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No le había devuelto su camisa a Kaiden. Lo descubrí mientras ordenaba mi habitación; la había mezclado con mi ropa por accidente. Observé la tela arrugada y me acerqué el cuello de la camisa a la nariz; olía a él, a tabaco, menta y sándalo.

Sabía que no estaba bien, pero me quité mi camiseta y me puse la suya.

—Elvis no te atrevas a mirarme con esa cara. Te he visto comerte las semillas que él te trajo —le dije al pájaro cuando entró volando a la habitación y se quedó mirándome con mala cara.

Ya empiezas a desvariar.

Estoy perfectamente.

Mentira.

Lo sé.

Me congelé en mi sitio durante unos segundos. ¿Habían tocado la puerta? Como para confirmarlo, el timbre volvió a sonar. Dudé en ir a abrir la puerta.

Solo tres personas sabían que vivía aquí.

Con sigilo caminé hasta la entrada y miré por la mirilla.

Kaiden estaba ahí, delante de la puerta, vestido con un pijama y con los pies cubiertos por solo unos calcetines. ¿Qué hacía él ahí ahora?

—¿Sam? Sé que estás ahí. ¿Puedes abrir la puerta, por favor?

Me crucé de brazos.

—¿Por qué tendría que hacerlo? Debería mandarte a la mierda, Kaiden.

—Me lo merezco. Es más, deberías de hacerlo ahora mismo. Mándame a la mierda, Sam, dime lo idiota que soy y lo enfadada que estás.

—Lo haré.

Suspiré, lo último que quería era gritarle, pero no podía ponerle las cosas tan fáciles. No me merecía la forma en la que me había tratado.

—¿Te importa si mientras piensas en todos los insultos que vas a decirme yo voy hablando?

Apoyé la cabeza contra la madera blanca, con la mano en el pomo, indecisa.

—Tú no me dejaste hablar —murmuré con la fuerza suficiente como para que me escuchara.— ¿Qué es lo que estás haciendo aquí, Kaiden?

Suspiró.

—Duermo mejor cuando estoy contigo.

Abrí la puerta. Quedé frente a él, detallando sus facciones con la mirada. Él hizo lo mismo.

—Pensaba que solo era la mentirosa con la que te acostabas.

Señaló con la cabeza el interior del piso.

—¿Puedo pasar?

En respuesta me aparté a un lado para que entrara. Lo hizo y se acomodó en el sofá, yo preferí quedarme en una silla, a una distancia prudente de él. Esperé en silencio a que dijera algo; había insistido en hablar y entrar, así que no sería yo quien diera el primer paso.

Pero pasaron los minutos... y seguía sin decir nada. Solo me observaba. Y estaba empezando a ponerme nerviosa.

—¿No querías hablar?

—Sí, yo... estoy intentando pensar por dónde empezar.

—¿Qué tal por la parte en la que me tratas como una mentirosa y me dejas a un lado? —refuté.

—Me equivoqué. Lily me...me explicó todo. Lo que te había contado.

—¿Está bien? Me dijo que estaba completamente desintoxicada, pero...

A Bad Badboy || EN CORRECCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora