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Creo que incluso Liessen intuía que algo había cambiado entre Kaiden y yo. Aunque no tenía ni la menor idea de qué. Atendí al último cliente, ese día Liessen me había dejado sola para encargarme de la tienda por un resfriado que había cogido.

Según ella, los resfriados eran contagiosos para las flores.

Le di la vuelta al cartel de la puerta, dejando a la vista el letrero de CERRADO, Solo me quedaba recoger la trastienda de todas las hojas y espinas de las que había limpiado los ramos. Mientras barría los restos que había caído al suelo, escuché el sonido de la campanita de la puerta.

—Lo siento, pero ya hemos... —me detuve a mitad de la frase cuando vi a Kaiden entrando— Aún faltan veinte minutos para las nueve, Kaiden, cada vez llegas más temprano.

Caminó hacia mí, enroscó sus manos en mi cintura y me empujó hacia él. El calor se extendió por mi cuerpo por la anticipación.

—No podía aguantar más tiempo sin hacer esto.

No tardó un segundo más en besarme con demanda. Solté la escoba, sin importarme donde cayera y aumenté la intensidad del beso. Gemí cuando su lengua invadió mi boca y sus manos fueron subiendo por mis piernas hasta llegar al borde la falda. Me separé de él unos segundos para recuperar la respiración. Kaiden apoyó su frente sobre la mía, observándome con la mirada oscurecida.

—¿Alguna vez te he dicho lo bien que te quedan las medias?

—No.

—Pues recuérdame que te lo diga más a menudo.

Volvió a besarme mientras forcejeaba con la cremallera de mi falda. De un movimiento abracé sus caderas con mis piernas y caminó conmigo hasta le mesa para sentarme. En cuanto mi trasero hizo contacto con la superficie metálica me levanté de golpe, separándome de él.

—¡Auch! —me quejé.

Kaiden me miró desconcertado. Sin entender qué estaba ocurriendo. Me sobé el trasero dolorido.

—Espinas. —Señalé la mesa.

No había tenido tiempo de terminar de limpiarla y al sentarme había conseguido clavarme unas cuantas.

—¿Te han hecho daño?

Negué con la cabeza.

—Jamás pensé que unas plantas podrían cortarme el rollo —añadí, recolocándome la ropa y peinándome con los dedos.

Me miró como si me hubiera vuelto loca.

—¿Cómo que cortar el rollo? De eso nada.

Sin que lo viera venir, se agachó a mi altura, colocó sus brazos detrás de mis rodillas para sujetarme y me subió sobre su hombro como un saco de patatas.

Uy, si está todo al revés. Que gracioso.

Aún más gracioso era lo fácil que sería partirme la crisma contra el suelo.

—¡Kaiden! ¡Bájame ahora mismo!

Me agarré con fuerza a su espalda cuando empezó a caminar ignorándome. El muy idiota. Agarró las llaves de la tienda y cerró antes de salir.

—Vamos a un sitio más seguro para poder quitarte esa falda.

—¡Kaiden Walls bájame! —ordené.

—Llegaremos más rápido así.

—¡Mentira!

—Verdad, tienes las piernas cortas.

A Bad Badboy || EN CORRECCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora