75

262 26 0
                                    

Maratón 10k 1/3

Recuerda votar y comentar para que la historia pueda llegar a más gente.

Al principio creí que Kaiden había salido para terminar de relajarse, tomar el aire o algo así, pero cuando una hora después no volvió, empecé a preocuparme. Toqué la puerta de su piso, solo por si había ido ahí, pero nadie respondió. Llamé a Lily, pero el contestador me saltó al quinto tono; de todos modos le dejé un mensaje preguntándole si sabía dónde estaba. Habría hecho lo mismo con Mike si hubiera tenido su teléfono.

Elvis reboloteó a mi alrededor, nerviosa.

Idiooootaaaaa.

Eso no viene a cuenta ahora, Elvis —refunfuñé.

Estaba empezando a ponerme nerviosa. ¿Dónde podía haberse metido...?

Liessen.

Saqué el móvil del bolsillo y marqué, con los dedos cruzados y dando vueltas por el salón. Por favor, que cogiera el teléfono...

—Hola, Sam.

Su voz sonaba tan tranquila comparada al caos que llevaba dentro, que casi llegó a parecerme irreal.

—¿Liessen? ¿Está Kaiden contigo?

—No.

La respuesta me detuvo el corazón por unos segundos.

—¿Sabes dónde está?

—No... Lily me dijo que había discutido con Mike. Creo que están hablando. ¿Ha pasado algo, cariño?

—Se fue hace dos horas. Lily no me coge el teléfono, él tampoco.

—Oh, seguirán hablando. No te preocupes, Sam.

Me pareció una respuesta demasiado ambigua; Kaiden me habría llevado con él, me había dejado estar. Al menos habría recibido una explicación. Pero no. Simplemente se había mirado las manos y se había marchado.

—Sam —me llamó Liessen a través del auricular.

—¿Sí?

—He hecho galletas y café, ¿quieres venir a esperar aquí?

Sí. Sí. Y mil veces sí. Cualquier cosa era mejor que seguir esperando ahí, en silencio. Agarré el bolso y la chaqueta.

—Gracias, Liessen.

Elvis decidió apuntarse ella sola, y se agarró a mi hombro antes de salir de casa.

***

—Este pájaro es magnífico.

Elvis se acomodó encantada sobre Liessen, casi como si fuera consciente de cómo la piropeaba.

—Lo es —admití.

Siempre estaría de acuerdo con cualquier halago hacia Elvis.

—¿Sabías que Mike estaba enamorado de Lily?

Tenía que saberlo; Liessen tenía un ojo especial para eso. Había visto mis sentimientos por Kaiden antes que yo misma. Mientras él y yo jugábamos con fuego, Liessen ya sabía que nos quemaríamos, que ya estábamos haciéndolo. Dio un sorbo a la taza de café antes de responder.

—Lo sospechaba.

—¿Cómo?

—Mike, Kaiden, Lily y Charles han sido amigos desde que eran niños. Lo que los une es fuerte, como las raíces de un gran roble. Pero Mike... él siempre ha girado alrededor de Lily, como un satélite en órbita. Ha estado siempre ahí, incluso cuando ni siquiera Lily lo estaba. Él descubrió lo que hacía y en gran medida fue gracias a él que entró a la clínica. Desde entonces siempre ha estado ahí, listo para recomponer cada pieza que pudiera romperse. Esperando. Y supongo que ha llegado ese momento que tanto esperaba.

—¿El qué? —pregunté.

—A que el corazón de Lily volviera a latir de verdad. Ella siempre ha creído que ser feliz era una elección, y lo ha elegido cada día, incluso cuando no era real.

—¿Y crees que... es correspondido?

Si había alguien predestinado para Lily, tenía que ser él. No había más que fijarse en cómo la miraba. Casi me sentía estúpida por no haberlo visto antes.

—Sí. Pero Lily va a necesitar tiempo. Cuando te enamoras una vez, la segunda es más complicada.

Me dio la sensación de que había dejado de hablar de Lily; su mirada parecía

perdida, sumergida en algún lugar lejos de mí. No necesité mucho tiempo para saber en qué estaba pensando: el padre de Kaiden.

En algún momento, Liessen había estado enamorada de él.

Me sorprendí encontrándome a mí misma preguntándome si pensaría en ello alguna vez; en sus sentimientos por ese hombre, en lo que significaron, lo que significan.

—Tiene que aprender a volver a abrir su corazón; no puede tener miedo para siempre.

No sé por qué me pareció buena idea preguntar.

—¿Piensas en él?

No fueron necesarias especificaciones.

—En ocasiones. Aunque cuando pienso en él, es como una forma de pensar en mí. Estuve enamorada, y fue real, mucho. Pero esa persona desapareció con el tiempo. Por eso Lily tiene que aprender a dejar ir lo que ya no está.

Después de eso, la conversación pasó a un tono más superfluo; había ciertas puertas que estaban mejor cerradas. Habló de la floristería y lo mucho que echaba de menos tenerme allí, los nuevos encargos —ahora había llegado la temporada de los claveles— y algunas recetas. Hizo más café y se partió en migajas algunas galletas a Elvis. El pájaro se lo pasaba en grande haciendo gracietas que conseguían los elogios de Liessen. Jugueteé con los pendientes de mis orejas, entonces lo recordé; me había dejado unos pendientes.

—Liessen, ¿te importa que vaya un segundo a por unos pendientes que me dejé en el cuarto de Kaiden?

—Claro, adelante. Pero este bichito se queda conmigo —dijo, refiriéndose a Elvis.

Asentí con la cabeza y subí las escaleras hacia la habitación; repasé con la mirada las frases y las fotos colgadas en las paredes. Fui directamente a la mesilla de noche y me arrodillé frente a ella, abrí uno de los cajones. Sí, los pendientes estaban justo donde recordaba. Cerré el cajón y me incorporé. Había algo... distinto. Eché un vistazo a toda la habitación, ¿qué era?

La lámpara. Antes había una lamparita de cristal azul en una de las mesillas y ahora ya no estaba. Seguí buscando; había una pequeña marca en la pared, en enganche para un marco que ya no tenía nada colgado. Ahí había una de las frases motivadoras de Liessen.

El jarrón de las flores. La copa de champán. La lámpara de la entrada.

No había forma de que pudiera saber por qué ya no estaban ahí. Pero el problema era que lo sabía. Se habían roto, alguien las había roto. Negué con la cabeza, suficientes problemas tenía ya como para añadir ideas estúpidas a la lista. De todas formas, no conseguí sacarme de la cabeza el sonido del cristal rompiéndose contra el suelo.

—¿Lo amaestraste tú? —me preguntó Liessen nada más bajar las escaleras.

—No, lo aprendió todo ella sola, escuchando a la gente

—Un pájaro muy listo.

Sííííííí. Síiíííííííííií. —respondió.

Confirmamos, ese pájaro sabe perfectamente lo que dice.

Habría seguido la conversación, pero estaba demasiado ocupada pensando en esa lámpara y el marco. En el cristal volviéndose añicos. Cada vez que miraba a Liessen pensaba en ello y las ganas de preguntarle qué había ocurrido con esas cosas se volvían casi incontenibles.

¿Por qué no hacerlo? Solo era una maldita lámpara y un cuadro-

Al final no aguanté más.

—Liessen... creo que será mejor que siga esperando a Kaiden en casa.

Ella asintió con la cabeza. Guardó algunas galletas en un recipiente antes de que me fuera y me pidió que me tranquilizara antes de irme.

A Bad Badboy || EN CORRECCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora