Capítulo 39 "La historia de mi vida"

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LIAM:


Estaba paseando de un lado a otro de la habitación y ella todavía no despertaba. Parecía tan pequeña estando ahí, tumbada en mi cama.


Parecía un ángel. Su pelo se había esparcido por la almohada mientras su cuerpo ocupaba solo una pequeña parte de la cama. Otra vez... Esa imagen de nuevo...


Cerré los ojos y sentí que empezaba a perderme.


"¿Ella también se irá? ¿Me la quitarás como también me quitaste a la otra? ¿Es mucho pedir si te digo que la dejes aquí? Estoy seguro de que no la necesitas tanto como yo la necesito. Ella, está contigo, pero deja a Ally aquí"


Me senté al lado de su cama, apoyando mi espalda en la esquina de madera. Su mano cayó, golpeando ligeramente mi hombro. Sus dedos eran demasiado blancos en ese momento, su cara estaba muy pálida y sus labios secos y agrietados. Parecía tan frágil que me daba miedo que se rompiera.


Besé la palma de su mano y cerré los ojos.


"La historia de mi vida...

Un niño pequeño con ojos marrón intenso, no muy hablador, pero con muchas cosas que decir.

Parece haber pasado tan poco tiempo desde entonces, pero dejé dieciséis años atrás, dejé una familia atrás.

Oigo gritos de chicas y me encamino hacia aquel lugar. Son mis hermanas y mi madre. Están todas en una habitación y se ríen.

Se ven tan felices, tan diferentes en comparación con la imagen que quedó impregnada en mi cabeza. Todas llevan los pijamas puestos y hablan sobre un tema que les trae una enorme sonrisa en los labios. Yo.

Me siento al lado de ellas, pero parece que ninguna me observa. Ella también está aquí, está al lado de mi madre jugando con la pulsera que yo le regalé por su cumple. No se la ha quitado nunca desde aquel día, diciendo que yo quedaría impregnado en su corazón como un tatuaje.

Es guapa, tan guapa como la recuerdo. Su gran sonrisa, el sonido se su risa y sus ojos completamente azules... Lleva una camiseta rosa y un pantalón azul, mientras su pelo está recogido en dos coletas.

Sonrío, así es como la dejé. Mi madre les cuenta cosas sobre mí y ellas sonríen, menos ella. Ella está triste, agacha la cabeza y veo las lágrimas resbalar por sus mejillas. No quiero que llore, juré que prefería estar ciego a ver una lágrima saliendo de sus ojos.

Suspiro débilmente y me siento a su lado, empujándola ligeramente, pero ella ni se inmuta. Intento tocar su cara, pero no siente. Está aquí, después de tanto tiempo está aquí aunque ella no me vea, yo sí.

Cuando mi madre pronuncia de nuevo mi nombre ella levanta la vista con ojos grandes hacia ella. No oigo lo que dice, pero puedo ver sus ojos agrandarse con cada palabra.

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