Capitulo 22

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Junio de 1954                                       

-¿Vas a salir?- Preguntó sorprendido.
Acababa de volver por la boya de su segundo día de exámenes -(gracias a Merlín, a partir de ahora sólo eran hasta las 4:30)- y se encontró a los dos hombres mayores en el dormitorio preparándose.

-¡Sí! ¡Convencí a Orión de que vivir como un viejo ermitaño no era sano y estuvo de acuerdo!-.

-Yo no hice eso-. Orion gimoteó infantilmente desde donde estaba sentado en la cama, esperando a que
Abraxas terminara de vestirse. -¿Y por qué tus pendientes siempre tardan tanto en ponerse?-.

-Porque no hay hechizo para clavármelos en las orejas cada vez y tener que hacerlo manualmente. No quiero que se me enreden las cadenas. Y de todas formas, conseguir que salgas es casi lo mismo que tú estés de acuerdo conmigo-.

-Quieres decir evitar todos tus lloriqueos...-

Hadrian renunció a seguir la conversación -(Abraxas se estaba burlando de Orión, y parecía que el más joven de los dos lo sabía)- y optó por intentar ayudar a Abraxas con sus accesorios. Por lo general, el rubio sólo llevaba la pluma de pavo real en cualquiera de sus orejas -(tenía una colección completa de ellas, ya que recolectaba las plumas y las pintaba a mano, además de añadirles los colgadores para poder lucirlas)- y tal vez una pulsera o dos cuando estaba en casa.

Cuando salía, sin embargo, Hadrian había descubierto que Abraxas tenía un joyero lleno -(con suficiente
espacio extendido como para ser considerado un pequeño y reluciente armario)- y elegía cuidadosamente qué ponerse para que combinara con su ropa y su peinado, ya que no llevaba ningún tipo de pendientes o collares
cuando llevaba el pelo suelto por miedo a que se le enredara. Abraxas le permitió atender su oreja derecha,
donde intentaba insertar unos bucles dorados con cadenas finas y algunas joyas colgantes, mientras buscaba en su caja cualquier otra cosa que pudiera necesitar.

Seguía creyendo que Abraxas estaba mimado a más no poder, pero sabía que sus padres no aceptaban sus extravagancias, su maquillaje, su peinado o, de hecho, su amor por las joyas. Esas Abraxas las compraba con su propio dinero y no el que le habían dado como heredero de su familia y Hadrian podía respetarlo. Abraxas había trabajado para conseguirlo y no había forma de que Hadrian lo rechazara por ello.

-Deberías usar el otro, no ese, el de las joyas verdes-.

-¿Por qué? Es demasiado larga-.

-Llevas verde y dorado, Abraxas, si te pones esa gargantilla negra sólo vas a atraer la atención, y sé que no quieres eso. Si no, no irías vestido así-. Él
dijo señalando la túnica de Abraxas.
Se consideraría muy progresista en sus círculos, parecía una túnica verde esmeralda normal hasta llegar al cinturón dorado de las caderas y abrirse a partir de ahí, dejando ver sus pantalones verde oscuro. Ciertamente no era algo que un Heredero extremadamente conservador llevaría
en privado y mucho menos en público. Entre eso y el maquillaje de tonos dorados, los pendientes y el
collar, por no hablar de su pelo rubio plateado recogido en una perfecta trenza de espiga sobre su hombro derecho donde no interfiriera con los pendientes, Brutus Malfoy probablemente se echaría a morir
si viera a Abraxas.

Lástima que no fuera a hacerlo, el mero hecho de pensar en aquel hombre irritaba a Hadrian. Bueno, con un poco de suerte un fotógrafo del profeta los pillaría y se atrevería a publicarlos. Estaba seguro de que Abraxas le permitiría ver el recuerdo de la reacción de su padre en el pensadero que Orión había armado de nuevo y lo había guardado rápidamente en su despacho, porque ¿por qué iba a guardarlo en Grimmauld Place
como debería, ¿verdad? Hadrian iba a aprovecharlo mucho.

THE MISSING PARTS OF HISTORYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora