Capítulo 47

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Junio de 1955                                         
Parte 3                                                      

Reguló su respiración. Su tormenta emocional aún no había terminado, pero por ahora estaba más tranquilo. Miró la hora, levantándose del suelo y estirando las piernas. 5:12 a.m. Tiempo suficiente para asearse un poco y ver cómo estaba Abraxas sin parecer un Inferi. Miró a su alrededor, haciendo una mueca. Había destrozado el salón y todo lo que había en él en su lapsus.

-¡Kreacher!- El elfo apareció con un suave "pop". -¿Te ha llamado Abraxas?-.

-El heredero Malfoy pidió chocolate caliente una vez, amo-. Asintió, eso significaba que Abraxas estaba realmente escuchando y reteniendo información, además de usarla.

Era bueno, estaba bien. Las pociones no le habían dañado el cerebro de forma permanente -(las pociones amortiguadoras del ingenio podían tener muchos efectos secundarios, era aterrador)-. Un paso a la vez.

-¿Hiciste todo lo que te ordené?- El elfo asintió. -Reparar la habitación. Tira los objetos irreparables y haz una lista de lo que hay que reemplazar. Me ocuparé de esto más tarde. Además, no me importa quién pregunte, esta habitación fue destruida por una matriz rúnica defectuosa en la que estaba trabajando mientras estaba privado de sueño, ¿entendido?-.

-Si, Maestro-.

-Y Abraxas nunca estuvo aquí para empezar. Tienes prohibido buscar o usar lagunas en este asunto-.

-Sí, Maestro-.

Satisfecho, se dirigió al baño de una de las habitaciones de invitados más cercanas.

Si conocía bien a su padre, y así era, el hombre no estaría satisfecho hasta que encontrara información y Kreacher le fuera más leal en primer lugar. No podía darle tiempo al viejo a prepararse por si su padre cuestionaba el estado de la casa en una de sus breves visitas.

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Sorbió su chocolate caliente, contento de que Orión le hubiera dado permiso para recurrir a su elfo privado. No era algo que se hiciera habitualmente, ya que los elfos domésticos estaban al tanto de muchos secretos de la familia a la que pertenecían, y además Orión había dejado muy claro que no ponía restricciones a su uso.

Orión confiaba en él. Todavía le hacía sentir calor, más que el chocolate caliente y mucho más agradable que antes. Inspiró, espiró y tomó otro sorbo.

-Compórtate, Esposo-.

Parpadeó y la imagen desapareció. No era algo que viera con los ojos, más bien un zumbido en los oídos que se negaba a marcharse y traía consigo el desagradable recuerdo.

(Estaba bien. Estaba bien. Lo estaba.)

No le gustaban las manchas negras de la memoria que no podía recordar, pero aún así se alegraba de no recordarlo todo. Lo haría, lo sabía, pero no estaba preparado para ello. Era extraño, sentirse tan incómodo y al mismo tiempo aliviado por la misma cosa.

Se retorció en su sitio, intentando estar más cómodo. Estaba sentado en medio de la cama, apoyado contra las almohadas y el cabecero, con las piernas recogidas contra el pecho. Tenía los pies desnudos y las sábanas eran suaves y agradables al tacto. Sería mezquino compararlas con las suyas, porque estaban hechas para él, personalizadas y todo. Si no comparaba, las sábanas de Orión eran las mejores que el dinero podía comprar.

No había sido así la primera vez que había dormido aquí. Las sábanas le habían producido un ligero sarpullido en los brazos y Orión las había cambiado poco después. Lo mismo le había ocurrido en el apartamento de Hadrian, pero apenas se había dado cuenta en aquel momento. Sólo semanas después, tras dormir allí casi todos los días, se dio cuenta de que las sábanas también eran suaves para su piel.

THE MISSING PARTS OF HISTORYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora