Capitulo 60

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CAPITULO 60

GREGOR

Según las visitas de Margery y los conteos constantes de Mikhail, llevamos tres meses aquí, encerrados como perros que solo salen a hacer espectáculo para los imbéciles que apuestan sobre quién de nosotros caerá con el oponente que traen.

Rusos, iraníes, polacos... he perdido la cuenta de todos los tipos con los que he peleado, y no puedo imaginar cómo va Mikhail que fue el bufón de todos ellos durante tantas semanas. Él dice divertirse porque es un buen entrenamiento y no se oxida encerrado, pero para mí, que no estoy acostumbrado a esta mierda, es un infierno.

Tengo los nudillos vueltos mierda y la camisa terminó destruida en el último combate y ahora solo tengo camisetas negras que Margery le roba a la guardia de Diego para cubrirnos y no enfermar aquí abajo. Incluso Mikhail viste como yo y eso me causa gracia, parecemos dos imbéciles que van a tocar en un concierto o algo parecido.

— Cuéntame algo. — le pido en ruso, ya que el italiano lo hablan muchos aquí y lo último que quiero es joder a mi jefe.

Seguimos en la oscuridad de la celda, pero me he acostumbrado tanto a este entorno que ver la silueta de Mikhail junto a mí es más sencillo ahora que al principio. Está estirando sus extremidades sin prestarle atención a las cadenas. El demonio encarnado.

— No quiero una relación amorosa, gracias. — se burla en ruso, haciéndome reír.

A pesar de toda la mierda, el humor oscuro de este malnacido me funciona para no desfallecer en mi desesperación. Preocuparme por Sam va a arruinar los planes de Margery, así que solo rezo porque esté bien y este silencio por parte de Diego solo sea signo de algo bueno.

— Solo quiero conocerte. — admito, encogiéndome de hombros — Si vamos a morir, al menos quiero saber algo de ti.

Escucho las cadenas deslizarse, él se sienta contra la pared y suspira, mirando al techo. Veo que no le es fácil abrirse, y supongo que es por su trabajo en la Camorra, pero no creo que eso le haga bien a ninguna persona. Incluso si es un demonio como él.

— Saber algo de mí es una sentencia de muerte o de tortura. — advierte.

Al menos no se está negando como la primera vez.

— Tortura, ya tengo. — señalo los últimos acontecimientos, sonriendo — Y muerte, tendré. Creo que ya pasamos los requisitos.

Mikhail soltó una risa seca, plana, las comunes que ha soltado conmigo y eso me hizo sentir un poco mejor. No porque seamos amigos de toda la vida, si no que... a este hombre le debo mi vida. Por darme una segunda oportunidad es que logré vivir tanto, logré estar con Sam y conocer a mi hija, decirle que le debo todo es poco comparado con la verdad.

— ¿Por qué no me mataste? Allá en Italia. — pregunto lo que me lleva carcomiendo la cabeza desde el primer día — ¿Por qué perdonarle la vida a un desconocido?

— Porque... — suspira, cruzándose de brazos y haciendo tintinear las cadenas.

A veces creo que las considera unas meras pulseras decorativas y un lindo collar, al desgraciado no le afecta el peso de las gruesas cadenas y por momentos me espanta de solo pensar en qué tanta mierda vivió para ser así.

Ni siquiera los investigadores del bajo mundo tienen algo sobre él, lo único que consiguieron fue la misma foto que me mostró Christopher en Nueva York y eso porque tenía un registro de ese instituto que Sam mencionó hace meses.

El instituto Le Rosey. Jamás creí que Mikhail sería alguien que estudiase allí.

Tal vez nuestros caminos siempre estuvieron destinados, a pesar de lo cursi que suene, pero es cierto teniendo en cuenta que por poco Margery y yo estudiábamos allí. Y si tenemos en cuenta que Mikhail nos lleva pocos años, tal vez incluso nos habríamos topado en los pasillos.

Enamorada del CEO ImbécilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora