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¡Feliz año nuevo a todas!
—¿Sam?
Habría respondido, pero cuando lo miré solo pude ver una cosa: el niño con las mejillas hundidas, la piel llena de cicatrices y los ojos apagados mezclado con el mentiroso al que había estado creyendo los últimos meses. Por un segundo ambos me devolvieron la mirada y algo se... rompió.
¿Cuántas veces me pidió que confiara en él?
Quizás las mismas que me engañó.
Aprecié el momento exacto en que sus ojos fueron bajando lentamente por mi cuerpo, una última caricia de su mirada, hasta detenerse en todos los papeles de los que estaba rodeada. Sus documentos, sus fotos.
—Sam...
Las piernas le temblaron cuando se acercó a mí. Pisó uno de los documentos.
¿Había leído ese ya? Tiré de él debajo de sus pies, pero Kaiden no se movió.
Por primera vez desde que lo conocí me di cuenta de lo imponente que podía llegar a ser; un animal salvaje listo para atacar. De lo fría que podía estar su piel y el aspecto que podían tener esos tatuajes que siempre me habían parecido sensibles, casi... tiernos. De que esas manos que había dejado que me acariciaran estaban llenas de cicatrices, ásperas y callosas por algo más que las cuerdas de su guitarra.
Kaiden podía dar miedo y, aunque no fuera algo que él se hubiera molestado en ocultar, yo no había sido capaz de verlo hasta ese momento.
¿Había confundido a un depredador con un animal herido e indefenso?
Me aparté bruscamente.
—Sam... —Esta vez sonó como una súplica.
Quise lanzarle los papeles, gritarle. Pero no fui capaz de hacer ninguna de esas cosas.
—Fuera —murmuré.
—Espera, yo... lo siento... '
¿Esperar? ¿El qué? ¿Para que tuviera tiempo de inventar aún más mentiras? ¿Qué diferenciaba a Kaiden de Sean y Jocelyn? Todos habían creído que podían mentirme y que jamás lo descubriría. Estaba harta de esperar.
—Dijiste que me querías.
No sabía a quién estaba hablando; si a mí o a él.
—Claro que te qui...
—No le haces esto a alguien a quien quieres. No... no mientes así a alguien a quien quieres. Ni rompes tus promesas. ¿Por qué lo has hecho, Kaiden?
—Iba a contártelo —respondió.
—¿Cuándo?
Nunca. Esa era la respuesta. Si hubiera tenido la opción, no lo habría dicho jamás.
Ambos lo sabíamos.
—No lo sé —admitió.
—Has estado todo este tiempo pidiéndome que confiara en ti. Te he contado todos y cada uno de mis miedos y secretos, mientras tú me... engañabas. Ha tenido que venir Sean a enseñármelo, porque tú no lo habrías hecho nunca. Ni siquiera ahora intentas explicarlo o justificarlo, porque sabes bien lo que has hecho.
Volvió a intentar alcanzarme, pero yo ya estaba muy lejos de él.
—He respetado que no quisieras hablar de tu padre o de tu infancia o por lo que pasaste. Lo he respetado y comprendido, nunca te presioné a contármelo, ¿así que por qué me has mentido? No tenías por qué hacerlo, no estabas entre la espada y la pared. Me habría quedado si hubieras hablado conmigo o si hubieras decidido quedarte en silencio, pero has preferido mentirme. No haces esto a alguien que quieras. Así que fuera.
Sabía que mis palabras se clavaban como dagas en su pecho. En el mío también lo hacían, pero había sido él quien había lanzado la primera puñalada.
—¿Me estás echando?
—Lo siento.
—Sí te quiero, Samantha —suplicó—. No sé cuando te lo habría contado, pero en algún momento lo habría hecho, te lo prometo. Solo necesitaba encontrar el momento... pero te quiero, nunca había querido tanto a nadie como a ti. Te prometo que puedo explicarlo todo...
—El problema es que ya no te creo, Kaiden. Has hecho demasiadas promesas que no has podido cumplir.
No tuve que decir nada más. Sé que esas palabras le dolieron más que cualquier otra cosa que podría haber hecho. Me miró durante unos segundos que me parecieron eternos mientras dudaba. Dio un paso más hacia mí y retrocedió. No miró atrás cuando cerró la puerta detrás de él.
Yo no pude apartar los ojos de Kaiden. Seguí mirando la puerta de madera durante mucho tiempo más después de que se hubiera ido. En algún momento volví a releer todos y cada uno de los documentos. Hasta que el sol desapareció y la oscuridad me impidió ver las letras con claridad. Me levanté del suelo, recogiendo todos los papeles y devolviéndolos al sobre.
Me sentía desconectada de la realidad.
Saqué a Elvis de la habitación. Esta vez el ave voló en silencio lejos de mí. Me dejé caer en la cama, mirando al techo. Mis movimientos se habían vuelto lentos y mecánicos, casi somnolientos.
Las estrellas seguían brillando en el techo. Inevitablemente pensé en el día que las pusimos; la torre de cojines, el golpe, Kaiden riéndose de mí. La única estrella que había conseguido pegar aún estaba ahí, en el mismo sitio.
Cerré los ojos, aunque eso no evitó que las lágrimas rodaran por mis mejillas. Me mordí el labio para no dejar escapar los sollozos. ¿Por qué tenía que estar en todas partes? Ni siquiera en ese momento me atreví a quitar una sola estrella de la pared. En su lugar, cogí la almohada y el edredón y me marché a dormir al sofá.
Pasé toda la noche llorando y preguntándome si Kaiden podría dormir bien.
Su lado de la cama estaba helado.
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A Bad Badboy || EN CORRECCIÓN
Любовные романыSamantha ha huido de sus padres, sus amigas, su antigua vida, de sí misma y su ex novio. Sean. Pero Nebraska no puede esconderla de todo, sobre todo porque Sean es un encantador agente de policía que no entiende un no por respuesta. Así que cuando a...