Capitulo 63

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CAPITULO 63

GREGOR

Los días siguientes son un par de lo mismo, un borrón de cosas que mi cerebro no termina de procesar o que no le interesa guardar porque mi estadía en este lugar de mierda ya no me importa.

Incluso cuando Margery viene a curar las heridas de mis manos y cuerpo por los enfrentamientos no la escucho, veo al suelo lleno de oscuridad, perdido. Pensando, tratando de ubicar la forma de salir de aquí de tomar a Sam, a Mikhail y a Margery y salir, irnos de este lugar.

El mes siguiente fue como un golpe en el estómago.

Ya estaba comenzando a entender la forma en la que Mikhail llevaba la cuenta. Con cada visita de Margery preguntaba el día qué era y contaba los días que pasaban desde su última venida. Y es lo que he estado haciendo, contestando con monosílabos a mi mejor amiga mientras me pide que resista. No sé cómo resistir.

Peleo porque no tengo algo mejor que hacer. Como para no preocupar a Margery, pero todo en mí está vacío... perdido.

Incluso Mikhail dejó de decir amenazas cuando nos sacaron la última vez a pelear. Todos estábamos comenzando a perder las esperanzas.

—Con ustedes el perro de guerra, el sabueso, el mejor amigo del hombre. — grita el estúpido presentador, con su mismo discurso imbécil de siempre — ¡Nuestro segundo mejor peleador!

Abren las puertas de la fosa y yo salgo, dejando mis manos caídas a mis costados y mirando a mi contrincante, el ganador de la primera ronda eliminatoria, el desgraciado los desmembró a todos desde el estómago al cuello con la cuchilla que le lanzaron. Diego debe estar deseando que me mate de la misma forma.

Hace poco lo intentó con Mikhail y el sujeto que partía los cráneos de sus rivales con el bate lleno de púas, pero el italiano terminó haciendo lo que él y le destrozó la cabeza antes de arrojarle el bate a los pies de la tribuna de Diego, insultándolo con el dedo corazón.

Ya todos estamos hartos.

Además que verla con él...

Sam estaba aquí, siendo la mujer de Marcelo Ferro en medio de todas las personas que gritan y apuestan en la tribuna. Verlos me daba asco, más cuando se besaban o toqueteaban como yo debería hacerlo con ella ahora, haciendo que Diego se ría en mi cara al señalarla con diversión por su "falta de memoria". Y a veces no sé si fue real lo que vi en el calabozo o una simple ilusión.

Mi mujer no me ha visto o denotado en todo el día desde que entró a este lugar, ni siquiera reaccionó cuando casi me parten las costillas con el bate o cuando dos tipos me acorralaron en la pared. Solo se mostraba temerosa, aferrándose a la camisa de ese imbécil.

¡Toda esta mierda me tiene harto!

Arrojan las armas de este combate, veo la intención de mi contrincante de tomar la cuchilla, pero le cierro el paso de una patada, guardando el arma en mi pantalón mientras lo golpeo con una serie rápida de puñetazos para alejarlo de las armas corto punzante de atrás.

Hoy no estoy de ánimos para fingir que no puedo pelear como Mikhail.

Me alejo al notarlo mareado, y aburrido, le corto la garganta con la cuchilla oxidada, abriéndole la carne de inmediato y llenando mi ropa de su sangre al dejarlo caer con una mueca de asco.

Aquí es donde oficialmente perdí la humanidad, ya ni lástima siento.

Dejo el arma sucia en el suelo con un ruido sordo, saliendo de la arena sin mirarla de nuevo, dejando la presentación a medias mientras la gente se emociona por el final de la pelea, como si esto fuera un puto show de televisión.

Enamorada del CEO ImbécilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora