Capitulo 15 (Gregor)

348 15 0
                                    

GREGOR

— ¡Sam! — grito, sentándome con el corazón acelerado dentro de mi pecho, alterando las máquinas a las que estoy conectado por una extraña razón.

Miro a mí alrededor, desesperado, encontrándome con un espacio prístino y ambientado para hacer de habitación de hospital en una mansión. Lo sé muy bien porque de niño mis abuelos solían hacerlo cuando no querían pasar días en el hospital.

Todo mi cuerpo está lleno de vendajes y las heridas en mi espalda no me provocan tantos dolores como en el pasado, al menos no es tan intenso como el dolor que siento en mi pecho con ese horrible sueño en donde lastiman a Sam. A mí... no...

Ella no es mi chica... aún.

"El pitido de las máquinas me tiene harto". Pienso, arrancando los cables que me conectan al aparato, junto a los sueros que me mantienen adormecido y postrado en esta cama cuando mis chicas me necesitan.

El miedo de imaginar a mis chicas heridas y cubiertas de miedo por lo que sea que está haciendo el imbécil de Diego Santander en Estados Unidos mientras yo estoy en este lugar me llena de asco, de repulsión.

Necesito salir de aquí.

— No puedes viajar en ese estado. — me indica el mismo hombre que me trajo a este lugar, Mikhail, entrando a la habitación con las manos en los bolsillos de su pantalón.

Ahora no parece un militar que está a punto de asesinarte, incluso podría pasar por un civil cualquiera si sale de este lugar vestido así y el hecho de no verlo armado y alerta por mi despertar solo me indica que estoy en su territorio.

Más problemas para mí.

— Tengo que irme. — digo con firmeza, sintiendo mi garganta herida y seca.

¿Cuánto tiempo dormí?

— Lo entiendo, pero no estás en condiciones. — me responde con calma, sentándose en el único mueble de la habitación, frente a la cama — Llevas dos semanas dormido, eso podría considerarse un coma incluso.

Con su cabello rubio alborotado, la barba de dos días y sus penetrantes y oscuros ojos azules, no aparenta tener más de treinta años, pero tampoco menos de veinte. Este es un hombre de cuidado, con una experiencia más basta que los absurdos ejercicios de defensa que me daban en el instituto. No podré salir de este lugar a la fuerza, mucho menos cuando no sé dónde estoy.

— Debo proteger a alguien. — digo con voz ronca, intentando levantarme.

Apoyo los pies en el suelo, intentando levantarme para demostrar mi punto con este asunto, pero estos ceden a mi peso, haciéndome temblar, jadear e incluso obligarme a regresar a la cama con la respiración acelerada, sosteniendo el soporte de los sueros con rabia por mi debilidad.

¿Cómo voy a salvarlas en este estado?

— Mi hermano Giovanni está en Estados Unidos en estos momentos, el domingo recibiré un reporte de la situación. — me informa, mirándome de brazos cruzados desde su lugar — Tú necesitas recuperarte y yo quiero respuestas ¿Qué busca Diego en Estados Unidos?

— ¿Por qué no me mataste? — pregunto lo que pienso, mirándolo con el ceño fruncido — Tuviste la oportunidad, todas las de ganar en el estado en el que me encontraste ¿Por qué me salvaste y no me dejaste morir en ese lugar?

— Porque tienes potencial. — responde con simpleza, encogiéndose de hombros — No cualquier moribundo logra matar a tres personas como te encontré ¿Sabías que tus heridas estaban infectadas?

Me lo suponía, después de un tiempo ellos se cansaron de curarme y decidieron doblegarme haciéndome sufrir con la fiebre, el vómito y los mareos que traían consigo las pausas luego de las sesiones. Tenía todos los síntomas de una infección, pero el imaginarme a mis chicas sonriendo me daba las fuerzas para no rendirme.

Enamorada del CEO ImbécilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora