Capitulo 49

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CAPITULO 49

SAMANTHA

Ser madre joven es... demasiado complicado.

Por momentos siento que todo lo estoy haciendo bien, que entiendo a mi bebé y que voy a ser la mejor madre de todas. Pero hay otros momentos que te hacen dudar incluso de tu existencia misma.

Cuando se despierta de madrugada, sin que esté Gregor cerca y termina llorando por horas, haciéndome llorar a mí de la desesperación porque no sé calmarla, cuando no quiere comida ni quiere dormir y yo no puedo. Todos y cada uno de esos momentos me hacen replantearme lo de ser una madre tan joven. Incluso he llegado a huir de mi propia hija por unos minutos porque no logro calmarla.

Martina es la que casi siempre llega a mi rescate.

Cecilia se fue a estudiar, y yo ya estoy por terminar el instituto ¿Si podré tener una carrera universitaria con todo el trabajo que es tener una bebé tan pequeña?

— Señora, yo me encargo. — escuché la voz de Martina, tomando a la bebé de mis adormilados brazos — Vaya y duerma, se ve cansada.

— Estoy bien. — mentí, cayendo en la cama con un ruido sordo antes de perder la conciencia.

El mes había pasado demasiado rápido y Gregor no había logrado concretar la logística, por lo que tuvo que viajar él mismo a Estados Unidos desde hace dos semanas para atender esos problemas que no lo dejaban terminar y luego venir por mí y la niña.

Un mes y medio sin Gregor, sola con la bebé, me destrozó.

No logro calmarla como lo hace él, y a veces cuando come parece convertirse en un vampiro que no quiere dormir hasta que amanece porque el techo le parece algo sumamente interesante y el torturarme aún más.

Por eso, hay noches como hoy, en la que Martina la toma para intentar dormirla mientras yo caigo profundamente dormida en la cama mucho antes de terminar un pensamiento lógico para ayudar a la pobre mujer.

No sé ni siquiera cómo voy a ir en la mañana al pediatra para su consulta mensual. Si debo colocarle alguna inyección no seré de ayuda siendo un zombie.

Joder, ¿Por qué no explican mejor el asunto de ser madre adolescente? Les aseguro que si muchos supieran lo que es esto, no habría tantos embarazos a mi edad.

— Buenos días, señora. — de nuevo, la voz de Martina me despertó de mi letargo, recordándome que tengo compromisos por cumplir.

Me removí en la cama, intentando alcanzar mi teléfono donde sea que lo haya dejado; pero un dolor punzante en mi cuello y espalda me hizo gemir de dolor mucho antes de abrir los ojos para localizar el estúpido aparato.

¿Qué carajo me pasa?

— Durmió en una mala posición. — escucho la voz divertida de la nana, unas manos cálidas tocando mi cuello con cuidado haciendo que aullara de dolor en mi puesto — Debería agendar una cita con un masajista para que se relajen sus músculos.

— Debería dormir mil años más. — me queje con un gruñido, sentándome con sus manos detrás de mí cuello, haciendo muecas de dolor — ¿Qué hora es?

— Las ocho de la mañana. — responde con media sonrisa, acomodando mi cabello lejos de mí rostro.

La luz del sol me quema. Joder, creo que el vampiro soy yo y no Vivianne.

— La cita con la pediatra es en dos horas, por eso la desperté. — explica, levantándose frente a mí con alegría — Debe arreglarse, el mundo la espera.

— Gracias, Tina, pero yo no espero al mundo. — reí, negando con la cabeza, divertida — ¿Dónde está la niña? — pregunto con una mueca, masajeando mi cuello al ver la cuna junto a la cama

Enamorada del CEO ImbécilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora