Capitulo 36

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CAPITULO 36

GREGOR

Desperté y lo primero que pasa es que el maldito hospital es tomado por criminales. Busqué mi teléfono, pero ni siquiera tenía ropa puesta además de la estúpida bata de hospital y la vía pegada a mi brazo. Estaba a punto de arrancarla para buscar a mis chicas cuando la puerta se abrió de una patada, mostrándome a Mikhail con su traje táctico, con Sam en sus brazos; llena de polvo, con rasguños en los brazos y el rostro ceniciento, saboreando un chocolate.

Me senté de golpe con una mueca por el impulso inesperado, sintiendo las vendas en mi pecho y abdomen apretando mi cuerpo.

— Tienes un hematoma cerca del hígado, más te vale no moverte demasiado. — avisa Mikhail, recostando a Sam en el mueble reclinable de la habitación.

Se veía demasiado mareada para ser normal en ella, acaso...

— Solo tiene una baja de azúcar. — me calma Mikhail, acomodando a Sam en una posición cómoda antes de mirarme con su usual ceño fruncido — Diego está aquí jodiéndome los cojones de nuevo.

— ¿Cómo? — gruño, recostando mi cuerpo en la cama, resignado.

Con Mikhail presente mis posibilidades de ir contra sus órdenes son nulas, él odia que lo contradigan, mucho más cuando de salud se trata. Si lo desobedezco es capaz de partirme un dedo para que aprenda a obedecer, lo hizo en Italia, pero para mí suerte solo fue que dislocó mi muñeca y luego la reparó, haciéndome ver el diablo.

El italiano tiene maneras macabras de hacerte entrar en razón, pero al final cumple su cometido.

— Se enteró del embarazo de ella. — explica con una mueca, señalando a Sam — Me llamó para que me deshiciera de esto y cuando terminé de asegurarle que lo haría, la maldita Calabresa tomó el hospital, cazándome.

— Entonces, estamos atrapados. — digo con el ceño fruncido, quitándome la sábana del hospital.

No pienso seguir hablando con Mikhail con las bolas al aire con esta bata. Mis cosas están junto al mueble donde Sam está, acostada.

Comienzo a subirme mi ropa interior con una mueca. Tengo la anestesia aún en mi sistema, pero la incomodidad de las vendas en mi cuerpo no pasa desapercibida con mis movimientos.

— No por mucho. — sonríe de la misma forma que el día que regresé, desviando la mirada a la ventana para que pueda vestirme — Necesito que tú, Harris y Bolton salgan del hospital mientras uso a la Calabresa como cortina de humo. — explica su plan, detallando algo fuera.

Subí mis pantalones con una mueca, perdí el teléfono en el estadio al caer. Tomé la camisa de suéter con un suspiro, Mikhail me miró con el ceño fruncido y se cruzó de brazos, pensando. Acaba de colocarse los lentes de contacto, ya no se ven sus ojos azules de siempre, son negros.

Mi gran pregunta es cómo llegó aquí sin que Diego lo viera, y la otra es cómo logró que Sam estuviera calmada en sus brazos. Desde lo que pasó no deja que nadie se le acerque, y no porque sea Mikhail creo que se vaya a dejar.

— Margery Bolton está dos pisos abajo haciendo un alboroto mientras le sigue el juego a Diego. Si la calabresa la ve, va a matarla. — me advierte, helándome la sangre — Además que tú mujer se encuentra casi inconsciente por subir las escaleras de emergencia de un ascensor que colapsó.

¿Qué?

¿Cómo que un ascensor colapsó? ¿Ella estaba dentro?

Reviso sus brazos, leves cortes y manchas de grasa con polvo. Sus piernas están casi igual, por suerte el pantalón la protegió de una cortada en ellas. Y su abdomen, el lugar que más me importa en estos momentos que esté bien, está intacto, una leve mancha de grasa y polvo, pero no hay cortadas, golpes o marcas; el hogar de nuestro bebé está a salvo.

Enamorada del CEO ImbécilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora