GREGOR
La bebé está respirando.
Está viva.
Esto no es un sueño.
Esas son las palabras que me repito una y otra vez mientras corro por los pasillos del hospital, siguiendo a la doctora a supervisar esos estudios que dicen que deben hacerle a mi bebé.
Por un momento me pareció escuchar la voz de mis padres, incluso la de Margery, pero no puedo mirarlos ahora, no cuando mi vida está con la doctora y no deja de llorar en busca de su madre que siempre supo que se encontraba bien. La conexión de ella con Sam no la puede explicar nadie, es una madre y una hija que se aman con locura, así como yo las amo a ellas.
— Está lleno de sangre, se tiene que cambiar. — me avisa una doctora, deteniéndome junto a los cuidados de niños prematuros.
— Mi hija, necesito saber cómo está. — digo desesperado, intentando pasarla, pero no sé mueve — Por favor, no la quiero dejar sola. — suplico por primera vez en mi vida, dirigiéndome hacia una desconocida.
— En un momento podrá verla por esa ventanilla. — me señala la ventana llena de bebés detrás de mí — Ahora necesita cambiarse.
— Pero...
— Déjalas hacer su trabajo, cariño. — intenta calmarme mi madre, rodeando mi espalda baja con su brazo.
¿Cómo pueden estar tranquilos? Yo siento que me voy a morir si no veo a la bebé en todo momento.
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Mis padres, Margery y, sorprendentemente, Mikhail, estaban conmigo en la sala de espera cuando nos avisaron sobre el traslado de Sam a una habitación. Escucharon lo que pasó en el parto y mi madre no dejaba de agradecer a los santos por traer a la niña a este mundo con bien, incluso mi padre que se caracteriza por ser un ser sin mucha emoción me confesó su alivio de verla bien.
La única que no hablaba y parecía estar ida era Margery, al principio si se sorprendió y luego casi llora al escucharme decir que por poco y la bebé no respira, pero de un momento a otro hizo una mueca y se apartó de todos.
De todos excepto de Mikhail. Este se fue detrás de ella, deteniendo el conteo en su mano derecha y diciéndole que lo mirara a la cara para calmarse.
No entendía nada, y ellos no parecían estar dispuestos a darme una respuesta, tampoco es como que la presencia de Michael con un cabestrillo me relaje. Lo que los salvó de mi interrogatorio fue que nos dieron noticias de Sam y ahora nos encontramos de camino a su habitación, pero no pienso olvidar esa escena.
Algo le pasa a Margery.
Algo pasó en Latinoamérica.
La habitación era en el cuarto piso, por lo que primero subí con mis padres en el primer ascensor y luego subieron Margery y los demás en otro. Al parecer como medidas de seguridad, no lo entiendo muy bien, Mikhail no ha terminado de explicarme nada.
— ¿Cómo se llama la niña? — pregunta mamá con una amplia sonrisa, mientras nos acercamos a la habitación de mi prometida.
— Vivianne. — respondo sin dudar, abriendo la puerta que nos indicaron.
Sam estaba bien. Se encontraba completamente dormida y con todo el cabello desordenado, pero estaba sana y salva ahora. Las enfermeras me mostraron qué era el calmante y que era el suero para cuando despierte por si siente dolor y nos pidieron estar solo dos personas en la habitación para no agobiarla.
No vi la otra persona que se quedó, solo tomé la mano de mi prometida con cuidado, acariciando el anillo de compromiso en su dedo y detallando lo afilados que se ven sus rasgos ahora que está completamente pálida y con los labios rosas suaves.
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Enamorada del CEO Imbécil
RomanceÉl ha estado enamorado de ella desde que son niños. Ella piensa que es solo una amiga ante sus ojos. Ambos tendrán que vivir juntos por casualidades desfavorables del destino que los hará ver esos pequeños detalles donde antes daban por pérdida cua...