos solas. El labio me tiembla, más las lágrimas no salen –. Anda, ven aquí.

Mi amiga me abraza y yo me dejo consolar por ella. El llanto aflora aunque no quería.

Estoy tan, pero tan cansada de llorar...

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