Capítulo 3 "No te tengo miedo."

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La cabeza me dolía un montón, a la mañana siguiente cuando me desperté,  por todo lo que había llorado la noche anterior.

Tenía que salir de esa casa cuanto antes. Pero ¿a dónde? Ni siquiera sabía dónde estaba y no lograba recordar las calles por las que pasamos.

Cuando quise levantarme de la cama, sentí como alguien se movía a mi lado. Me di la vuelta lentamente, tratando de no hacer movimientos bruscos y vi que él estaba dormido a mi lado.

Al instante, el miedo me paralizó, pero me tranquilicé enseguida. 

Tenía que salir de allí. Fui hacia el baño para coger la ropa que había dejado allí hacía unas horas y salí lo más silenciosa que pude ser, pero el camino hasta la pequeña puerta me pareció demasiado largo a pesar de ser solamente un par de pasos. 

-¿A dónde crees que vas?- Oí de repente y lo miré, pero sus ojos seguían cerrados.

-Hmm... y-yo...emm...- Tartamudeé.

-Dije que te llevaría yo. Y así será así que no intentes huir.- Dijo tranquilo. Realmente no entendía a ese chico y la verdad es que me estaba estresando bastante.

-Mira, está bien, me rindo.- No iba a pelear otra vez con él.

-¿Qué quieres decir?- Preguntó levantando la cabeza de su almohada, para mirarme confuso.

-Quiero decir que... Mira yo no sé quién eres. Quiero decir, hace unas pocas horas que te conozco, pero han pasado muchas cosas en esas horas y yo realmente no te entiendo.- Dije lo más rápido que pude, con cierto temor.

Él se dedicó a poner su cabeza de nuevo en la almohada y volver a cerrar los ojos.

-¿Qué haces?-

-Dormir, ¿qué te parece que hago?-

-Bueno pues despierta. Me tienes que llevar a casa. Ya-

-¿Quieres dejar de decirme lo que tengo que hacer?-

-O si no ¿qué? ¿Me matarás?- Dije. La verdad es que sí, me seguía dando miedo, lo reconozco pero no por eso le iba a dar la razón. No tenía ningún derecho para decirme lo que tenía que hacer. Me tenía que ir a casa y quiera o no, él me tenía que llevar, porque por lo visto irme yo sola no era una buena opción para él.

-Posiblemente.- su tono de voz era serio pero de alguna manera yo sabía que no estaba hablando en serio.

-¿Qué es lo que realmente quieres?-

-¿Perdón?-

-Si, ¿que quieres? No te entiendo. Dijiste que me llevarías a casa, que solo vendríamos aquí por mis heridas y sabes igual de bien que yo que no son más que unos pequeños rasguños, habría sobrevivido sin curarlos. Bueno, pasando a lo siguiente, aun después de curar mis heridas no quisiste llevarme a casa y reaccionaste como un completo loco a una simple pregunta. Me quedé dormida en el suelo, lo recuerdo pero no me has dejado allí, me has subido a la cama y ahora te estas portando como si fueras la mejor persona del mundo- Solté todo lo que pensaba.

No dijo nada, simplemente se levantó de la cama y se dirigió hacia mí. Y con cada paso que avanzaba, yo retrocedía a la vez. No sabía cómo se había tomado lo que le acababa de decir así que prefería no arriesgarme.

No dio más que tres pasos y, de la nada, se empezó a reír.

-¿Qué es lo que es tan gracioso?- pregunté cruzándome de brazos.

-Tú.- Dijo dejando de reír.

-¿Yo?-

-Si, me hace gracia, que, aun con el miedo que me tienes, sabiendo lo fácil que puedo perder el control, tu sigas haciéndote la dura. Estoy realmente impresionado, Allyson-

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