Capitulo 41

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CAPITULO 41

SAMANTHA

-Dos semanas después-

Llegar a un país con un idioma diferente al tuyo es difícil, acostumbrarse, escuchar a las personas a tu alrededor con una cultura diferente, con vidas diferentes es algo que no te pueden explicar con palabras.

Inmigrar de un lugar donde has estado toda tu vida y no pensabas salir jamás es lo más fuerte que puedes vivir. Viajar por ocio a conocer el mundo, pero teniendo la certeza de regresar a casa, no es lo mismo a llegar a quedarse, a adaptarte a una nueva vida tratando de no dejar la antigua atrás.

De verdad que admiro mucho a las personas que lo hacen.

Cuando Gregor y yo llegamos hace dos semanas, en el aeropuerto donde aterrizó su jet privado había muchos inmigrantes de otros países viniendo a Europa a probar nuevas oportunidades por situaciones diferentes a las que me trajeron a mí aquí. Ellos hablaban sobre crisis económicas, sobre no poder sostenerse en su país, o incluso lloraban en las salidas al ver a un familiar que no veían desde hace muchos años. Es un ambiente que te desgarra el alma al verlos sufriendo de esa manera.

No le desearía eso ni a mí peor enemigo.

— Buenos días, señora. — me saluda con una sonrisa cálida una mujer de menos de sesenta con el cabello atado en un moño.

Sonreí, sentándome en la mullida cama que parece estar hecha de nubes, mirándola con diversión. Ya le he dicho que me deje de decir así, pero la mujer no deja de hacerlo así se lo suplique.

— Es hora de levantarse, el señor pronto va a conectarse en la vídeo llamada. — me recuerda con un leve movimiento de cabeza, con sus ojos oliva brillantes.

— Gracias, Martina. — dije con un bostezo, saliendo de las cobijas con los brazos extendidos — Y por favor, deja de decirme señora, soy Sam.

Es la nana de Gregor aquí en España según me explicó cuando llegamos a su mansión.

Sí, así como se oye "Su" mansión.

Resulta que Gregor en el instante en que acepté tener a la bebé se compró una estúpida mansión en una urbanización perfectamente vigilada y con las áreas verdes suficientes para que cien personas caminen sin tocarse. Por poco y lo maté cuando me dijo que esta sería nuestra supuesta casa y que sus padres vivían en una urbanización vecina a veinte minutos de esta.

Yo pensando que viviríamos con sus padres y el imbécil comprando una casa para los dos.

— Lo siento, mi señora, pero como con el señor y niño Gregor, le debo respeto. — me recuerda la mujer, comenzando a doblar las cobijas — Usted es la señora de la casa.

Eso nunca podría olvidarlo. Pienso rendida, caminando al guardarropa de la habitación mientras cubro mi boca para esconder mis bostezos. Desde que cambié mi huso horario me he sentido más cansada de lo usual, y agregado al embarazo es como si yo fuera un oso en proceso de hibernación. El imbécil de mi novio lo atribuye al jet lag, yo digo que me estoy volviendo demasiado floja para vivir.

¡Tengo más de cinco mujeres de servicio que me atienden, obvio que me voy a volver floja!

Al principio me pareció asfixiante e incluso le grité a Gregor para que dejase de exagerar, pero luego de ver que en la mansión de su familia hay el doble de personal dejé de quejarme, no sea que su madre me escuche y crea que es porque necesito más personal.

Todavía no me acostumbro a tener tanto dinero y vivir en medio de todos estos lujos ¿Cómo carajos Gregor se mantuvo mínimamente humilde? Ahora mis regalos de niña estúpida hechos a mano me dan vergüenza al ver en el lugar donde nació.

Enamorada del CEO ImbécilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora