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Si quería hablar conmigo, tenía claro que era porque ya lo había hecho con mi madre. ¿Qué le habría contado? ¿Podría inventar algo que justificara todo?

No esperé que llegara otro mensaje. Pero lo hizo.

He cancelado las reuniones de hoy y mañana.

Mi vuelo aterrizará en unas horas.

¿Qué? ¿Él había...? ¿Iba a venir aquí? ¿A Nebraska?

¿Qué narices se suponía que tenía que responder a eso?

¿Vas a venir?

Creo que tenemos que hablar. Cara a cara.

Mi padre y Nebraska eran dos cosas jamás habría querido que se juntaran. Que no quería que lo hicieran. Pero ahora él estaba en un vuelo rumbo a... a... aquí. Me costaba imaginarlo cancelando reuniones y subiéndose en un avión para verme, con sus mocasines relucientes y sus trajes caros.

Ni siquiera estaba del todo segura de cómo tenía que sentirme. Era como si algo no encajara; había ido a Nebraska huyendo de mi vida y todos ellos, y ahora, una parte de esa vida iba a venir. Nunca había pensado en que algo así pudiera llegar a ocurrir.

Intenté imaginarme a mi padre entrando en mi piso. ¿Qué cara pondría al ver mis cojines llenos de insultos y los ovillos de lana tirados por ahí? ¿Realmente se sentaría en mi sofá con Elvis revoloteando por todas partes? ¿Y si se quedaba a cenar? Mi padre no había comido nuggets de pollo jamás.

Él no encajaba en la nueva vida que había construído, porque formaba parte de algo que no quería ser.

Pero había cogido un vuelo sin preguntarme tan siquiera si quería que viniera.

Sentí la bilis en la garganta y un agobio tan asfixiante que me cerraba los pulmones. No lo pensé demasiado, agarré la chaqueta y salí de allí.

Caminé a toda prisa hacia la comisaría. Necesitaba hablar con Kaiden; una voz cuerda entre la nube de pensamientos que me ahogaba. No me paré a mirar si estaba en el horario de visitas disponible, ni en si me dejarían verle.

Porque necesitaba a Kaiden.

Cuando entré en la comisaría, busqué con la mirada a la mujer que me había ayudado a redactar la denuncia; si intentaba hablar con otra persona, me mandaría a la mierda. Al verme, se acercó a mí, preocupada.

—¿Ha pasado algo, Samantha?

—¿Puedo ver a Kaiden? —Fui directa al grano.

Dio un vistazo a la oficina, asegurándose de que nadie nos hubiera escuchado. En realidad apenas había un par de personas que se habían quedado en la pausa para comer. Cuando vio que nadie nos prestaba atención, asintió sutilmente con la cabeza y me indicó que la siguiera. El alivio se extendió al instante como una ola por mi cuerpo.

El pasillo que recorrimos fue diferente al de la última vez; lo habían sacado de las celdas provisionales. Cuando estuvimos a solar, habló.

—Hay unos cuantos compañeros bastante cabreados por lo de la denuncia. Sean dice que intentas vengarte de él de alguna forma retorcida. No te recomiendo volver a aparecer por aquí, al menos hasta que no se calmen las aguas.

No respondí. En mi cabeza solo se repetía la imagen de mi padre tocando el timbre de mi piso una y otra vez.

—Os dejaré a solas, diez minutos, es todo lo que puedo darte antes de que la gente empiece a llegar.

A Bad Badboy || EN CORRECCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora