Junio de 1955
Parte 1-Buenas noches, Sr. Hadrian-.
-Buenas noches, Matt-. Dijo en el mismo tono. Cada vez que veía al niño, su forma de hablar se parecía más a la de su cuidador. -¿Cómo estuvo tu día?-.
-Fue un día-.
-Ya veo. ¿Vas a alquilar un libro, o vas a quedarte un rato-.
-Me quedo, el Sr. Morgan tiene cosas que hacer-.
-Bueno, hoy tenemos libros nuevos para la sección infantil, ¿qué tal si vas a ver si te gusta alguno?-.
-Gracias, Sr. Hadrian-.
-De nada, Matt-.
El chico caminó con confianza hacia la zona que le habían asignado, deteniéndose junto a las pequeñas estanterías -(de tamaño infantil, para que no tuvieran que pedir ayuda para alcanzar un libro)- y leyendo títulos a su paso.
A pesar de ser un vampiro, sólo tenía cinco años. Había tenido la suerte, si se podía llamar así, de ser el encargado de su zona la primera vez que había entrado en el local y un cliente maleducado había intentado echarlo. El pequeño Matt, Matthew Rickett, que entonces sólo tenía cuatro años y un trauma muy reciente, había empezado a lamentarse y a intentar esconderse detrás del mostrador.
Dicho cliente maleducado no había vuelto después de que Hadrian le hubiera dejado claro que el niño tenía todo el derecho a entrar en la tienda. Nunca había entendido el odio contra otras especies, la verdad, primero Lupin por ser hombre lobo (lo habían convertido más o menos a la misma edad, Sirius lo había dicho, y seguía odiándolo como si hubiera sido culpa suya en primer lugar), y ahora este niño que no había hecho nada malo excepto preguntar si sabía leer.
Aquel día había estado muy indignado, e incluso Marta se había mantenido alejada de él por ello. El pequeño Matt había sido entonces una bolita pelirroja de dulzura, a sus ojos. Tenía la piel muy blanca -(entonces no había sabido que era un vampiro, había estado muy confuso con la situación para ser sinceros)- y los ojos azules más grandes y redondos que había visto nunca. Era un niño muy delgado, muy asustado y... bueno, lo había perdido.
Ahora sabía que Matt sólo venía durante su turno, lo que significaba que nunca venía los fines de semana. Hadrian estaba bastante seguro de que el niño seguía asustado y se había encariñado con él porque había sido él quien lo había defendido, pero no importaba.
El tiempo pasó lentamente, Matt vino dos veces para informarle de un cambio de libro y hablar de ello. Algunos clientes compraron libros y, en una ocasión especial, tuvo que echar a alguien por intentar llevarse su comida a la zona de la biblioteca. Sinceramente, como si las normas no estuvieran escritas en letras enormes y brillantes en la fachada de la tienda.
Sólo supo que había llegado el momento de recoger sus cosas cuando Morgan, el cuidador de Matt, vino a recogerlo y a pagar la estancia de su pupilo.
-Buenas noches, señor Evans-. Puso los ojos en blanco. No podía creer que considerara a aquel hombre una especie de amigo.
El hombre sólo tenía unos cuarenta años -(de nuevo, un vampiro muy joven para sus estándares, ya que lo habían convertido hacía unos diez años)-, pero actuaba como si llevara siglos vivo y sólo quisiera esconderse en un agujero durante el tiempo que tardara en morir de verdad. Hadrian estaba seguro de que eso se llamaba depresión, pero no lo juzgaría. Imagina que te calentaran cuatro quintas partes de la población mundial por existir, y que luego te encargaran cuidar de un niño vampiro durante toda la eternidad. Aunque Matt creciera en mentalidad, su cuerpo seguiría siendo el de un niño y, por lo tanto, necesitaría un guardián que hiciera las cosas por ellos.
ESTÁS LEYENDO
THE MISSING PARTS OF HISTORY
أدب الهواةEn retrospectiva, Harry podía admitir que tocar cosas al azar en Grimmauld Place no había sido una buena idea. Sin embargo, era un poco tarde para eso. Varado en el tiempo, sin camino de regreso a casa, Harry tuvo que aprender a hacer frente a su vi...