GREGOR
Recibir la ayuda de Samantha Harris es lo último que esperaba el día de hoy cuando estaba comenzando a sentir el nacimiento de una horrible migraña por estrés.
Estaba en ese salón de maestros insultándolos por lo bajo mientras les resolvía un problema contable porque ya no sabían qué otra tarea darme para cumplir el estúpido horario de mi padre, cuando la vi actuando horriblemente mal en la puerta para darme una excusa y así poder irme.
Me dio ternura notar sus intenciones cuando vi el hilo de sangre salir de su lengua mientras me aseguraba que estuviera bien, mi primer pensamiento era partirle la cara a Brian si le había puesto una mano encima luego que los vi caminar juntos en el patio. Por suerte estaba bien y solo me estaba ayudando.
Ahora estábamos aquí, en la feria del pueblo, caminando sin un rumbo fijo mientras veíamos todos los juegos mecánicos y las parejas de secundaria que se escaparon como nosotros de sus clases. El chófer nos esperaba junto al coche y esta era la primera vez que estábamos juntos los dos sin Margery lo cual era extraño cuando acostumbras a estar junto a tus dos mejores amigas.
Guardé mis manos en los bolsillos admirando a todos reír y retarse en los juegos ¿Esto podría considerarse una cita? Me pregunto, nervioso, pasando saliva mientras veo al suelo en busca de las palabras correctas que acaben con este extraño silencio.
— Lamento por haber apoyado a tu padre con ese horario tan estricto. — dice, sorprendiéndome — No había notado que te estaba quitando parte de tu infancia al pedirte que siguieras.
No pensé que se preocuparía por mí de esa manera. Todo este tiempo he seguido porque ella me dijo que era un quejica, jamás me iba a imaginar que estaría aquí disculpándose. Mucho menos hablando sobre algo como mi infancia perdida.
— Lo lamento, Greg.
Me mira, sonrojada. Otra primera vez.
Se ve hermosa estando sonrojada, pero...
Suelto la coleta de caballo que le controla la melena rubia con la que me he quedado despierto hasta altas horas pensando. Me gusta verla con el cabello suelto, con su largo ondulado hasta la cintura y ahora con sus mejillas sonrojadas y sus ojos miel brillando...
Desvío la mirada a uno de los juegos de la feria, pasando saliva y señalando el juego de los peluches donde una pareja acaba de irse. No quiero ver su rostro sorprendido ahora que me está afectando tanto, con los cambios en mi cuerpo apenas y puedo controlar unos pocos impulsos con ella.
— Pensé que te verías mejor relajada. — digo en voz baja para que no note lo ronca que está — Vamos a jugar.
— Sí... vamos. — dice, dudosa, siguiéndome al juego.
Las chaquetas del colegio cubrían el logo del uniforme así que podíamos pasar de una pareja de las redes que combinan su ropa y no llamarían a nuestros padres. En este pueblo las personas solían ser muy chismosas.
Le entregué la coleta a Sam para que arregle el desastre que hice, pero decidió guardarla en el bolsillo de su falda negra y me sonrió de medio lado, señalando uno de los peluches en el puesto.
— A qué no puedes ganar ese. — Me reta.
Veo el león blanco de tamaño medio al fondo del puesto con la mayor puntuación del juego y sonrío.
— Si lo gano te dejas besar por un desconocido en el stand de besos. — la reto, mirándola con picardía.
Dudo mucho que acepte, Sam se caracteriza por ser recatada y al no dar su primer beso – cosa que sé por ser su mejor amigo de toda la vida – no va a aceptar tan fácil que algún chico X de una feria la bese. Lo hago para picarla porque me gusta hacerla dudar sobre ciertas cosas cuando estamos juntos. Lo hago desde que somos niños y la veía mordiéndose las uñas en el patio, por eso le digo que es un robot.
ESTÁS LEYENDO
Enamorada del CEO Imbécil
Roman d'amourÉl ha estado enamorado de ella desde que son niños. Ella piensa que es solo una amiga ante sus ojos. Ambos tendrán que vivir juntos por casualidades desfavorables del destino que los hará ver esos pequeños detalles donde antes daban por pérdida cua...