CAPITULO 15
SAMANTHA
El apartamento de Gregor en Estados Unidos quedaba a las afueras del pueblo, cerca de las residencias privadas en donde solo viven personajes importantes que están solteros o en pareja y sin planes de familia en este lugar.
Muchas veces le dijimos que sería aburrido para él estar tan alejado, pero con el tiempo a nosotras nos gustó la calma del lugar y lo aceptamos. Lo único malo era que llegar allí era con coche propio y para mi desgracia no tenía dinero en efectivo para pagar el taxi y mi teléfono se apagó cuando salí de la casa de Margery, así que lo que me quedaba era llegar con la madre de Gregor y pedirle el favor de ayudarme a regresar a casa.
El pueblo se sentía solitario a estas horas donde la mayoría está regresando a casa y solo quiere dormir, muy pocos caminaban por la avenida donde estoy y los que lo hacían estaban sumergidos en su mundo con audífonos.
La noche estaba comenzando a caer a mi alrededor, la brisa fría de esta hora me hacía temblar los huesos bajo el top de suéter que tenía puesto hoy, los escalofríos recorrían mi cuerpo a cada paso y esa sensación de sentirme observada me hacía sentir nerviosa, como si alguien me estuviera siguiendo desde hace unas cuadras, poniéndome nerviosa.
Me quedaba un tramo solitario junto a una construcción de un colegio abandonado antes de llegar al conjunto residencial donde estaba la madre de Gregor. Ese edificio grotesco y deteriorado me dio miedo siempre desde que Gregor se mudó, sentía que solo los demonios te devolvían la mirada y hoy, justamente el día en que estoy caminando sola por este lugar, siento que esos mismos demonios me llaman, como si mi destino estuviera marcado.
Me abracé a mí misma, temblando; segundos antes de sentir el frío de unas manos fantasmas tirando de mi cuerpo hasta la construcción abandonada que me provocaba pesadillas cada año. Intenté huir, gritar, la desesperación estaba rayando en lo asfixiante mientras luchaba contra los fuertes brazos que me sostenían para pedir la ayuda de alguna persona que estuviera cerca.
Pero todo fue en vano, lo noté y me invadió el terror cuando llegué al interior de la construcción y su figura encapuchada cubrió mi espacio, imbuyéndome en su oscuridad.
Busqué arrastrarme por el suelo, fuera de su alcance, intentando pedir ayuda; pero mi cuerpo ya no me pertenecía, lo sentía pesado mientras perdía mi fuerza y la capacidad de huir de este oscuro lugar.
Sus manos comenzaron a tocar mis muslos sobre el pantalón, mi respiración se aceleró, el pecho lo sentía como una piedra asfixiándome, sin encontrar el aire que necesito. Intenté gritar, pero nada, no salía nada más allá de mis sollozos y murmullos suplicándole que me soltara.
No podía ver su rostro, estaba oculto con un pasamontañas y cuando intentaba ver sus ojos los cerraba o se iba de mi campo de visión borroso. El llanto me sobrevino, el asco de mí misma se hizo presente en mi mente cuando noté que ni siquiera podía moverme para quitarlo. Para defenderme.
Comenzó a romper mi ropa, escuché el pantalón rasgarse, un filo helado me rozó el muslo y el alma, no podía parar de llorar de suplicar mientras le pedía a mi cuerpo que se moviera, que hiciera algo más que dejarme aquí.
Por favor... alguien ayúdeme.
Mi rostro cayó hacia un lado, mirando a la solitaria calle por donde me encontraba caminando, donde no se veía ni una sola persona más allá de la construcción abandonada. Sentí el frío colarse por mis piernas, sollocé y cerré los ojos intentando abstraerme de este momento, pero sus asquerosas manos estaban en todas partes, me tomaban como si fuera suya y yo quería vomitar.
— Por favor... — supliqué en medio del llanto, peleando contra la parálisis de mi cuerpo — No...
Escuché y sentí cada capa de ropa rasgarse, romperse y caer a pedazos en el suelo junto a mí. No paraba de temblar, de sentirme imponente y frustrada mientras lo escuchaba con su respiración acelerada y alabando lo que veía. Lo que hacía con sus manos sobre mi cuerpo.
— Gregor. — lloré, cerrando los ojos.
Imaginando que mi mejor amigo iba a escucharme, que vendría aquí a protegerme como siempre ha hecho y que acabaría con este sujeto. Que me protegería de las garras del mal que se cierne sobre mí, manoseando mis pechos y lamiendo mi cuello en busca de su propio placer; pero nada.
Gregor no estaba aquí.
Y mi alma dejó de estar allí.
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Alguien me llamó, supongo que ese era mi nombre porque me era familiar mientras veía los trozos de tela junto a mí rostro que se habían vuelto mi centro de atención desde hace mucho. Ya ni siquiera estaba pensando en las horas que llevaba en este lugar.
Ya nada me importa, yo... no soy nadie.
Escuché un insulto en otro idioma, un par de brazos fuertes me alzaron con cuidado mientras intentaba cubrir mi cuerpo sucio y destruido con un abrigo de lana con un olor de fragancia masculina que me resultaba nauseabundo.
Me dijo una promesa, pero apenas y la escuché a través de la bruma de mi cerebro que intentaba aislarme de todo lo que sucedió en ese lugar, invitándome a olvidar todo lo que perdí. Mi mente no estaba en este lugar y no sé si pueda volver a estarlo, veo el cielo nocturno que nos cubre, pero no tengo emoción alguna en mi cuerpo cuando lo veo, lo que me hace preguntarme si la muerte no sería un camino digno para este instante.
Pensando si no era mejor dejarme morir ahora y hacerle un favor al mundo haciendo que desaparezca otra cifra en las estadísticas anuales y sea otro tipo de cifra, algo menos bochornoso y nauseabundo.
— Con Pamela Castilla. — escucho a lo lejos al hombre que me tiene en sus brazos.
¿Cómo sabe el nombre de la madre de Gregor? ¿Un conocido tal vez?
Cerré los ojos, huyendo de la mirada alarmada y melancólica del hombre de la recepción. No quiero que me miren así, pero con lo que pasó es inevitable que lo hagan, es como si todos supieran lo que te pasó y sienten lástima por ti creyendo que eso arreglará algo, pero no, en realidad lo que necesitas es sentirte apoyada, no victimizada. Eso solo te recordará lo que pasaste, y con el tiempo se vuelve incómodo.
— ¡Dios mío, Sam! — escucho el grito de la madre de Gregor, llegando a la recepción.
El tiempo ya es una simple ilusión para mí, no tengo la menor idea de cuánto he durado en los brazos de este desconocido, intentando ocultarme en mi mente para no hacer este momento más indignante para mí.
— ¡¿Qué le pasó?! ¿Quién es usted? — grita la madre de Gregor.
El hombre que me tiene en brazos soltó un suspiro, relajando el cuerpo antes de acercarme a otro sujeto, supongo que el guardaespaldas de la mujer, donde me dejó con cuidado y dándome palabras de apoyo en voz baja para no entrar en pánico mientras se alejaba. Ahora sentía un abrigo de lana más largo y pesado que el anterior, con el aroma de Pamela Castilla, lo que me indica que me está ayudando a pasar menos vergüenza, o al menos a hacer el intento.
Yo sigo sin desear abrir los ojos, no quiero volver a ver este mundo oscuro que acabó con mi vida.
— La encontré en la construcción abandonada. — dice el hombre, seguramente hablando con Pamela a unos pasos de nosotros, porque aún los escucho claramente.
Su acento... él no es de este lugar.
— Lamento informarle que abusaron de ella. — explica con un deje de tristeza.
Yo me vuelvo un ovillo en los brazos del guardaespaldas de Pamela, llorando. No quiero ser referida de esta forma por alguien. Me siento tan avergonzada.
— No... no... — llora la madre de Gregor.
Escucho una serie de pasos lejos de mí y yo me hundo de nuevo en la oscuridad. No quiero volver a estar en este lugar.
Gregor ¿Dónde estás? ¿Por qué no vienes a mi rescate? Pienso en el pozo de oscuridad y tristeza en el que me sumo, olvidando mi horrible realidad ahora.
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Enamorada del CEO Imbécil
RomanceÉl ha estado enamorado de ella desde que son niños. Ella piensa que es solo una amiga ante sus ojos. Ambos tendrán que vivir juntos por casualidades desfavorables del destino que los hará ver esos pequeños detalles donde antes daban por pérdida cua...