Capítulo 3: Heir Orion Arcturus Black

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Pasaron horas antes de que el chico se moviera en absoluto. Estaba terminando de comer cuando un gruñido procedente del sofá le distrajo. El chico estaba ahora sentado, reclinado sobre una de sus manos mientras se llevaba la otra a la frente. Probablemente un dolor de cabeza, entonces, como era de esperar. Permaneció en silencio, decidiendo observar al chico por ahora.

Parecía confuso, mirando las ventanas, luego las paredes. Luego parpadeó, se miró a sí mismo e intentó, más bien en vano, deshacerse de parte de la ceniza que se le pegaba al cuerpo. Dándolo por perdido, el chico volvió a mirar a su alrededor. Sobresaltado, dio un respingo al notar que no estaba solo y, de nuevo, miró a su alrededor, ¿qué esperaba? Aunque despertarse en un lugar desconocido con un extraño le resultaba sin duda extraño, no era como si hubiera hecho algo que pudiera perjudicarle. Se echó hacia atrás, relajándose en su asiento y se cruzó de brazos, pensando.

Por más vueltas que le había dado, no tenía ni idea de cómo empezar la conversación. Las reacciones del chico parecían reales, así que no creía que hubiera intentado entrar en propiedad restringida a propósito, así que al menos eso era algo. ¿Debería preguntarle su nombre? ¿Cómo había llegado hasta aquí? ¿Sobre su familia, para poder devolverlo y olvidarse del calvario? Si no había sido intencionado, el problema eran los guardias, no el chico. Sus pensamientos fueron interrumpidos por el chico.

-¿Quién eres tú?- Unos penetrantes ojos verdes, tan verdes que sólo podían ser mágicos, se centraron en él. El chico miraba más en su dirección general que a su cara, así que su vista debía de ser realmente pésima. Otro punto a favor de la teoría Potter. Y aunque la pregunta era descortés -(esta era su casa, muchas gracias)-, decidió complacerlo, a ver adónde llevaba esto.

-Soy el Heredero Orion Arcturus Black, de la Muy Antigua y Noble Casa Black-. Dijo, y no ofreció nada más. El chico palideció, de una forma completamente diferente a la que estaba acostumbrado. -¿Y quién eres tú? Y si puedo preguntar, ¿cómo entraste en mi propiedad?-.

-Yo... ¿qué?- Ahora el chico parecía completamente fuera de sí y, para colmo, su respiración se estaba acelerando. Qué suerte la suya.

-Kreacher, un trago calmante. Y sírvenos té-. Le dijo al aire. Los artículos solicitados aparecieron de inmediato, ya que había previsto una situación similar, sobre la mesa auxiliar. Dosificó una de las tazas de rico té negro con cinco gotas del brebaje, ya que el chico ni siquiera le había oído hablar, debía necesitarlas. -Bebe-. Ordenó tras captar su atención.

El chico hizo una pausa, tomando el trago. Luego frunció el ceño. Orión vio la rapidez con que sus ojos se movían, de la poción, a Orión, a la varita olvidada sobre la mesa y a su propia bebida. Un chico cauteloso, entonces. Y aún no había respondido a su pregunta. La siguiente vez que el chico lo miró, enarcó una ceja. El chico se encogió sobre sí mismo, como si levantar los hombros y tratar de esconderse fuera a... ¿salvarlo? Probablemente pensó que había hecho algo malo, y así era. Pero bueno, el chico aún no tenía dieciséis años, y su educación dependía de los adultos a su cargo, no podía culpar al chico de su falta de modales ya que no conocía el ambiente en el que se había criado. No uno bueno, pensó, teniendo en cuenta su comportamiento y su vestimenta.

Finalmente, el chico bebió un sorbo, aunque no lo suficiente para que la calmante bebida hiciera efecto. Por la mueca que hizo, era obvio que no le gustaba la bebida, o que era demasiado amarga para él. Por desgracia, el azúcar y las pociones no reaccionaban muy bien juntos y había que medirlos con cuidado. El chico no se quejó, siguió bebiendo. Orión vio el cambio, las manos del chico dejaron de temblar y su respiración se estabilizó de nuevo. Era bueno. Puso su propia taza en la mesa baja, lo que el chico tomó como una señal de que él también podía hacerlo.

-¿Me responderás ahora?- Dijo, tono plano.

-Cometí un error. Creo que... Toqué algo por accidente y... no sé, empezó a hacer algún tipo de magia y me caí-. Entonces el chico decidió concentrarse en su segunda pregunta. Midió sus opciones. El chico era cauteloso, así que sería mejor no presionar para obtener respuestas que no estaba dispuesto a dar, pero estaría bien profundizar en aquellas para las que diera una respuesta. Asintió con la cabeza. Conseguiría que el chico respondiera a todas sus preguntas de otra forma.

-¿Puedes decirme dónde estabas antes, entonces? Tu familia debe estar preocupada por ti-. Dijo, tentativamente. El chico claramente no se inmutó. Frunció el ceño, porque los signos reveladores de que había querido hacerlo estaban ahí, eso y la creciente ansiedad. Alegría. -Me temo que tienes que responder, de lo contrario tendré que ponerme en contacto con los aurores. No quiero que me acusen de secuestro-. Insistió.

El chico tragó saliva visiblemente, con los ojos desviados. Orión deseaba saber qué pasaba por su cabeza.

-Yo estaba aquí...- Orión parpadeó, apenas había sido un susurro, pero la admisión le hizo resoplar. Sí, madre, sabía que era impropio.

-Creo que me habría dado cuenta si un adolescente hubiera estado viviendo en mi casa-. Esta vez el chico sí se estremeció.

-Eso es... yo no... Yo tampoco entiendo cómo ha pasado-. Pareció desinflarse, enterrando la cara entre las manos. La situación era la más extraña en la que se había encontrado nunca.

THE MISSING PARTS OF HISTORYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora