Capítulo 20

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Abril de 1954                                       

Había terminado otro libro y se levantó para cambiarlo por otro cuando Abraxas entró por floo. Hadrian había salido a correr y a hacer ejercicio por la mañana, probablemente contento de que la cantidad de pociones que tomaba se hubiera reducido una vez más ayer por la tarde. Alejar a Abraxas del departamento sin hacerlo sospechar había sido difícil, pero lo habían logrado, Hadrian no se sentía muy seguro de contarle a Abraxas sobre su salud que aún mejoraba y Orión tenía que respetar eso.

-¡Tengo algo que decirte!- Dijo al verlo, olvidándose incluso de saludarlo.

-Cuéntalo-. Dijo, sin saber qué esperar.

-¡Acabo de recibir un pensadero para ti! Toma-. Abraxas sacó un paquete de su bolsillo y lo agrandó.

Lo cogió, completamente desconcertado. Los pensaderos eran raros. "¿Qué, por qué?"

-Estabas teniendo problemas para descifrar la transferencia de memoria del proyecto espejo, ¿verdad? Puedes desmontar este, ¡quizás te ayude!-.

Pudo notar, por la cara de Abraxas, que esperaba que Orión reaccionara de alguna manera, pero estaba tan sorprendido que no sabía qué debía hacer. Sí, había tenido algunos problemas, pero no podía simplemente destruir uno de los artefactos más raros del mundo mágico.

-Sí que puedes. Por eso te lo compré. Puedes volver a armarlo después-.

-No vas a devolverlo si digo que no lo quiero, ¿verdad?-.

-Haré que Hadrian te convenza-. Afirmó, una sonrisa de satisfacción en su rostro, como si supiera Orion cedería. Que... Sí, probablemente lo haría. Era extrañamente difícil negarle algo a Hadrian. No es que tuviera menos problemas con Abraxas.

-Bien, gracias, no vuelvas a hacer esto. Debería volver pronto para hacer el desayuno y creo que está listo para probar algo más de alquimia práctica si estás interesado-. Dijo. -Voy a dejar esto en la oficina-.

Salió de la habitación. Mentiría si dijera que no había sentido curiosidad por el funcionamiento interno de los Pensadores desde que las conoció a los 8 años, así que no se quejaría más.

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-Abraxas, ¿puedes ir a sacar a Orión de la oficina, por favor? Creo que se ha vuelto a olvidar de comer para no perderse la cena-.

-¿No puedes hacerlo?- gimoteó Abraxas desde donde estaba sentado en un sillón, con un libro abierto en el regazo.

-No si no quieres pasar hambre esta noche-.

-Ah bueno, me gusta demasiado tu comida para eso-.

Dijo el hombre, antes de levantarse y desaparecer por el pasillo. Rodando los ojos, se concentró en su tarea. Había conseguido unos cuantos libros de cocina y últimamente estaba probando nuevas recetas, y Abraxas había llegado un día al apartamento con uno sobre cocina francesa. La pregunta sutil había sido muy clara y él no había estado de humor para burlarse del rubio por ello, demasiado cansado de su pesadilla más reciente.

También había sido en uno de los raros días en que dormía solo, lo que no le había puesto de buen humor.

-Ya voy, ya voy-. Oyó decir a Orión, contrariado, y tuvo que morderse la lengua para no reírse.

Lo peor que Abraxas podría haber hecho era darle algún proyecto para resolver. Claro que era útil, pero Orión estaba tan concentrado en él que a veces se olvidaba de comer y dormir, y la mayoría de las veces ni siquiera se pasaba por el apartamento, ya que no tenía una sala de trabajo que utilizar.

THE MISSING PARTS OF HISTORYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora