Capítulo 26

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Julio de 1954                                        

-¡Diablos, no!-.

-¡Lenguaje, jovencito! ¡Antes de que te lo ganes!-

-No puedes obligarme y punto. Tendré mi heredero cuando lo desee y no es que te esté pidiendo nada-.

Estaba que echaba humo, cada músculo de su cuerpo se bloqueaba en su sitio, lleno de tensión y magia, para impedir que maldijera a su padre nueve veces hasta el más allá.

Entendía que podían exigirle un heredero, que había estipulaciones para que no pudiera ascender a Lord Malfoy tras la muerte de su padre a menos que tuviera uno. Sin embargo, su padre estaba lejos de ser un anciano, o débil, o enfermo. No había razón para que lo apresuraran.

No podían obligarle a yacer con su mujer alegando las leyes de la Herencia, y mucho menos cuando era el único heredero Malfoy de su generación. También era una estipulación grabada en su familia para evitar confusiones y problemas de herencias mágicas. Además, y para su suerte, a los Malfoy con el Don de Familia no se les podía hacer engendrar o gestar un hijo en contra de su voluntad. Tres veces había ocurrido en la familia antes de que se detectara el problema y se aplicara la Ley.

El hijo forzado de un superdotado Malfoy nacería un squib, si es que nacía en primer lugar, la Madre Magia rebelándose contra aquellos que habían intentado "jugar" con sus elegidos. Era mucho más abstracto que eso, la magia no era tan sensible como una persona o encontraba activamente personas más aptas para ella debido a alguna razón arbitraria. Sólo significaba que su linaje -(para diferenciarse del linaje Malfoy)- no podía ser robado o aprovechado por magos o brujas codiciosos que andaban detrás de un niño con el Don que pudieran moldear.

Nadie lo sabía, excepto los Malfoy. Ni siquiera se lo habían dicho a su madre, nacida Rosier. Era una información demasiado delicada como para compartirla. No importaba Druella, sólo Abraxas tenía permitido decírselo y él no lo haría, lo último que necesitaba era que ella le corriera la boca a sus padres, que luego se lo contarían a todo el mundo. Los squibs no eran aceptados entre los sangre pura, aunque ya no los mataran. Si se divulgaba la alta expectativa de squibs que podían nacer de su línea nadie querría casarse dentro -(o fuera, había bastantes ramas de su Familia en Francia y España, aunque esto último no era un hecho conocido)- por miedo a que ocurriera y la Familia se arruinara.

Otras familias no tenían eso, por supuesto, pero el propio don de Abraxas estaba tan arraigado en la magia natural del Mundo que ofrecía una nueva capa de protección. No es que fuera culpa del niño, pero al final sería una misericordia. Puede que Abraxas amara su don y ni siquiera se le ocurriera abusar de él en su propio beneficio -(a menudo)-, pero otros podían y lo harían, y un niño no sobreviviría a ese tipo de abuso.

-Necesitas un heredero-.

-A menos que esta sea tu forma de decirme que tienes una enfermedad incurable que te matará en los próximos diez meses, la respuesta es no-. Su padre frunció el ceño y Abraxas supo que había ganado. -Si me disculpas, ahora tengo trabajo que hacer-.

No lo hizo, simplemente no podía soportar la visión de su "familia". Resopló para sus adentros y se marchó sin mirar atrás.

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-¿Ha pasado algo últimamente?- Dijo, cepillando el pelo de Abraxas con cuidado.

El rubio había estado sometido durante unos días, pero Orión no parecía saber lo que estaba pasando, simplemente permaneciendo al lado de Abraxas sin quejarse. Por supuesto, Orión no preguntó ya que esperaba que Abraxas le dijera cuando se sintiera listo. Lo que probablemente haría, así que eso no era un problema. Hadrian no era tan paciente, sin embargo, y si Abraxas no quería responder prefería oír al rubio decirlo, en vez de verlo abatido durante días sin señales de mejorar.

THE MISSING PARTS OF HISTORYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora