Capitulo 20

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CAPITULO 20

SAMANTHA

Estar muerta se siente como estar dormida sobre tu cama, con mantas que te cubren y una calidez que te hace sentir en casa. No me atrevo a abrir los ojos, pero sentirme así me hace relajarme, respirar profundo un par de veces... incluso mi alrededor huele a mi habitación.

¿Podré encontrar a Gregor aquí?

No sentí dolor cuando me lancé, solo un pequeño tirón en el cuello antes de caer inconsciente en los brazos de la muerte.

Sentí un abrazo reconfortante junto a mí, avivando mi curiosidad sobre quién está conmigo en el más allá ¿Algún conocido?, regresé el abrazo con fuerza, absorbiendo el aroma que desprende quién está junto a mí. Me es familiar, pero no sé de dónde.

Un olor a lavanda con sudor masculino que me tensó un poco el cuerpo. Los hombres cerca de mí me dan miedo, no los quiero cerca desde lo que pasó y si tengo a un sujeto cerca yo...

Abrí uno de mis ojos, intentando no llamar la atención de mi acompañante. El más allá no es como muchos piensan, no hay luz o música alegre alrededor, aquí es de noche, y se ve justo como mi habitación.

"¿Dónde estoy?". Me pregunto con una mueca, mirando al techo de lo que parece ser mi habitación.

— Sam.

Giré de manera brusca mi rostro al sonido de esa voz, de su voz...

Ojos negros, cabello blanco y un cansancio gigante se refleja en el rostro del chico en mi cama. Un rostro que no he podido olvidar desde que estuve en el jardín de niños y me arrojó de la silla donde me encontraba leyendo, el mismo con el que soñé todos estas semanas en las noches donde pensaba si lo mejor para mí era morirme para hacerle un favor al mundo.

— ¿Gregor? — pregunté con la voz rota, sin poder controlar el llanto.

Siento un nudo en el pecho, los latidos de mi corazón bombean una y otra vez en un mensaje de "esta aquí", y mis manos comenzaron a sudar, sosteniendo la tela de su ropa con tanta fuerza que mis nudillos quedaron blancos y me dolieron los dedos. Intentar controlar mis lágrimas es una tarea perdida, verlo frente a mí y sentir el dolor en mi cuerpo solo me demostraron eso que no me atrevía a creer cuando volvía a la consciencia.

Estoy viva, y él está aquí.

— Sí, Samantha, aquí estoy. — dice en voz baja y ronca, limpiando las lágrimas en mis mejillas.

¿Lo dije en voz alta?

Me atrevo a soltar una de mis manos de su ropa para tocar su rostro, los pómulos definidos, la barbilla fuerte y el borde de sus ojos justo donde unos mechones de su cabello me rozan los dedos, como siempre ha sido cuando lo fastidiaba el año pasado y le movía el rostro de un lado a otro.

— Eres tú. — sollozo, temblando — Estás vivo, no fue mi imaginación.

Mientras ataba la cuerda al barandal de madera me pareció escuchar su voz llamándome desde la puerta de entrada de mi casa, y antes de caer inconsciente recordaba verlo romper la misma puerta con una patada y gritar mi nombre mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

¿Acaso lloró al verme así de rota?

Con Margery y su accidente lo vi romperse, llorar y sentirse insuficiente para estar allí con nuestra mejor amiga, no sabía cómo tratarla o como ser la mejor compañía que ella necesitaba. Pero conmigo siempre había sido como es, un chico holgazán, quejoso y que suele mantener un rostro inquebrantable por emociones mientras te observa ¿acaso yo le afecto tanto como lo hace Margery?

Enamorada del CEO ImbécilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora