Capitulo 2

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CAPÍTULO 2

GREGOR

—Años atrás—

El primer día de la primaria siempre es un dolor de trasero, no le veo el caso a venir aquí cuando está todo el escándalo de los niños nuevos y las interminables presentaciones de todos. Me aburro.

Pero vengo por dos fastidiosas que hicieron trampa ayer mientras jugábamos Playstation, perdiendo la absurda apuesta que me hizo venir a escuchar el mismo sermón de la directora que no cambia desde hace cuatro años cuando llegamos del jardín de niños. Como se nota que no quiere matarse la cabeza para decirnos palabras de bienvenida como se le pide.

— Oye, Gregor. — murmura la fastiosa número uno, Margery Bolton.

A veces me replanteo mi decisión de haberla hecho mi mejor amiga cuando nos conocimos en España por el trabajo de sus papás con los míos. Cinco de mis nueve, casi diez, años de vida han sido un torbellino por esa chica.

— Tengo hambre. — dice desde su puesto en la fila de las niñas, está a tres personas de distancia de mí por enana — ¿Tienes algo de comer? Olvidé mi desayuno y ya no le puedo robar a Max.

Max Bolton, el más normal de los dos. Pasó este año para la secundaria junto a mi hermana y ya no podrá venir a ayudar a su hermanita con sus problemas de memoria al salir de casa, razón por la cual me pidió a mí como su mejor amigo, cuidarla de cualquier peligro y ayudarla en lo que necesite.

Supongo que mi desayuno es parte del paquete.

— Deja de hablar. — la regaña la fastiosa número dos, parada junto a mí en la fila — Luego te daré de mi sándwich.

Es mi otra mejor amiga. A ella la conocí el primer día del jardín de niños y nos llevamos fatal luego que la tiré de una silla por estar jugando a las atrapadas con Margery. En ese entonces se veía adorable con sus coletas, los cachetes regordetes y el cabello corto, pero desde que entramos a primaria y se dejó crecer el cabello además de comenzar a adelgazar un poco, ya no puedo mirarla más de diez segundos.

No sé lo que me pasa.

Desvío la mirada al suelo cuando siento que está por mirarme y luego veo a la directora hablar en el atrio. Tratando de parecer interesado en sus normativas que no han sido renovadas al parecer desde el siglo XIX. Desde que llegamos a esta escuela la mujer no ha dejado de repetir la palabra respeto y solidaridad como si fuera un mantra, e incluso hemos sido llamados a la dirección en algunas ocasiones — que nunca llega a oídos de nuestros padres gracias a un poder divino llamado firmas falsas — por estar en el patio los tres juntos. La mujer está empeñada en que no puedo pasar tiempo con mis dos mejores amigas sin tener la necesidad de verlas de otra manera.

Sí, tengo diez años. Y sí, mis hormonas están a punto de acabar con mi sentido común con el asunto del desarrollo; pero por dios, déjame disfrutar un poco más de la primaria. Ya incluso tengo miedo de mirar más de dos segundos a mis amigas por sus vigilancias estúpidas.

Cuando termina el discurso y nos deja ir a todos a los salones correspondientes, donde estoy con las dos revoltosas que tengo siempre pegadas, una de las profesoras, que tienen la función de guiar a los estudiantes, me llama con carácter de urgencia. Terminando en... oh, si, adivinaron.

¡En la dirección!

¿Ahora qué hice, joder?

Me estoy replanteando el insultarla en español latino a ver si así se dejan de idioteces, es más creativo al momento de inventar insultos y les costará traducirlo por más tiempo.

Dejo que las chicas se adelanten haciéndoles una seña para calmarlas cuando no me ven cerca y camino a la oficina de la directora, gruñendo. No me importa pareces un perro, me cae de la hostia que me jodan por tener dos mujeres como amigas.

Enamorada del CEO ImbécilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora